Nuestras relaciones entre personas y colectivos están sujetas y basadas en la confianza. Confianza en una o unas creencias que dan crédito a alguien, concediéndole su favor, su adhesión. Dicha confianza hecha creencia exige fidelidad y engendra lealtades.
Pues bien, si necesitamos depositar nuestra confianza en personas, programas, proyectos, ideas o en partidos políticos, basados todos, en “sola palabra humana” (que por sabia y experimentada, siempre es infiel)…, pregunto ¿cómo no depositar tanta o mayor grado de confianza y crédito concedido a la Palabra de Dios Revelada, para desarrollar una vida mejor en justa equidad nivelando derechos personales? Palabra de Dios que transmite su propio Hijo Preexistente Jesucristo, nuestro Señor; desde su Evangelio. Que al asumir nuestra propia humanidad, es a un tiempo, Palabra tanto divina como humana. Ella no solo nos relaciona y proyecta nuestra realidad dentro del ámbito divino, sino que tiene poder y fuerza para que todo lo humano, sea aun más humano: fraterno. Y descubre al hombre quien es verdaderamente Dios y quien es la persona, de su procedencia y origen, como de su misión y destino…, que no es otro más que su retorno junto a Él. Todo estriba en nuestra elección, puesto que la confianza ¡ya la tenemos ¡
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