El tiempo erosiona sin piedad todo aquello que no lleva el toque del Eterno. Todos anhelamos algo que conserve la vitalidad y frescura que en su día nos fue posible disfrutar. Si bien es cierto que no podemos esquivar el desgaste de lo que en un tiempo nos asombró y sorprendió, sí está a nuestro alcance, por increíble que parezca, el Alguien que permanece. Basta meterse en cuerpo y alma en el Evangelio, todo él sabe a eternidad.
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