"Elévate sobre el cielo, Dios mío y llene la tierra tu gloria" (Salmo 56).
Desde lo alto, observas tú Señor, el comportamiento de todas tus criaturas porque tu deseo es rescatar y bendecir con tu amor a todos los hombres de la tierra. Por eso, Señor, extiende tu manto de gloria desde lo alto y envuelve a todas las gentes que confían y esperan en tí, porque de tí procede todo bien y nos lo quieres dar a manos llenas. Sí Señor, llénanos de tí, de tu verdad, tú mismo eres la Verdad, y contigo no seremos arrastrados por la falsa gloria mundana.
Tú eres Señor, nuestra paz y nuestra gloria, porque el mundo rebosó de esta gloria y fue bendecido con la Encarnación de tu Hijo Jesucristo; con su Evangelio, por el cual entregó voluntariamente su vida en la cruz, y después de su resurrección y ascensión a los cielos a toda la tierra llegara su Palabra, enseñándonos un camino perfecto para nuestra salvación.
Yo soy sólo un granito de esa tierra sobre la que tú Señor, quieres llenar de tu gloria, y como me conoces bien y sabes que espero en tí, aunque no merezco nada, sólo te digo: soy pecadora, ten misericordia de mí. Espero y me agarro a tus Palabras: "No temas, que te he redimido, te he llamado por tu nombre, tú eres mío". (Isaías 43,1).
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