DIOS HA PUESTO SUS PIES EN LA TIERRA.
Se prepara una gran fiesta. La tierra entera expectante ya, se alegra por la visita de Aquél que está por llegar.
Preparemos "nuestra casa", pues no es cualquiera quien nos va a visitar.
Una mujer está encinta, y en su seno virginal lleva la inmensidad infinita, que por su SÍ y su HUMILDAD de Dios aceptó su voluntad.
A esta mujer sencilla llamada María, el Angel Gabriel le anunciaría que el que de ella iba a nacer sería el Enmanuel (Lc.1, 31-38).
Preparemos "nuestra casa", pues aunque de la Virgen nacerá, Él querrá que en nuestra alma le engendremos y en nosotros habitar.
María convertida en sagrario, ni corta ni perezosa a Isabel fue a visitar, pues informada por el Ángel, le dijo: "tu prima de seis meses está" (Lc 1, 36).
Y sucedió que Isabel al ver a María, el espíritu la inundó, y Juan en sus entrañas de gozo saltó (Lc 1, 39-41).
¡Llegó la hora del parto!!. No fue fácil ni sencillo, pues José y María pasaron gran dificutad, se le cerraron muchas puertas, pues no encontraban hospitalidad. Y después de muchas fatigas, a un establo llegaron a parar (Lc 2, 1-7).
¡El gran acontecimiento de la historia ocurrió! ¡¡De la Virgen UN NIÑO NOS HA NACIDO!! Es el Hijo de Dios, nuestro salvador; la luz que ilumina a toda la humanidad al poner sus pies en la tierra para disipar nuestras tinieblas y conducirnos a la paz y a la verdad (Lc 1, 78-79).
La madre toma a su Hijo en sus brazos y en pañales lo envolvió. Como no tenía cuna, en el pesebre lo recostó (Lc 2, 7). Ninguna cuna por majestuosa, semejante honor na recibido como la del humilde pesebre que al Niño Dios, entre pajas, vio dormido.
Preparemos "nuestra casa", pongamos una cuna en nuestro corazón; arrullemos y adoremos al recien nacido nuestro Dios y Salvador.
¡¡Algo grande ha ocurrido!!...... ¡¡Ha nacido Dios!!
Los magos que le adoraron le ofrecieron sus regalos; estos son: Mirra, como hombre. Oro, como rey. Incienso, como Dios. Los pastores intrigados quisieron ver lo que los ángeles les anunciron, y corrieron a Belén también para adorarlo (Lc. 2- 11).
Y María asombrada, apoyada en José, ambos no entendían, no sabían los designios del señor, ni pretendían dar vueltas a la razón. Pero en fe y obediencia, porque creyeron en Dios, todas estas cosas las guardaban en su corazón.
Preparemos "nuestra casa". Dejémos entrar el Señor. El será nuestra alegría y nuestro consuelo en el dolor.
Aprendamos de María, y llevemos al Señor donde quiera que vayamos, y al presentarles a Dios, también otros salten de gozo ante la presencia del Redentor.
¡¡"GLORIA A DIOS EN EL CIELO, Y EN LA TIERRA PAZ A LOS HOMBRES DE BUENA VOLUNTAD"!! (Lc. 2, 14)
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