Permaneced en mí, y
yo en vosotros. Como el sarmiento no puede llevar fruto por sí mismo, si no
permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la
vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva
mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.
Jn 15,4-5
Como cántaros vacíos, nos llenamos de Ti en la oración,
Somos AMOR en la medida en que tu voz entra en nosotros.
No podemos amar a los demás, especialmente a los que no amamos, si Tú
no depositas tu propio ser divino en nuestra alma.
Es éste el misterio insondable de nuestra relación;
Es la forma en que Tú quisiste quedarte entre nosotros, descendiendo
del cielo en cada lugar dónde un alma
orante levanta los ojos al cielo.
Y por esto, Jesús nos dijo “Orad sin descanso”, hacedlo para traer el
cielo a la tierra, sed transmisores del amor de Dios, disponeros a servir de
mensajeros del amor de Dios a los hombres.
Y este amor que se multiplica alcanza a la humanidad a través de
“torpes” discípulos que no poseen lo que portan pero anhelan cada día servir de
espacios habitados por Dios en el mundo.
Levanto mis ojos a los montes:
¿de dónde me vendrá el auxilio?
El auxilio me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
El auxilio me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
Salmo 120,
1-2
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