(Carta a un amigo, que desea ver a Dios, encontrarse con Él)
Dice el Salmo:
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su Misericordia
Él es el único bueno. Dice el Joven rico: Maestro bueno, ¿Qué tengo que hacer para ganar la Vida Eterna? (Mt 19, 16-30)
Le contesta Jesús: ¿Por qué me llamas bueno? Uno sólo es bueno…
Efectivamente, sólo Dios es bueno. Y por eso, volviendo al Salmo, hemos de dar gracias a Dios, por eso, porque es bueno, y porque su Misericordia es eterna, es por siempre y para siempre.
Misericordia tiene una raíz latina que hace referencia al corazón- cor cordis-. Y Dios pone todo su corazón al ver las miserias que nos acompañan.
El Salmo 117 continúa:
Diga la casa de Israel, eterna es su Misericordia
Diga la casa de Aarón, eterna es su Misericordia
Digan los fieles del Señor, eterna es su Misericordia
Los cristianos, nueva casa de Israel, nos hemos de sentir interpelados cuando se nos nombra, como en este caso; no podemos pensar que el salmista solamente anuncia la Palabra para las gentes de aquellos tiempos. La Palabra de Dios es completamente actual, es para que comamos todos los días de ella, todos los hombres de todos los tiempos.
Y ¿Cuál es la respuesta de los fieles del Señor ante este inmenso don de Dios? ¿Y cómo se empieza un camino de fe? Digo esto pensando en que estemos interesados en hacer este camino de fe. Desde luego que Dios es, seguro, el más interesado. Y eso por el infinito amor hacia sus criaturas. Ha de ser el hombre-su criatura- la que ha de estar más interesada, y sin embargo, en el mejor de los casos, se contenta con decir. ¡Ya me convertiré! De momento creo que en lo que tocan mis manos y ven mis ojos. Eso es lo seguro.
¡Qué paciencia de Dios con el hombre! Él desea hacer un camino de amor contigo y conmigo; para Él eres único e irrepetible; te llama por tu nombre, te recoge cuando desvías el camino y carga sobre sus Hombros contigo, como la oveja perdida. Y no te reprocha nada, amándote como eres, porque conoce tu barro.
Alfarero del mundo, has de romper mi jarro, deforme por mis pecados; pero no lo tires, que aún queda algo que aprovechar de mí; sólo Tú sabes hacerlo y encontrar en mí algo de la mecha humeante que suspira buscando una felicidad que no sabe dónde encontrar, y la caña cascada que no quebrarás. (Is 42,3)
Sólo Tú sabes enderezar mi camino, y encontrar, como si de una casualidad pareciese, el sendero que me conduce a Ti Pero este camino que me preparas, dura toda la vida. De ahí la pregunta del inicio:
¿Y cómo se empieza?
No hay reglas fijas, no hay manual a seguir. Este camino de Amor lo diseña Dios, Jesucristo. Y lo diseña para ti, única y exclusivamente, para ti.
Pero se me ocurren unas pautas. Al menos yo puedo hablar desde mi experiencia. Hay que tener el valor de coger el Evangelio. HE DICHO VALOR. Sí, porque, cuando te decidas a dar este paso, el diablo te dirá al oído:
Te vas a meter en un lío; eso no sirve para nada; es mejor una buena película; lo importante es ser bueno, ser solidario con los demás. Incluso, si tienes recelos, agárrate a alguna devoción, que te lleve a Dios. Son las MENTIRAS del demonio; también la recomendación de ir a Dios con devociones. El primer ser que cree en la existencia de Dios es Satanás.
Esas palabras, que en sí mismas tiene “visos” de realidad y hasta de bondad, encubren una maldad infinita propia del Príncipe de la Mentira, Satanás. Es cierto que hay que ser bueno, solidario, etc, que, por otro lado son virtudes cristianas. Es bueno tener devociones a los santos, que nos crean una atmósfera de cercanía de Dios. Pero hay que estar atentos: estas cosas, por sí solas, crean un velo que te oculta a Dios. Te desvía de la Palabra de Jesús revelada en su Evangelio, única Palabra que salva.
Recordemos que en el libro del Génesis, ya se nos relata el engaño del enemigo: “…seréis como dioses…” Era verdad. El hombre está llamado a ser como Dios: Dios se hizo hombre en Jesucristo para que el hombre llegase a ser “semejante” a Dios. Creado “a imagen y semejanza de Dios”. Para el diablo, la tentación de la manzana es, simplemente, hacer creer al hombre que él es el que dicta “el bien y el mal”, no admitir más juez que él mismo. Ese fue el gran pecado de Adán y Eva.
Y dicho esto, la pregunta sigue en el aire:
¿Cómo se empieza?
Lo primero es entrar en oración. Decirle al Señor, con el corazón abierto, con lágrimas en los ojos, desde tu pequeñez:
¡Señor, me gustaría conocerte, saber de Ti, sentir que existes! Aún no siento nada, no creo en nada, pero tanto se ha hablado de Ti…No puedo soportar la vida que llevo, porque nada me satisface. Quisiera saber qué hay de cierto, y, si es cierto que todo lo ves, que amas tanto como dicen, yo también quiero conocerte; y tengo prisa, se me acaba la vida, y no sé cómo empezar, cómo encontrarme contigo…!
Estoy seguro que Dios se te revelará. Y te marcará el camino, día a día, minuto a minuto, en la precariedad de cada día. Yo creo que en esta etapa, poco te pueden ayudar; sólo Dios. Él te llevará al Evangelio, donde se encuentra oculto para que lo busques, donde “bucees” como un submarinista se mete en el agua sin saber dónde está el fondo, y sin saber qué peligros le han de venir.
Es de gran ayuda en el camino de la fe, entonar las palabras del salmista en ese bellísimo Salmo 129 llamado “De profundis”, Salmo de esperanza y confianza en Dios-Yahvé:
Desde lo hondo a tí grito, Señor, ¡Escucha mi voz!
Estén tus oídos atentos a la voz de mi súplica
Si llevas cuenta de mis delitos, ¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón y así infundes respeto
Mi alma espera en el Señor, espera en su Palabra
Mi alma aguarda al Señor como el centinela la aurora
Alabado sea Jesucristo
Tomas Cremades
05-03-2015
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