Al igual que el pueblo de Israel, en su Éxodo durante cuarenta años por el desierto, la vida de todo hombre es una peregrinación. Si ésta encuentra en Dios su fuerza, será bienaventurado: cuando atraviese áridos valles, los convertirá en oasis, gracias a la Palabra – Evangelio -, incubada en su corazón.
En la vida encontramos constantemente estos valles que no poseen alimento ni Agua Viva – Jesucristo -, para alimentar su sed de Dios. Son los áridos valles, las cañadas oscuras de que nos habla el Salmo 23: “…Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo porque Tú vas conmigo…”
Sólo la Luz de su Palabra ilumina nuestro camino: “…Lámpara es tu Palabra para mis pasos, Luz en mi sendero…” (Sal 118, 105)
Bienaventurados los que encuentran en Ti su fuerza
Al preparar su peregrinación:
Cuando atraviesan áridos valles los convierten en oasis
Como si la lluvia temprana los cubriera de bendiciones (Sal 83)
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