miércoles, 16 de noviembre de 2016

LOS ELIGIÓ PESCADORES (por Tomás Cremades)

Al pasar junto al mar de Galilea, vio Jesús a Simón y Andrés, su hermano, largando las redes en el mar, pues eran pescadores, y les dijo: “Venid conmigo, y os haré llegar a ser pescadores de hombres” (Mc 1,16-17). El mar, en los tiempos de Jesús, era considerado como el mundo de las tinieblas. Es donde habita el Leviatán, el monstruo marino, que representa el Maligno. 

Tú hendiste el Mar con tu poder, Quebraste las cabezas de monstruos marinos 
Machacaste las cabezas de Leviatán 
Y las echaste como pasto a las fieras… (Sal 74, 13-15)

Y también:

¿Pescarás con anzuelo a Leviatán¿Sujetarás su lengua con cordeles? (Job 40)

Y, por último:

Aquel día castigará Yahvé, con su espada dura,
Grande y fuerte, a Leviatán serpiente huidiza, a Leviatán, Serpiente tortuosa, y matará al dragón que hay en el mar (Is, 27,1)
 
Y, en este ambiente bíblico, Jesús, penetra en el mundo de las tinieblas, en el mar, con los hombres que día a día se enfrentan a los peligros del viento, oleajes y tempestades, donde habitan también los peligros del Leviatán-el diablo.
Así, rescata Jesús desde ese mundo tenebroso, a sus discípulos. Y desde ese mundo, Él caminará sobre las aguas como Dueño y Señor del Universo.(Mt 14,22). E invitará a Pedro a seguirle. Y nos envía a nosotros, como peces rescatados del mal, para realizar la tarea evangelizadora de su Reino: “…Venid conmigo, y os haré pescadores de hombres…” (Mt 4,19)
Curiosamente, la palabra “pez” se dice en griego Ichthys, bello acróstico que describe quién es Cristo para los creyentes: “Iesous Christos Theou YiosSoter”que significa Jesús Cristo Hijo de Dios Salvador 
En el siglo ll, para identificarse los cristianos en tiempos de persecución, dibujaban un pez formado por dos arcos unidos, de tal forma que la primera persona pintaba un arco, y si la segunda completaba el dibujo con otro arco cerrando la efigie de un pez, ambos se identificaban como seguidores de Jesucristo.
Es hermosa nuestra fe, a la vez que desconocida. Por ello hay que pedir insistentemente a Jesús: “¡Auméntanos la fe!” (Lc 17,5)
Alabado sea Jesucristo

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