A cierta distancia, el cobrador de impuestos ni siquiera se atrevía a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho y decía: ‘¡Oh Dios, ten compasión de mí que soy pecador!’ .Os digo que este cobrador de impuestos volvió a su casa perdonado por Dios; pero no el fariseo. Porque el que a sí mismo se engrandece será humillado, y el que se humilla será engrandecido
Lc 18; 13-14
SOMOS DE TI
Si no fuéramos de ti, no brillaría nuestro rostro y nuestros ojos cuando la bondad habita en nuestra alma.
Si no fuéramos de ti, nos sentiríamos plenos en el mundo, disfrutando de lo que la corta realidad de nuestras necesidades nos regala.
Si no fuéramos de ti, no te buscaríamos y nos conformaría la vida que llega y no la que anhelamos.
Somos de ti porque cuando te encontramos en los pequeños huecos de nuestra jornada, estallamos de gozo.
Somos de ti porque solamente sentimos plenitud cuando estamos en ti.
Somos de ti porque no nos conformamos con verte lejos, queremos sentirte, vivirte, palparte.
Somos de ti, porque solamente en ti descansamos.
Quien no te conoce, te anhela.
Quien no te ha visto, te sueña.
Quien no sabe si existes, te encuentra en los que te han encontrado.
Todos te pertenecemos, quien lo sabe y quien no lo sabe.
Todos te pertenecemos, quien lo sabe y quien no lo sabe.
Nacidos a los pies de una Cruz que hace más de 2.000 años nos redimió.
Comprendidos entre dos brazos clavados, los brazos de nuestro Dios
que abrazó a la humanidad sin distinciones en aquel gesto de morir para vivir,
en aquel gesto que dejó para siempre abierta la puerta de la misericordia.
¡Señor, grita, diles a todos que somos de Ti!
Mira, Señor, desde el cielo,
desde ese lugar santo y glorioso en donde vives.
¿Dónde están tu ardiente amor y tu fuerza?
¿Dónde están tus sentimientos?
¿Se agotó tu misericordia para con nosotros?
Is 63; 15-16
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