Y aconteció que, prosiguiendo ellos su camino, Jesús entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. Y ésta tenía una hermana que se llamaba María, la que, sentándose a los pies de Jesús, escuchaba su palabra.
Lc 10; 338-39
A TUS PIÉS
A tus pies , plantada mi vida en tu orilla
Ahí quiero estar
Ahí donde no sienta el calor del sol y mi vida discurra sin prisas,
Con tu agua corriendo por las venas de mi alma
Con la quietud de tu Paz
Ahí donde sólo sea mi deseo escucharte
Y vivir en ti
El lugar que deberíamos elegir sin pensarlo
El lugar al que pertenecemos, a tu lado, en tu orilla
Pero cada día esta condición que nos limita,
Nos impone una vida arrastrada hacia ningún lugar
Lejos de tu paz, de tu quietud de tu caudal de agua infinita
Y ahora paro, y rezo, y me sujeto a ti
Y tú arrastras de nuevo mi vida a tu quietud
Aquí de nuevo, reconozco tu rostro, tus pies tu mirada
Aquí de nuevo, tu Paz infinita
¡Gracias, Señor!
¡Gracias, Señor!
Y Samuel creció, y Dios estaba con él, y no dejó caer a tierra ninguna de sus palabras.
Y todo Israel, desde Dan hasta Beerseba, conoció que Samuel era fiel profeta de Dios.
1 Sm 3; 19-21
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