Habitar, estar.
Ocupar un hogar sin puertas ni ventanas, reconociendo en nuestra piel y en nuestra mirada, tu rostro.
Tú, impregnando el aire y la luz, rebosando paz, iluminando el Camino, disipando la duda.
Creas este lugar a cualquiera de mis horas, solo cuando tú quieres. Por eso no es mi deseo ni mi voluntad insistente los que te traen a mí. Porque este espacio es tuyo y te pertenece. Es el trazo de Eternidad que tú me regalas para que yo lo pruebe y aprenda a vivir deseándolo.
Vivir así, sabiendo que quizás hoy quieras rodearme y dejarme entrar en ti.
Tener la certeza de conocer un trozo del Paraíso mientras rezo. Contemplar ya, aquí, la vida que nos espera, cuando esta vida, este mundo abra sus puertas y de lugar al tuyo, por siempre. Cuando nos liberes de la vida pequeña, limitada y nos muestres el lugar para el que fuimos creados, tu Cielo.
Por eso sé que hoy, mientras rezo y te siento, me muestras lo que me espera, tras esa puerta y me enseñas a vivir sin miedo y con la esperanza de la Vida con mayúsculas donde tú esperas paciente.
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