Desde tu morada riegas los montes, y la tierra se sacia de tu acción fecunda;
Se llenan de savia los árboles del Señor, los cedros del Libano que Él plantó.
Nos riega con su palabra y nos hace llegar a ser cedros del Líbano, llenos de hojas medicinales, y a su sombra se refugian los que necesitan ser curados por el Señor.
Y generación tras generación envías tu Espiritu Santo y los creas y repueblas la faz de la tierra.
¡Bendice alma mía al Señor!
(Por Carmen Pérez)
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