Toda la muchedumbre se puso a gritar: ¡fuera ése, suéltanos a Barrabás! (Lc 23, 18). A estas alturas del conocimiento, por poco que se tenga de los Evangelios, todos hemos oído algo sobre este preso que Mateo le define como “famoso”: “…Tenían, a la sazón, un preso famoso llamado Barrabás…” (Mt 27,16). Sería famoso, probablemente, porque sería muy conocido en los ambientes de aquel tiempo por la guerra de guerrillas que los más exaltados del pueblo judío mantenían con el invasor: el pueblo de Roma. Los Evangelios tratan este encuentro recordando la profecía de Isaías: “…Fue contado entre los malhechores…” (Is 53,12)
¿Era casualidad el encuentro entre Jesús y Barrabás? Hemos de prescindir de la casualidad. Y mucho más cuando el tema que nos ocupa trata directamente con la historia de la salvación de la humanidad. Realmente la casualidad no existe, es palabra pagana que trata de explicar lo inexplicable a los ojos de los hombres, ni debe formar parte del lenguaje cristiano. Para nosotros, es Providencia Divina, ya que todo está previsto por Dios.
Si vamos a la etimología de la palabra Barrabás, Bar-Abbas significa “hijo del padre”, concepto de carácter mesiánico, en cuanto a libertador del oprimido pueblo de Israel. Al hilo de esto, la gran guerra mesiánica del año 132 fue acaudillada por un tal Bar-Kokebá, que significa “hijo de la estrella”, con una composición etimológica similar y con la misma intención (Joseph Ratzinger, Jesús de Nazaret, cap2).
Orígenes, uno de los Padres de la Iglesia Primitiva, nos añade un concepto realmente curioso: en muchos de los manuscritos de los Evangelios hasta el siglo lll, el nombre del citado revolucionario era nada más y nada menos que el de “Jesús Barrabás, Jesús hijo del padre”. Es, como si dijéramos, el doble de Jesús, con una misión similar, pero defendida totalmente diferente. Jesús es el Príncipe de la Paz, atributo que nunca fue, ni sería, del tal Barrabás.
Aquí, pues, hay un mesías, un libertador, que acaudilla un pueblo esclavo por el poder romano, que llevaría al tal libertador a un caudillaje puramente humano, con toda la violencia que nos cuenta la historia, frente al verdadero Mesías Jesucristo, Hijo de Dios Padre, que libera al hombre de todo mal en la tierra pero sobre todo en el camino hacia el Cielo, que se inmola voluntariamente para la remisión de los pecados de todos los hombres en aras de su salvación.
Siguiendo el razonamiento, podríamos inferir que: “…Mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni mis caminos son vuestros caminos…” (Is 55, 8-9).
El tal Barrabás en su concepto mesiánico, en nada tiene que ver con el Mesías prometido por Dios, Jesús de Nazaret
Alabado sea Jesucristo
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