12. Un corazón dilatado por la convivencia con Dios absorbe la realidad y el deseo en equilibrada proporción. Sólo así, lo visible y tangible queda enriquecido por la fantasía de Dios, el imposible que nos propone y promete como a Abraham (Gé 18,10-14), a María (Lc 1,26-38), etc. Es que no hay hombre más pobre, más incompleto, que el que se cierra a “los imposibles” que Dios quiere hacer en él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario