Yo rezo y, a veces, te veo, otras no.
No importa. Si mi corazón mira hacia ti y mis labios te pronuncian entonces se abre la puerta por la que entras en mí y formas parte de mi ser.
Desde dentro, sólo tú sabes cómo preparas mi alma para vivir en el mundo, cómo modelas mis pensamientos, cómo cambias mis visiones, cómo atenúas el dolor que provocan mis errores, tantas veces sin saberlo.
Si, rezo y espero aunque no te vea porque sé que estás, con la esperanza de los árboles que preparan sus brotes en la primavera aunque todavía el frio del invierno lance el viento contra sus ramas.
Si rezo es porque tú me llamas y yo te respondo y por eso mis brotes, como los del árbol responden a tu voz y se convierten en oración, aunque no vea la primavera de tu rostro en el horizonte.
Si rezamos, nunca estamos solos, siempre estás tú y modelas nuestro interior con la dulzura de la madre que entra de puntillas en el cuarto de sus hijos para dar las buenas noches.
Dejas en nosotros, con tu presencia, como la madre beso tras beso, esa huella indeleble y perpetua de tu amor.
Rezamos y te vemos o , solamente rezamos confiando que nuestra oración llegue al cielo y te avise para que pases, para que entres , aunque a veces durmamos y ni siquiera sintamos tu beso nocturno, pero sabemos, confiamos que no seremos iguales cuando nuestra oración termine.
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