37. Todos aquellos que son llamados por el Hijo de Dios al discipulado, son llamados también a participar de su vida, de su ser en el Padre. Es así, con este sello existencial, que multitud de hombres y mujeres se convierten, para un mundo que les contempla entre atónitos y perplejos, en maestros del vivir y del existir.
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