Cuando iniciamos nuestra búsqueda de Dios, Él nos va poniendo por el camino persona que nos ayudan a acercarnos y a conocer a Dios, como puso a Felipe para atraer a Natanael. Al principio somos algo incrédulos ante el testimonio de los instrumentos que Dios pone en nuestro camino “¿De Nazaret puede haber cosa buena?”. Pero como en nuestro corazón está el deseo profundo de conocer a Dios seguimos el camino, la invitación…
Ante este deseo Dios no se queda impasible y se nos manifiesta “Me buscareis y me encontrareis cuando me solicitéis de todo corazón” (Jeremías 29,13) “Desde allí buscaras a Yahvé tu Dios; y lo encontraras si lo buscas con todo tu corazón y con toda tu alma” (Deuteronomio 4,29)
Cuando se manifiesta en nuestra vida nos sorprendemos porque estas manifestaciones están fuera del alcance de nadie, ya que solo nosotros sabemos lo que realmente guardamos en nuestro corazón. Por eso, cuando Jesús dice a Natanael “Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño”, él se sorprende porque está ante un extraño que no le conoce y aun así sabe que es una persona íntegra. Y nos preguntamos ¿Cómo puede saber que en mí no hay engaño cuando el hombre es apariencia? “Así también vosotros, por fuera aparecéis justos ante los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía y de iniquidad” (Mateo 23,28) Por eso dice a Jesús “¿De quéme conoces?”, Jesús responde: “Antes de que Felipe te llamara, cuanto estabas debajo de la higuera, te vi” Ante esta respuesta percibes que Dios te estaba esperando, te estaba llamando, te estaba cuidando “Sabes cuándo me siento y me levanto, mi pensamiento percibes desde lejos; de camino o acostado, tú lo adviertes, familiares te son todas mis sendas” (Salmos 139,2-3) “El vigila el camino del hombre, se da cuenta de todos sus pasos” (Job 34,21) y, sobre todo, “Antes de haberte formado yo en el vientre, te conocía, y antes que nacieses, te tenia consagrado: yo profeta de las naciones te constituí” (Jeremías 1,5)
Ante esta manifestación de Amor de Dios Padre nos rendimos ante El y decimos como Natanael “Rabí, tu eres el Hijo de Dios, tu eres el rey de Israel”
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