Decir Sí a Dios, no es cuestión de sentimentalismos ni de fervores tan emocionales como pasajeros. Decir Sí a Dios, es decir Sí a su Palabra desde un amor profundo que brota del alma y que tiene la fragancia de la fidelidad.
Es un decir Sí tembloroso, al Evangelio, que nos sobrepasa por completo, confiados en el Señor Jesús que nos lo propone. A éstos, el mismo Jesús les llama Bienaventurados, y ya sabemos quien fue y es la primera Bienaventurada...ella, la primera que dijo Sí a la Palabra... María. Ella es la Madre de todos los Bienaventurados.
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