Los que predican el Evangelio de Jesús, son como talladores de diamantes. Bien saben los talladores que cuando alguien les confía una piedra que bajo su hosca apariencia esconde un diamante, este no es suyo sino de quien confío la piedra. Bien, todos los hombres somos portadores de un valiosísimo diamante: nuestra imagen y semejanza de Dios (Gen 1, 26). Es la predicación del Evangelio y por supuesto la acogida de quienes lo escuchan lo que libera progresivamente a la piedra de escorias e impurezas hasta que salga a la luz el brillante escondido en ella. Después viene la segunda fase que es pulir esta joya muy delicadamente, y por supuesto también por la predicación y amorosa escucha del Evangelio. Conforme el diamante va alcanzando su brillo, el Señor Jesús lo toma en sus manos y dice: Ya eres luz del mundo, ve hacia los hombres, anúnciales mi Evangelio pues todos y cada uno de ellos son portadores de un diamante como tú. Ve, y tállales con mis palabras igual que otros discípulos míos te tallaron a ti.
P. Antonio Pavía - comunidadmariamadreapostoles.com
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