Una Profesora preguntó en clase a sus alumnos: ¿Quién es Dios?
Uno de los niños respondió: Dios es nuestro Padre, el más sabio, creador del mundo y de cuanto existe; nosotros somos sus hijos y un día nos llevará al Cielo.
¡Muy bien! Contestó la profesora. Y ahora decidme: ¿Cómo sabéis que existe Dios, si no lo habéis visto nunca? La clase enmudeció. Todos los planteamientos que se habían hecho de Dios caían súbitamente, abriendo en los niños como un vacío que les sumergían en el engaño recibido de sus padres y profesores.
Pero Dios, que siempre habla por boca de sus pequeños, los “anawim” de Dios, los más humildes, inspiró a otro:
Mi madre dice que Dios es como el azúcar que me echa todos los días en la leche del desayuno. Yo no la veo, pero siento su dulzura. Si no estuviera, yo sentiría que la leche es como ácida, no tendría sabor. Dios está siempre con nosotros aunque no lo veamos, es nuestra azúcar que nos endulza en las penas, los sufrimientos de nuestra vida.
Y este azúcar sólo engorda el alma y el espíritu, y te acompaña en los momentos más amargos de tu vida. Hay que tenerla siempre a mano, para que Él no nos falte.
Es verdad, Tú eres un Dios escondido
El Dios de Israel, el Salvador (Is 45,15)
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