Tú, mi Señor, me soñaste mucho antes del tiempo de los hombres, me sacaste de la nada mucho antes de formarme,
me engendraste en el seno de mi madre y me plantaste en esta tierra… lejos de ti …
Enviaste desde el cielo tu soplo de aire fresco para dar vida a mi cuerpo llenándolo de Tu luz.
Llevo en mi pecho una llama de fuego perpetuo que arde desde el día que tu Espíritu se derramo sobre mí. Un candil encendido, que procuro no se apague ni se extinga, ni que el viento impetuoso y arrogante llegue a desvanecer aún cuando la tierra tambalee bajo mis pies, aún cuando las aguas torrenciales me sumerjan ahogándome y no pueda emerger, porque sin tu Luz en mí… nada puedo.
Yo ya te conocía desde antiguo, todos me hablaban de Ti, si miraba al cielo o a las nubes, si hablaba al viento o a la brisa suave, si me hablaban las aves del cielo con su vuelo, si la luz de la luna me traía tu recuerdo, Tú estabas ahí sonriéndome desde tu trono sempiterno,
eran todos tus mensajeros los que me traían noticias de tu amor perfecto.
Reconozco mi Señor que Tú siempre has sido Tú, principio y fin de todas las cosas creadas con tus manos, caricias de Dios… ¡Sí! son tus dones. Regalos de tu amor todas tus creaturas…
¿Porqué no te sienten en la brisa?
¿Porqué no logran verte, mi Señor? Es tan fácil sentirte, es tan fácil amarte… estás en todo y no te ven, estás en el silencio y no te sienten, porqué nos empeñamos en crearnos dioses, dioses sin vida, dioses efímeros e inicuos que solo dejan en el alma vacío y angustia. Cómo no bendecirte y alabarte si solo Tú eres vida y plenitud, que das todo a todos cuando nada podemos construir tan perfecto y con tanta vida como todo lo que has dado vida Tú.
(Loles)
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