No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en tu verdad; tu palabra es la verdad. Como tú me enviaste al mundo, también yo los he enviado al mundo.
Jn 17, 15-18
CUÁNTOS DESIERTOS
Cuántos desiertos he transitado.
Cómo te veía allí, a lo lejos
esperando, siempre.
“No importa lo que tardes”, decías.
Será el desierto quien te devuelva a mí.
Y , así era.
Tu voz dentro de mí resonaba
y mi corazón se quejaba
y tu imagen, lejos, en el horizonte
me recordaba días de sosiego
en la quietud de tu Luz
era el desierto quien me devolvía a Ti.
Hechos de Ti, de tu naturaleza
no sabemos ya vivir fuera de tu Luz.
Nuestra alma, todo nuestro cuerpo
sale cada día a los desiertos del mundo
para volver allí , al borde del camino
donde Tú esperas, siempre esperas,
eternamente esperas…
Éstas son las enseñanzas de Jesús,
el hijo de Sirac y nieto de Eleazar,
que vivió en Jerusalén,
que derramó su sabiduría como lluvia,
y la dejó escrita en este libro.
28 ¡Dios bendiga al que las estudie
y las retenga en su memoria!
29 Si tú practicas sus enseñanzas,
serás tan sabio como valiente
y la luz de Dios guiará tus pasos.
Eclesiástico 50, 27-29
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