Las Cuarenta horas
El movimiento de la adoración eucarístico de las cuarentas horas ha sido estudiado por el agustino Don Félix Carmona Moreno en su trabajo titulado: “Cuarenta horas. Culto eucarístico con siglos de tradición.”
No está claro su origen, algunos la establecen en la Roma del siglo XIII, donde tuvo un carácter expiatorio por los pecados de la humanidad, recordando el tiempo aproximado de cuarenta horas que Cristo permaneció en la tumba de José de Arimatea hasta que resucitó en el Domingo de Pascua. Parece ser que esta iniciativa fue breve y no paso de ahí.
A partir del siglo XVI esta práctica vuelve a nacer otra vez en la ciudad de Milán y va a perdurar hasta la actualidad. Esta corriente de adoración eucarística, que en cierto modo sale para combatir la herejía protestante abarca el clero, a los monasterios y a los laicos.
El movimiento de la adoración eucarístico de las cuarentas horas ha sido estudiado por el agustino Don Félix Carmona Moreno en su trabajo titulado: “Cuarenta horas. Culto eucarístico con siglos de tradición.”
No está claro su origen, algunos la establecen en la Roma del siglo XIII, donde tuvo un carácter expiatorio por los pecados de la humanidad, recordando el tiempo aproximado de cuarenta horas que Cristo permaneció en la tumba de José de Arimatea hasta que resucitó en el Domingo de Pascua. Parece ser que esta iniciativa fue breve y no paso de ahí.
A partir del siglo XVI esta práctica vuelve a nacer otra vez en la ciudad de Milán y va a perdurar hasta la actualidad. Esta corriente de adoración eucarística, que en cierto modo sale para combatir la herejía protestante abarca el clero, a los monasterios y a los laicos.
A partir de 1527, las cuarentas horas se convierte
en prácticas de devoción popular, se arraiga en el pueblo
y se abre camino para conseguir primero la aprobación de
los prelados diocesanos y después la de los Papas.
Aunque ya existía la fiesta del Corpus Cristi, la práctica
de las cuarentas horas promovía un culto más frecuente
así como una entrega mayor de los fieles a Cristo.
En el punto de origen de este movimiento, nos encontramos a Arcángela Panigarola, monja agustina del monasterio de Santa Marta de la ciudad de Milán. Fue varias veces Priora y maestra de novicias, estuvo dotada de grandes dones sobrenaturales y al parecer sufrió una serie de revelaciones que le animaban a realizar una serie de renovaciones de la vida cristiana.
En ese sentido fundó el Cenáculo de la Eterna Sabiduría en su monasterio, donde se reunían para orar ante el Sagrario. Esta beata veía a Jesús en la Hostia Santa y oía que la llamaba para acudir a éste. El grupo que formaban el cenáculo adoraban a Cristo crucificado, resucitado y presente en el sagrario. El padre Juan Belloti que fue su director espiritual, escribió su biografía en la que cuenta las numerosas gracias de que esta monja fue objeto. De hecho él mismo también formo parte en aquel Cenáculo llamado de la Eterna Sabiduría.
En el punto de origen de este movimiento, nos encontramos a Arcángela Panigarola, monja agustina del monasterio de Santa Marta de la ciudad de Milán. Fue varias veces Priora y maestra de novicias, estuvo dotada de grandes dones sobrenaturales y al parecer sufrió una serie de revelaciones que le animaban a realizar una serie de renovaciones de la vida cristiana.
En ese sentido fundó el Cenáculo de la Eterna Sabiduría en su monasterio, donde se reunían para orar ante el Sagrario. Esta beata veía a Jesús en la Hostia Santa y oía que la llamaba para acudir a éste. El grupo que formaban el cenáculo adoraban a Cristo crucificado, resucitado y presente en el sagrario. El padre Juan Belloti que fue su director espiritual, escribió su biografía en la que cuenta las numerosas gracias de que esta monja fue objeto. De hecho él mismo también formo parte en aquel Cenáculo llamado de la Eterna Sabiduría.
Este Cenáculo de la Eterna Sabiduría, al parecer
dio lugar a una serie de vocaciones sacerdotales ya que
San Antonio María Zacarías nos cuenta que de este
Cenáculo salieron “ministros nuevos, que con su esfuerzo
apostólico y con la ejemplaridad de su vida, habrían
revitalizado la disciplina de los eclesiásticos y las
costumbres del pueblo”.
De este modo renace el culto eucarístico de
cuarenta horas en Milán, cuyo iniciador seria Juan
Antonio Belloti, que fue un célebre predicador enviado
por Francia para poner paz entre los soldados y el pueblo
milanés.
Belloti que era también agustino, empezó por atraer a los fieles más creyentes del Cenáculo de la Eterna Sabiduría. En 1527, cuando Belloti predicaba la cuaresma, empezó a recomendar a sus oyentes que permanecieran durante cuarenta horas seguidas delante del Santísimo para suplicar a Dios el cese de la guerra. Esto tuvo una gran acogida ente los fieles, de tal modo que ese año se repitió el ejerció cuatro veces más, en Pascua, Pentecostés, Asunción y Navidad. En los años siguientes se realizó lo mismo en la Catedral y en las parroquias de Milán.
Por aquellos tiempos estuvo en Milán, San Antonio María Zacarías, que fue fundador de los Barnabitas. Este tomo el testigo de Belloti y fomentó este movimiento en pequeños pero fervientes grupos. Le dio una forma más solemne y lo extendió a todos los fieles. A partir del mes de Mayo del año 1537 consigue que la práctica de las cuarenta horas se haga solemnemente por turnos en todas las iglesias de la ciudad. Contó con la colaboración de Fray Bono, el capuchino Fray José y Piantanida de Cermo, y más tarde de San Carlos Borromeo; así establecieron la práctica de las cuarenta horas en todas las diócesis de Milán. Pronto consiguen la aprobación de los Sínodos diocesanos y el Sínodo de 1565 establece unas normas para la oración que llamaban de las cuarenta horas ante el Santísimo Sacramento, a la que muy frecuentemente suele acudir el pueblo, por su piedad y religión.
Belloti que era también agustino, empezó por atraer a los fieles más creyentes del Cenáculo de la Eterna Sabiduría. En 1527, cuando Belloti predicaba la cuaresma, empezó a recomendar a sus oyentes que permanecieran durante cuarenta horas seguidas delante del Santísimo para suplicar a Dios el cese de la guerra. Esto tuvo una gran acogida ente los fieles, de tal modo que ese año se repitió el ejerció cuatro veces más, en Pascua, Pentecostés, Asunción y Navidad. En los años siguientes se realizó lo mismo en la Catedral y en las parroquias de Milán.
Por aquellos tiempos estuvo en Milán, San Antonio María Zacarías, que fue fundador de los Barnabitas. Este tomo el testigo de Belloti y fomentó este movimiento en pequeños pero fervientes grupos. Le dio una forma más solemne y lo extendió a todos los fieles. A partir del mes de Mayo del año 1537 consigue que la práctica de las cuarenta horas se haga solemnemente por turnos en todas las iglesias de la ciudad. Contó con la colaboración de Fray Bono, el capuchino Fray José y Piantanida de Cermo, y más tarde de San Carlos Borromeo; así establecieron la práctica de las cuarenta horas en todas las diócesis de Milán. Pronto consiguen la aprobación de los Sínodos diocesanos y el Sínodo de 1565 establece unas normas para la oración que llamaban de las cuarenta horas ante el Santísimo Sacramento, a la que muy frecuentemente suele acudir el pueblo, por su piedad y religión.
En otro Sínodo se establece las condiciones para
fundar esta práctica se adora en cualquier iglesia, que
debe contar siempre con la autorización del prelado,
San Antonio María lleva este movimiento fuera de la diócesis de Milán; y así en 1537 se establece en la ciudad de Vicenza, donde resurge el hábito de la comunión frecuente ligado a la adoración eucarística de las cuarenta horas.
En Roma la introduce y fomenta San Felipe Neri, empezando en la Iglesia de la Santísima Trinidad de los Peregrinos en el año 1550. Aunque algunos piensan que en esta ciudad podría haber pervivido esta práctica desde el siglo XII.
San Antonio María lleva este movimiento fuera de la diócesis de Milán; y así en 1537 se establece en la ciudad de Vicenza, donde resurge el hábito de la comunión frecuente ligado a la adoración eucarística de las cuarenta horas.
En Roma la introduce y fomenta San Felipe Neri, empezando en la Iglesia de la Santísima Trinidad de los Peregrinos en el año 1550. Aunque algunos piensan que en esta ciudad podría haber pervivido esta práctica desde el siglo XII.
El 30 de Noviembre 1539 el Papa Paulo III
aprueba esta y otras cofradías en torno al cuerpo y la
sangre de Cristo para toda la iglesia, a través de la bula
Dominus Noster. Este movimiento recibió gracias e
indulgencias pero fue Clemente VIII el que a través de la
Constitución Grabes Diuturnae, de fecha 25 de
noviembre de 1592, el que estableció la normalización
institucionalizada de la piadosa y saludable oración de las
cuarenta horas, dispone que se establezcan turnos de
varios días en todas las iglesias de la ciudad, de manera
que día y noche se mantenga la oración ante el Señor sin
interrupción.
El fin de San Antonio María Zacaría era la de establecer una adoración eucarística pública, solemne, continuada y permanente. De ahí que, al terminar el ejercicio de las cuarenta horas en una parroquia se iniciara inmediatamente en otra, de tal modo que se llegara a conseguir una oración y contemplación ininterrumpida en la ciudad.
En los siglos XVII y XVIII tuvo una gran expansión y en muchas parroquias e iglesias conventuales se dedicaba a un triduo de cuarenta horas durante los tres días anteriores al miércoles de ceniza, Adoración del Santísimo en reparación por los abusos y faltas de moralidad de los días de carnaval. Tal finalidad perduró hasta tiempos recientes como las Cuarenta horas los cuatro días anteriores a carnaval en Palma de Mallorca, Madrid y Barcelona.
El fin de San Antonio María Zacaría era la de establecer una adoración eucarística pública, solemne, continuada y permanente. De ahí que, al terminar el ejercicio de las cuarenta horas en una parroquia se iniciara inmediatamente en otra, de tal modo que se llegara a conseguir una oración y contemplación ininterrumpida en la ciudad.
En los siglos XVII y XVIII tuvo una gran expansión y en muchas parroquias e iglesias conventuales se dedicaba a un triduo de cuarenta horas durante los tres días anteriores al miércoles de ceniza, Adoración del Santísimo en reparación por los abusos y faltas de moralidad de los días de carnaval. Tal finalidad perduró hasta tiempos recientes como las Cuarenta horas los cuatro días anteriores a carnaval en Palma de Mallorca, Madrid y Barcelona.
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