Las relaciones humanas, entre personas y colectivos, están sujetas y basadas en la “confianza”. Confianza que unida a creencias, se suman otorgando crédito a alguien, a título personal o institucional, concediéndole su favor, su adhesión.
Esta confianza hecha creencia, exige o requiere fidelidad y engendra lealtades, siempre.
Pues bien, si necesitamos depositar nuestra confianza en personas, programas, o ideas desarrolladas en formaciones políticas (en nuestro tiempo), todas basadas en la “sola palabra humana” ¡siempre infiel!, para desarrollar y lograr una vida mejor en justa equidad para todos, capaz de nivelar derechos humanos, sin desatender obligaciones…, pregunto ¿cómo no depositar TANTA O MAYOR GRADO DE CONFIANZA Y CRÉDITO A LA PALABRA DE DIOS?.
Palabra de Dios, revelada por su propio Hijo (preexistente) Jesucristo, nuestro Señor, que al encarnarse en nuestra humanidad le expresó y es a un tiempo divina y humana. Dicha Palabra nos ilumina con total fidelidad, pues Dios como tal es “siempre fiel”, y Ella nos proyecta hacia un “camino” y a una “verdad” única; segura, fiel y válidapara convivir dentro de una realidad histórica, siempre en evolución, cambiante. Palabra, insisto, tanto divina como humana, que en sí misma, es portadora de Vida, para nuestras relaciones y de futuro eterno, tras la muerte. La cual desvela al hombre el Misterio de Dios y del hombre, pues descubre su origen y destino. Que no es otro que el retorno a su Presencia. Vemos pues, que todo estriba en la “elección”. De quien me fió y confió…, una “cuestión de confianza”.
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