sábado, 19 de septiembre de 2015

La voz de las aguas caudalosas (Tomás Cremades)

Muchas veces hemos comentado que el lenguaje de los Salmos es el que Jesucristo mantenía con su Padre, puesto en oración, tantas y tantas noches que nos relatan los Evangelios.
Es por eso es una fuente de oración y de inspiración de todo el que quiere acercarse a la oración con palabras que trascienden la sabiduría humana para acercarse a la Sabiduría de Dios.
Meditando en el Salmo 92 en la oración de Laudes, aparece con fuerza el versículo de “aguas caudalosas”, esto es una corriente de agua que transporta un enorme caudal.
Dice el Salmo:

Levantan los ríos, Señor
Levantan los ríos su fragor
Pero más que la voz de aguas caudalosas
Más potente que el oleaje del mar
Más potente en el cielo es el Señor

Es decir, hay voces que no son las de Dios, que nos anegan el alma. Que nos alejan del Señor. Que visten de belleza, con la belleza de Luzbel-Satanás, opuesta a la Belleza del Creador.
Jeremías nos recuerda estas ingentes aguas sobre las que está instalada Babilonia. Los judíos han sido deportados a esta ciudad, y el profeta anuncia el castigo de Yahvé contra ella por sus infidelidades.
Dice:

Sobre las murallas de babilonia izad bandera
Reforzad la guardia, preparad celadas,
Que también Yahvé ha tomado un acuerdo
También Él va a cumplir lo que dijo sobre los habitantes de Babilonia
Tú, la que está instalada sobre ingentes aguas…

El Salmo 31 nos recuerda que el reconocimiento del pecado por parte del pecador nos obtiene el perdón de Dios.
Dice así:

Reconocí mi pecado, y no te oculté mi culpa
Me dije: confesaré a Yahvé mis rebeldías, y Tú absolviste
Mi culpa y mi pecado
…Por eso, quien te ama te suplica, llegada la hora de la angustia
Y, aunque aguas caudalosas se desborden jamás le alcanzarán

Pero hay otras aguas que nos llegan como el “viento suave de Elías”, que nos levantan hasta la Vida Eterna, que nos limpian de nuestras idolatrías. Son las aguas de que habla Jesucristo a la Samaritana, cuyo nombre es poco conocido, Fotina.
La Samaritana va a la fuente, al pozo a sacar agua para beber, y allí le espera Jesús. La Samaritana es imagen de la Humanidad perdida en tantas idolatrías; Jesús le recuerda sus cinco maridos, como símbolo de las cinco ciudades idólatras que los samaritanos habían traído a la vuelta del destierro de Babilonia. Por ello ella le pregunta si hay que dar culto a Dios en Jerusalén, como los judíos, o en el monte Garizín, como los samaritanos.
Jesucristo le contesta que hay que dar culto a Dios EN ESPÍRITU Y EN VERDAD.
Dice Jesús:
Todo el que beba de esta agua volverá a tener sed; pero el que beba del Agua que Yo le dé no tendrá sed jamás, sino que el Agua que Yo le dé se convertirá en él en Agua que salta para la vida Eterna. (Jn 4, 13-15)
Tengamos, pues, cuidado de las aguas caudalosas que nos apartan de la verdadera Fuente de Agua que es Jesucristo, revelado en su Evangelio, verdadera Fuente de Vida.
Alabado sea Jesucristo
27-04-2015

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