domingo, 11 de septiembre de 2016

La venganza (Tomás Cremades)

¿Quién no ha oído alguna vez que la venganza es el placer de los dioses? ¡Pues es verdad! Es totalmente cierto: pero de los dioses con minúscula. Porque los dioses existen, ¡vaya si existen! Los tenemos dentro de nuestro corazón, hablándonos constantemente, día y noche y hasta en sueños. Y se alimentan de eso: de la venganza.
Cuando alguien o algo te han hecho un mal, salen a relucir de forma inmediata, como con un resorte. En nuestra cultura, decimos: El que da primero, da dos veces. Así que: ¡ánimo! ¡Que no se nos adelanten! ¡Demos primero!
Y esto da placer a esos dioses, que son por ejemplo, nuestro YO, nuestro orgullo, nuestra soberbia…
“Sabéis que los jefes de las naciones las dominan, y los grandes las oprimen. No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera ser el primero sea vuestro servidor, de la misma manera que el Hijo del Hombre no ha venido a ser servido, sino a servir, y a dar su vida como rescate por muchos…” (Mt 20, 25-28). Sabias y prudentes palabras de Jesús. 
Nos dice la Escritura: “…De la boca de los niños de pecho has sacado una alabanza contra tus enemigos, para reprimir al adversario y al rebelde…” (Sal 8). Esa es la forma de reprimir al que nos hace mal: por medio de alabanza y el perdón; y nada menos que como si saliera de la boca de un niño.
“…Habéis oído que se dijo a los antepasados: No matarás; y aquel que mate será reo ante el Tribunal. Pues yo os digo: todo aquel que se encolerice contra su hermano será reo ante el Tribunal; pro el que llame a su hermano “imbécil” será reo ante el Sanedrín; y el que le llame “renegado” será reo de la gehena de fuego…” (Mt 5, 21-22) 
San Pablo pone la guinda al decirnos: “…Bendecid a los que os persiguen; bendecid, sí, no maldigáis; con los que ríen estad alegres; con los que lloran llorad. Tened igualdad de trato unos con otros…” (Rm12, 14-16)
Estos hermosos textos de la Escritura, apoyados en la Sabiduría de Jesucristo, nos enseñan a no ser vengativos, a amar a los que no nos aman, a entregar la vida por todos. Esta es la belleza de nuestra fe católica, única religión que perdona al enemigo, amándole como Jesús hasta el extremo de dar la Vida por él.
 
Alabado sea Jesucristo

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