jueves, 22 de noviembre de 2018

A LOS PIES DE LA CRUZ

El camino de la fe se ilumina tanto cuando nos detenemos ante la vida de María.

Pasaron casi 34 años desde que la Virgen recibió aquel anuncio de que Dios la había elegido para ser madre de su hijo hasta verse como madre destrozada y rota de dolor a los pies de la Cruz.

Durante aquellos 34 años, María escuchó y tantas veces no entendió; dudó, pero se aferró a la Palabra que había recibido; María murió a su vida para cumplir la misión que había recibido del Padre.

Y, como culminación de esa vida de guardar y meditar lo que no entendía, Dios eligió el lugar más inhóspito y el momento más desgarrador, a los pies de la Cruz, para cumplir lo que 33 años antes le había anunciado, que era la Madre de Dios.

Un instante en que, al escuchar las palabras de Jesús: “Madre, ahí tienes a tu hijo”, María sintió en su corazón cómo se desvelaba toda la Palabra que ella había guardado en su corazón, sin comprender.

Palabras de Cristo, seguidas de aquella lanza que abrió su costado y de dónde brotó y se desveló el Evangelio que María había guardado en su corazón, atravesando también su alma, como años antes había profetizado Simeón a las puertas del Templo.

Una lanza en forma de Evangelio que abrió los ojos de María y convirtió en Luz todo lo que había sido oscuridad hasta entonces, guardado con amor dentro de su seno.

Y, para nuestro escándalo, el momento más importante de la vida de la Virgen ocurrió allí en el lugar más terrible, a los pies de la Cruz.

Por eso creo que Dios espera para decirnos cuanto nos ama, como lo hizo con Ella, y aguarda para hacernos nacer como discípulos amados, a los pies de las cruces de nuestra vida…….cada día.

Lugares inhóspitos como el dolor, la soledad, la angustia, la falta de fe, el miedo.

Lugares donde el Señor nos revela que nos ha escogido, que somos sus hijos, sus discípulos amados, transformando nuestro dolor en la mayor de las alegrías y de las libertades: haciéndonos conscientes de que somos parte de Él.


(Olga Alonso)

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