Dichoso quien comprendió que escucharte salvaba su vida.
Dichoso aquel que eligió vivir y caminar a tu lado.
Dichoso quien no dudó en apostar por lo que no veía, pero, escuchando la música de su corazón, supo que nada podía compararse a tu belleza.
Acortando el espacio para la duda, apoyado en la certeza de tu susurro, dichoso el que abandonó todo y te siguió.
Dichoso el que esperó, más allá de lo imaginable, el que apoyó su esperanza en tu promesa y el que supo con la certeza que da tu amor, que no se equivocaba.
Dichoso el que continúa acortando el espacio entre su corazón y la eternidad, el que levanta sus manos hacia ti cada día, esperando con la esperanza de Abraham.
Dichoso el que teme pero persevera, el que conoce la oscuridad de su corazón y te la ofrece, el que sabe que escogió el tesoro que siempre permanece.
Dichoso el que abrió su mano y soltó lo que poseía, para dejar espacio a tu mano, a tu guía.
Dichoso el que permitió que Tu ciñeras su cintura y emprendió el camino , puestos los ojos en ti.
Dichosos todos los que te obedecemos, los que somos bendecidos por la certeza de que se cumplirá lo que un día nos prometiste.
DICHOSOS…
Dichoso quien teme al Señor
y ama de corazón sus mandatos.
Su linaje será poderoso en la tierra,
la descendencia del justo será bendita.
Salmo 111,1-2
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