¿Cuántas veces habremos realizado en nuestra vida enormes sacrificios para conseguir algo que parecía que “se nos iba la vida en ello”? ¡Cuántas preocupaciones que sólo han sido eso: pre – ocupaciones. Es decir, ocuparnos de algo que suponemos ha de llegar. Y luego, a lo mejor, o a lo peor, no llega.
El Evangelio nos pone frente a nuestra vida, frente a nuestras debilidades, pecados, angustias…” ¡Marta, Marta, te preocupas de muchas cosas; ¡sólo una es necesaria! Nos dice Jesús. ¡Y María ha elegido la mejor parte, y no le será quitada! La mejor parte: escuchar al Señor.
Sabemos que estamos de paso, que nos ha de llegar la muerte, pero está ahí, ¡parece que nunca llega, que sólo le llega a los demás…! Y, lejos de tener miedo, quizá miedo al dolor, no queremos mirar ni prepararnos para ella. Dios que nos creó con Él, no nos dejará sin Él, decía el santo. Dios que desde siempre pensó en nosotros, -Eterno Presente -, no nos dejará en el último instante, si le hemos sido fieles. Fidelidad que significa cumplir nuestro compromiso de amor con Él.
Ocurre que cuando te miras hacia dentro, y ves tu vida, tus anhelos quizá fuera del plan de Dios, te asustas…crees imposible el perdón del Señor. Y no es así; Dios no lleva cuenta de los pecados del pecador arrepentido. Dimas, san Dimas, pecador confeso, pero arrepentido de su vida, obtuvo el perdón de Jesucristo. Ahí está la “confianza”, que no es otra cosa que “fiarse” de Jesús, de su Amor y de su perdón.
Pues aunque uno viva setenta años, y el más robusto hasta ochenta, la mayor parte del tiempo son fatiga inútil (Sal 89,10)
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