jueves, 27 de octubre de 2016

EL CÍRCULO INFINITO (por Tomás Cremades)

Dios como conjunto de todas las perfecciones

En el Evangelio de Jesucristo según san Mateo, nos dice Jesús: “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5,48). Y la pregunta está en el aire: ¿Puede ser perfecto el hombre?  Evidentemente ¡No! ¿Cómo nos pide, pues, el Señor, un imposible?
Sabemos por las matemáticas que el círculo tiene una propiedad, que diríamos, le define respecto de las otras figuras geométricas: todos sus puntos distan lo mismo de su centro. Esa es su medida de perfección. ¿Es más perfecto un círculo de pequeño diámetro que uno de tamaño mayor? Todos responderíamos que no. Hemos definido la perfección del círculo en orden a la distancia desde su centro a cualquier punto. Es decir: todos los círculos son perfectos. Dios es el círculo perfecto, de radio,- léase atributos -, inifinito  y lleno de toda perfección. El hombre, en su pequeñez, si se ajusta a Dios, también puede llegar a ser perfecto.
Otro argumento: Fijémonos en una manzana que ha caído del árbol porque ya estaba madura. Esa manzana es del color de su especie: dorada, roja, etc. No tiene protuberancias, es redonda, no le ha picado ningún pájaro, no tiene enfermedades, ni gusanos: es Perfecta. 
Fijémonos en esa manzana antes de caer del árbol: es más pequeña, aún no tiene el color definitivo, pero ya va cogiendo su forma, no tiene picaduras ni golpes…en el tiempo que ha estado creciendo va camino de la perfección…Será perfecta.
Dios es como la Manzana madura: es todo Plenitud. En Él se refleja toda la infinita belleza del Padre, es exactamente como el Padre. Nosotros somos como la manzana pequeña: en esa edad, también podemos ser perfectos. Cuando hayamos madurado, cuando hayamos crecido, cuando haya llegado nuestro tiempo…seremos perfectos a los Ojos de Jesucristo. Esta manzana es como el hombre que la Escritura llama “débil y de pocos años”; es pequeño en la fe.
“…Porque siervo tuyo soy, hijo de tu sierva, hombre débil y de pocos años, demasiado pequeño para conocer el juicio y las leyes…” (Sb 9,5)

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