sábado, 7 de abril de 2018
viernes, 6 de abril de 2018
¿QUIEN ERES SEÑOR? Hch 9,5 Segundo Domingo de Pascua (De la DivinaMisericordia) Jn 20,19-31
Jesús les curó sus miedos
Los Apóstoles están en el Cenáculo cerrados a cal y canto por miedo a los judíos.La noticia de la resurrección de Jesús corte de boca en boca y temen sus represalias, saben que están en el ojo del huracán. La angustia hace presa en ellos y no se creen mucho eso que les dijo el Señor que su vida era más valioso ante el Padre que las aves del cielo..Mt 6,26..En plena zozobra se presenta Jesús ante ellos con unas palabras y un gesto.Las palabras,la Paz con vosotros.Os la puedo dar porque como os anuncie; he vencido al mundo Jn 16,33.A continuación el gesto.Les mostró las manos traspasadas y el costado abierto, es decir las heridas con las que había comprado nuestra libertad ya que Satanás al someternos nos deja malheridos y solos frente a todo lo que nos limita y que los años se encargan de recordarnos.Sus heridas nos han curado profetizó Isaías Is 53,5..nos han rescatado proclamó Pedro 1 P 1,12-14. Y todo gratuitamente como adelanto el salmista " Nada tendrán que pagar los que se cobijan en Dios " SL 34,23. Efectivamente.nada todo lo pago El Señor.
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jueves, 5 de abril de 2018
El viento suave de Elías
Elías, último profeta que ha quedado vivo en tiempos del rey Ajab, huye al desierto ante la inminente persecución de la reina Jezabel, a causa de haber pasado a cuchillo a los cuatrocientos profetas de Baal, episodio que nos narra el libro de los Reyes (1R, 19)
En su persecución huye al desierto, y, en su desesperación se desea la muerte. Pero el Ángel de Yahvé, le toca y le dice: “¡Levántate y come! Se levantó y vio, a su cabecera, una torta de pan y un jarro de agua. Con el Pan de Vida, - la Eucaristía -, y el Agua del Espíritu-, podemos continuar el camino.
El Ángel de Yahvé le tocó por segunda vez y le dijo:”Levántate y come pues el camino ante ti es largo” Bebió y comió, y con la fuerza del alimento anduvo cuarenta días y cuarenta noches, hasta llegar al monte Horeb, donde se refugia en la cueva para pasar la noche.
El Ángel de Yahvé es la misma Palabra de Dios que le consuela. Los israelitas no podían pronunciar su Nombre, y así le hacen presente en estos y otros acontecimientos, con la denominación del Ángel de Yahvé.
Estos acontecimientos nos recuerdan los cuarenta días de camino por el desierto del pueblo de Israel en su salida de la esclavitud de Egipto, enlazando de forma maravillosa a los dos profetas Moisés y Elías, que luego, más tarde, en la Transfiguración del Señor, se harán presentes, el primero en representación de la Ley, y el segundo como representante de los Profetas.
Y allí, en la cueva, le visita la Palabra de Yahvé diciendo:” ¿Qué haces aquí, Elías?” “Sal y permanece en pie en el monte ante Yahvé”
En la postura de “estar de pie”, que es la postura del hombre resucitado, se hace presente el paso de Yahvé-Dios. Se produce un enorme huracán, donde no se encuentra Dios; después del huracán sobreviene un terremoto, pero allí tampoco está Dios; pasa el fuego…y allí no se encuentra Dios. Y después del fuego, un susurro suave cual brisa…allí sí estaba Yahvé.
Igual en nuestra vida: allí aparecen terremotos, enfermedades, acontecimientos que nos sobrepasan, que, incluso, Dios permite; pero en ellos en el terremoto, en el huracán, en el fuego, no se encuentra Dios. Dios está en la calma de la brisa suave, donde no está el ruido del mundo…donde podemos escuchar su Palabra-Jesucristo-, donde podemos sentarnos a sus pies, como María, la hermana de Marta.
Nuevamente le llega a Elías una Voz, que le pregunta:” ¿Qué haces aquí, Elías? Le llama por su nombre, como hace el Buen Pastor Jesucristo, que a sus ovejas las conoce y llama por su nombre; y Elías, como oveja que conoce a su Pastor Yahvé, se pone en camino por orden de Dios, en dirección a Damasco,- lugar en donde se producirá siglos más tarde la conversión de Pablo de Tarso -, y nombra allí, como sucesor suyo, al profeta Eliseo que estaba arando frente a doce yuntas de bueyes. “Elías pasó a su lado y le echó por encima su manto “(1 R, 19,19). Imagen preciosa de las doce tribus de Israel, imagen maravillosa de los doce Apóstoles de Jesús. Y el acontecimiento de “echar el manto”, nos recuerda que el “manto”, en la espiritualidad bíblica, representa el “espíritu”, la propia personalidad de quien se lo pone. Es decir, Elías, traspasa, por así decir, su propio espíritu al profeta Eliseo, como le había ordenado Yahvé.
No en vano, más tarde, cuando Elías es arrebatadoal cielo en un carro de fuego, (2R, 1-19), Eliseo se agarra al manto de Elías pidiendo que pasen a él dos tercios de su espíritu, desgarrando en dos el manto de Elías.
Episodio que nos recuerda que, en la muerte de Jesús, el velo del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo, de Dios a los hombres. Toda, toda la Escritura está repleta de símbolos que nos llevan como las olas, como el viento suave de Elías, de un lugar a otro, de Cristo a los hombres.
Alabado sea Jesucristo
(Tomás Cremades)
martes, 3 de abril de 2018
Poemas II.- DEJA QUE NUESTRAS OBRAS HABLEN POR TI
"«Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte. Ni tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos."
Mt 5;14-16
DEJA QUE NUESTRAS OBRAS HABLEN POR TI
Deja que nuestras obras hablen por sí mismas
Deja que su elocuencia sea suficiente para mostrar a los hombres la belleza de tu ser y la verdad de tu promesa.
Deja que, lo que hacemos, lo que decimos, sea por obra tuya , presencia de ti
Déjanos, permítenos. concédenos ser tus manos, tus ojos, tus pies…
Y déjanos, Señor, en este instante también de hacerte presente en el mundo, llenarnos de ti
Que cuando regresemos a nuestro ser, dentro, muy dentro, permanezca esa huella de ti en nosotros mientras nos concediste, tú mismo, presente, a través de nuestro hacer, ser tu Luz en el mundo.
(Por Olga Alonso)
"Bet. Ten confianza en Yahveh y obra el bien, vive en la tierra y crece en paz, ten tus delicias en Yahveh, y te dará lo que pida tu corazón. Guimel. Pon tu suerte en Yahveh, confía en él, que él obrará; hará brillar como la luz tu justicia, y tu derecho igual que el mediodía."
Sl 37;3-6
EL NÚMERO DE LOS MARCADOS
“…Y oí el número de los marcados con el sello: ciento cuarenta y cuatro mil, de todas las tribus de los hijos de Israel…” (Ap 7,4)
Hemos de tener en cuenta que la Escritura no se puede interpretar al pie de la letra. El hacerlo así, ha contribuido a que nacieran muchas sectas. Este número, ciento cuarenta y cuatro mil, es un número simbólico. Representa el producto de doce por doce, aplicado a mil. Y es que, en la Escritura, el número doce tiene significado de totalidad, de plenitud. No en vano fueron doce las tribus de Israel como doce fueron los Apóstoles, en representación de cada una de las doce tribus. Quiere decir este número de ciento cuarenta y cuatro mil, el número de los salvados: TODOS. Todos los que quieren, o queremos, seguir a Jesucristo.
“…No hagáis daño a la tierra, ni al mar ni a los árboles, hasta que marquemos con el sello la frente de los siervos de nuestra Dios…” (Ap 7,3)
Hay que pensar que esta visión de Juan, preso en la isla de Patmos por causa de su evangelización, es en un lenguaje que se conoce como apocalíptico, propio de aquellos tiempos. Pero que nos recuerda otro episodio parecido cuando el ángel de Yahvé marca las jambas de las puertas de los israelitas en la noche de la Pascua, el paso del Señor. Dice así“…Esa noche Yo pasaré por el país de Egipto y mataré a todos los primogénitos del país de Egipto…la sangre servirá de señal en las casas donde estéis. Cuando yo vea la sangre pasaré de largo, y no os afectará la plaga exterminadora…” (Ex 12,7)
También los israelitas fueron “marcados” con la sangre del cordero al paso de Yahvé, la Pascua, el paso del Señor. Y en el capítulo 22 de este libro del Apocalipsis, se nos dice: “…Llevarán su Nombre en la frente; ya no habrá más noche, no necesitarán luz de lámpara o del sol, porque el Señor Dios irradiará Luz sobre ellos y reinarán por los siglos de los siglos…”
Y uno de los ancianos, dijo: ¡…¿Quiénes son y de dónde han venido? Yo le respondí: “Señor mío, tu lo sabrás Me respondió: esos son los que viene de la gran tribulación. Han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la sangre del Cordero, por eso están delante del trono de Dios, dándole culto día y noche en el Santuario…” (Ap 7, 13-16)
En la profecía de Juan, los que vienen de la gran tribulación somos todos nosotros; venimos de la gran tribulación del mundo, donde hay mucho ruido, donde hay muchas voces, donde sólo hemos escuchado una sola Voz, la de Nuestro Señor.
Y hemos lavado nuestras vestiduras, que representan nuestra propia personalidad, nuestro manto, tal y como se relata en el episodio del “carro de fuego de Elías”, dejando el manto, “la personalidad”, al profeta Eliseo. Y las hemos blanqueado con la sangre del Cordero sin mancha, Jesucristo. Y se han blanqueado con el color de la resurrección, el blanco, como el blanco ejército de los mártires.
Y llevan palmas en las manos, como símbolo del martirio, que puede ser cruento, como la de los mártires, o incruento, con el sudor y trabajo de cada día.
Bendito sea Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo, que suscita este Libro en el espíritu de Juan, para que “parta” este pan, - el pan de la Palabra -, con todos los que queremos llegar a ser sus discípulos.
Alabado sea Jesucristo
(Tomás Cremades)
lunes, 2 de abril de 2018
Siempre me rescata
"En mi angustia te busco, Señor mío, De noche extiendo las manos sin descanso.." Salmo 77(76).
El Señor en el huerto de Getsemaní... hablaría así con su Padre, enseñándome como he de hacer yo .. y es siempre de noche, cuando estoy en un aprieto, cuando recuerdo todo esto.
"Tú le abriste camino por las aguas", como cuando en la barca se hundían y gritaron: ¡sálvanos que nos hundimos! ....
Así hago yo y siempre me rescata.
BENDITO SEA MI DIOS, que siempre está ahí para rescatarme de mis angustias ...
AMEN
(Carmen Pérez)
LA VIDA: UNA PEREGRINACIÓN
No sé si nos habremos dado cuenta de que en la vida estamos peregrinando hacia un destino final: para unos, ese destino acaba con la muerte, y se acabó. Para otros hay tantas razones para creer como para no creer en eso de otra vida después de la muerte. Para nosotros, los cristianos, hay una Vida con mayúscula que nos une al Creador. Y en Él tenemos puesta nuestra esperanza, que nunca defrauda.
De una forma o de otra, es posible que haya mucha gente que no se haya dado cuenta de que, en la vida, estamos en una peregrinación hacia un destino, igual que el pueblo de Israel, por el desierto.
Cuando no hay un destino final, aparecen en nosotros las sombras de las tinieblas, que tapamos como podemos: en el mejor de los casos, tapamos nuestras miserias con el deseo desordenado de poseer, pensando en nuestra insensatez, que eso nos dará la felicidad. Porque una cosa es cierta: el hombre tiende a la felicidad. Desde sus primeros conocimientos, el hombre tiende a la felicidad; no hay que haber estudiado mucho para conocer este precepto aristotélico. Otra cosa es saber en qué fundas tu felicidad. Y así aparece el desequilibrio de las drogas, el alcohol, o del sexo…que conducen a más infelicidad, pues en su propio interior, el hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, no puede, ni aunque quisiera, renunciar a esa naturaleza que le fue regalada, y que le acusa con el sello indeleble con que fue marcado: su conciencia.
Al igual que el alfarero, con sus manos, deja el sello de su propio ser en cada obra que realiza, el Alfarero del hombre, su Creador, pone en él su Huella dactilar en la creación, y le indica esa Ley moral que es su propia conciencia; es lo que llamamos la Ley Natural.
A lo largo de la vida, nos damos cuenta de que, efectivamente, estamos en una peregrinación o progreso hacia un destino final. Por eso nos dirá el Salmo:
“…Bienaventurados los que encuentran en Ti su fuerza al preparar su peregrinación…” (Sal 83)
Y cuando es Dios el que conduce nuestra vida, se cumple lo que continúa diciendo el Salmo: “…Cuando atraviesan áridos valles, los convierten en oasis…”. Y es que en la vida hay multitud de situaciones, nuestros valles, nuestras depresiones, nuestros fracasos, nuestra frustraciones…que nos llenan de amarguras. Es ahí donde actúa Dios. Cuando ocurren estas cosas, el que pone su confianza en el Señor, “…lo convierte en “oasis”, como si lluvia temprana lo cubriera de bendiciones…”. Esta lluvia, es la forma poética con que el salmista anuncia la Palabra de Dios.
¡Señor de los ejércitos- dirá el salmista en el más puro lenguaje bíblico de su época -, Bienaventurado el hombre que confía en Ti!
Alabado sea Jesucristo
(Tomás Cremades)
domingo, 1 de abril de 2018
Poemas II.- A LAS PUERTAS DEL GRAN AMOR
"Pedro fijó en él la mirada juntamente con Juan, y le dijo: «Míranos.» Él les miraba con fijeza esperando recibir algo de ellos. Pedro le dijo: «No tengo plata ni oro; pero lo que tengo, te doy: en nombre de Jesucristo, el Nazoreo, ponte a andar.» Y tomándole de la mano derecha le levantó. Al instante cobraron fuerza sus pies y tobillos, y de un salto se puso en pie y andaba. Entró con ellos en el Templo andando, saltando y alabando a Dios." Hch 3; 4-8
A LAS PUERTAS DEL GRAN AMOR
A las puertas del gran amor, seguimos esperando a ser transformados por Tí en nuevos hombres y mujeres, capaces de llegar con nuestro amor adonde hoy es imposible.
A las puertas del gran amor, vivimos cada día constatando la distancia entre nosotros y tu gran amor.
Vivimos palpando el anhelo de llegar y alcanzar lo que nuestros ojos ven y esperamos al menos acortar este camino que se nos hace a veces, largo, muy largo
A las puertas del gran amor, vivimos esperando tomar tu manos y cruzar un día el espacio etre nosotros y Tú.
(Por Olga Alonso)
"Yo, Yahveh, te he llamado en justicia, te así de la mano, te formé, y te he destinado a ser alianza del pueblo y luz de las gentes, para abrir los ojos ciegos, para sacar del calabozo al preso, de la cárcel a los que viven en tinieblas."
Is 42;6-7
sábado, 31 de marzo de 2018
Pastores según mi corazón.- XL.- Hijos de la Sabiduría
Hijos
de la Sabiduría
Israel tiene
conciencia de que Dios es tan trascendente, tan inalcanzable que no podemos
tener acceso a su Sabiduría si Él mismo no nos la infunde. Es en esta línea que
le escuchamos prometer a Israel, por medio del profeta Oseas: “Le llevaré al
desierto y hablaré a su corazón” (Os 2,16). En una palabra, sólo tenemos acceso
a la Sabiduría de Dios si Él la pone a nuestra disposición. A este respecto
podemos fijar nuestros ojos –también nuestros oídos- en el siguiente texto de
Baruc: “¿Quién ha encontrado su mansión (la de la Sabiduría), quién ha entrado
en sus tesoros?” (Ba 3,15). Pregunta aparentemente sin respuesta que nos
recuerda este otro texto de Isaías dando a entender la imposibilidad del hombre
de estar junto a Dios: “¿Quién de nosotros podrá habitar con el fuego
consumidor? ¿Quién de nosotros podrá habitar con las llamas eternas? (Is
33,14b).
Tan
trascendente es, pues, Dios como su Sabiduría. Mal panorama se presenta a toda
la humanidad si nuestra experiencia de Dios está tejida a partir de nuestros
deseos, anhelos, fantasías, elevaciones religiosas, etc. Sí, pobres de nosotros
porque, zarandeados por todos estos movimientos que, además, se entremezclan
entre sí, no nos quedaría otra que ser una pobre barca sujeta al capricho y
vaivén de las olas.
La buena
noticia es que el Dios trascendente e inalcanzable se encarnó, se puso a
nuestro alcance, sometió el tremendo oleaje que hacía de la barca de nuestra
vida lo que quería (Mc 4,39…), al tiempo que puso a nuestra disposición su
también inalcanzable Sabiduría con sus tesoros, aquellos a los que aludía el
texto de Baruc. Consciente de este incalculable don recibido, Pablo llamará al
Señor Jesús “Sabiduría de Dios” (1Co 1,24).
¿Cómo podremos
encontrar la mansión de la Sabiduría y tener acceso a sus tesoros? -nos
decía en voz alta Baruc-. ¿Cómo hacerla nuestra una vez encontrada? La buena
noticia es que la Sabiduría es como el Emmanuel: ¡está entre nosotros! La
pregunta tiene una muy fácil y diáfana respuesta: la Sabiduría se escoge, o
mejor dicho, tenemos la posibilidad de escogerla pero sólo desde la libertad del corazón.
Me explico.
Sólo un corazón que se deja deslumbrar por la Sabiduría está en condiciones de
escoger con acierto. Digo con acierto porque también los pequeños dioses
llamados dinero, poder, prestigio, glorias y vanidades, tienen su luz
deslumbrante. Es pequeña, sí, realmente pequeña, pero si el corazón no ha
crecido lo suficiente se abraza a lo que es tan raquítico como él, por lo que
estos dioses con sus luces ínfimas son capaces de deslumbrarle y seducirle.
Lo dicho, es
necesario escoger y con libertad. Sin ésta no hay elección sino determinismo,
imposición. El paso para descargarnos de todo deslumbramiento impuesto por lo
que uno ve solamente con sus ojos y puede tocar con sus manos, se da cuando
cruzamos el umbral que nos conduce a la Sabiduría, la de Dios, la que nos abre
a su Misterio. Conforme vamos entrando en él, la experiencia liberadora que nos
es dado hacer es la de que ¡no nos sentimos extraños ante la infinitud del
Misterio! Dios se nos va revelando dentro de nosotros. Ahora ya podemos escoger
la Luz que siempre, aun sin saberlo, hemos anhelado; Luz que ilumina, da calor
y guía nuestro corazón y nuestros pasos en esta nueva existencia a la que nos
hemos abierto.
Dicho esto, la
evidencia se impone: ¡el que sabe escoger, encuentra! Jesús lo dice de esta
forma: “El que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le
abrirá” (Lc 11,10). Jesús está invitando al hombre a discernir qué es lo que
realmente quiere, porque de su querer nacerá su buscar y llamar, hasta
encontrar lo que verdaderamente da descanso: su Sabiduría: el Rostro Invisible
de Dios, su Presencia. Dios, sin dejar de ser trascendente, se hace un lugar en
el interior del hombre. En otras palabras, el Transcendente se hace Inmanente a
la persona y, por increíble que parezca, es entonces cuando ¡la Palabra sabe a
Dios! Nadie sabe explicar esto si no el que lo saborea, y aun así, nunca
encontrará las palabras adecuadas.
Una búsqueda
determinante
La Escritura
pone en boca de Salomón un elogio acerca de la Sabiduría que, si nos fijamos
bien, todos estaremos de acuerdo en que no pudo salir de él sino del Espíritu
Santo; él se lo inspiró para legarlo como don de Dios a todos sus buscadores:
“Yo la amé y la pretendí desde mi juventud; me esforcé por hacerla esposa mía y
llegué a ser un apasionado de su belleza… Pensando esto conmigo mismo y
considerando en mi corazón que se encuentra la inmortalidad en emparentar con
la Sabiduría, en su amistad un placer bueno, en los trabajos de sus manos
inagotables riquezas, prudencia en cultivar su trato y prestigio en conversar
con ella, por todos los medios buscaba la manera de hacerla mía” (Sb 8,2… y
17-18).
Hemos leído bien:
“Por todos los medios buscaba la manera de hacerla mía”. He ahí la clave
irrenunciable para encontrar la Sabiduría y, con ella, sus tesoros ocultos. Se
busca con corazón sincero; apenas empieza a saborearla, la preferencia del
corazón la encumbra por encima de tronos y riquezas: “Por eso pedí y se me
concedió la prudencia; supliqué y me vino el espíritu de Sabiduría. Y la
preferí a cetros y tronos y en nada tuve a la riqueza en comparación de ella”
(Sb 7,7-8). Estamos hablando de una elección provocada por el gusto, la preferencia
y el deseo. Estos tres presupuestos engrandecen hasta el infinito la calidad de
la búsqueda, también la del buscador; normal que Dios se abra a quien así le
busca. Fijémonos a este respecto lo que el autor del libro de los Proverbios
pone en la boca de Dios personificado en su Sabiduría: “Yo amo a los que me
aman, y los que me buscan me encontrarán. Conmigo están la riqueza y la gloria,
la fortuna sólida y la justicia. Mejor es mi fruto que el oro, que el oro puro,
y mi renta mejor que la plata acrisolada” (Pr 8,17-19).
A estas alturas
creo que tenemos suficientes datos para comprender que la elección de la
Sabiduría, en realidad la elección del mismo Dios, no tiene que ver nada con
una especie de renuncia ascética, el sacrificio por el sacrificio, la negación
por la negación, como si tuvieran valor por sí mismos. Además, el hombre que
piensa así, con tal estrechez de corazón y
mente, lleva adherido a su ser una auténtica bomba de relojería que
termina por estallar, desmoronando su equilibrio psíquico. En definitiva,
llegamos a Dios no por renuncias sino por elección.
La Escritura
habla de una elección sumamente ventajosa no sólo pensando en el cielo, sino
también mientras vivimos en la tierra; es ventajosa, es, utilizando el lenguaje
normal del mundo de las finanzas: “el mejor negocio” en el que nos podemos
embarcar. La Sabiduría lo es todo para el que a todo aspira, y la encuentra el
que la busca y la rebusca, como dice el autor del libro de los Proverbios: “…Si
la buscas como la plata y como un tesoro la rebuscas” (Pr 2,4).
Hemos recogido
algunos textos de los libros de la Sabiduría y los Proverbios con el fin de
ofrecer signos distintivos que caracterizan al verdadero buscador de Dios, de
su Sabiduría. A través de estos textos se nos ha diseñado la personalidad de
quien la Escritura llama un sabio. Éste conoce la insatisfacción de todo lo que
le rodea no porque sea nocivo, sino porque nada de ello está a la altura de su
grandeza, la de su alma y corazón. Por ello decidió, escogió y buscó con toda su
ser penetrar en el Misterio de Dios; aunque nos parezca una barbaridad, buscó a
Dios y ¡se hizo con Él, sí, con el mismo Dios! Utopía y delirio, decimos todos
incluido yo mismo; sin embargo, es el mismo Dios quien se ha puesto en nuestras
manos en la persona de su Hijo.
Lo realmente
bello de estos textos y tantísimos más que nos brinda el Antiguo Testamento es
que se abren como promesa y profecía. Ya sabemos que todo el Antiguo Testamento
alcanza su cumplimiento y plenitud en Jesucristo. Quizá no tengamos tan claro
que estas promesas-profecías también alcanzan su plenitud en sus discípulos; es
en ese contexto que Jesús da el toque final, el acabado perfecto de lo que es
un sabio, lo definió con esta brevísima parábola: “El Reino de los Cielos es
semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre,
vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da, va, vende lo que tiene y
compra el campo” (Mt 13,44).
El kairós: la ocasión
de su vida
Fijémonos bien
y dejémonos de banalidades y, sobre todo, de marear la perdiz; vayamos al grano.
Este hombre de quien habla Jesucristo se desprendió de sus bienes no por
ascesis, ni siquiera por altruismo que podrían ir implícitos en su gesto;
tampoco porque haya llegado a una especie de nirvana que le ha hecho
indiferente e impasible ante los bienes de este mundo, pasando así a una
especie de fusión con el cosmos, sus energías, etc. Nuestro hombre es ajeno a
todas estas praxis purificadoras, está simplemente realizando, como dije antes,
el gran negocio de su vida. Tiene ante sus ojos la oportunidad de hacerse no
con un tesoro, sino con el Tesoro por excelencia, y decide hacer una
“transacción de bienes”; sabe que este tesoro conlleva la carta de ciudadanía
para ser hijo de la Sabiduría que le preparará y enseñará a vivir y estar junto
a Dios, de cuyo amor nunca dudará ya que esta elección ha sido propuesta por
Él.
De la
abundancia del corazón rebosa la boca, dice Jesús. Echamos mano de la analogía,
y afirmamos que de la abundancia del
corazón de este hombre hablan sus hechos. Vende todos sus bienes para poder
hacerse con el Tesoro eterno e inmortal. “Donde está tu tesoro, ahí está tu
corazón”, había dicho Jesús (Mt 6,21). Si el corazón de este hombre hubiera
estado anclado, sometido a sus bienes, no hubiera tenido discernimiento para
apropiarse del tesoro del que habla –en realidad lo ofrece- el Hijo de Dios.
La catequesis
que encierra esta parábola de Jesús es impresionante; viene a decirnos que sólo
estos hombres alcanzan la madurez en el discipulado porque son creíbles. Los
verdaderos buscadores de Dios tienen un olfato espiritual increíble, y también
un oído hipersensible para distinguir y reconocer entre los predicadores del
Evangelio los que vomitan palabrería y los que anuncian la Palabra desde el
corazón, en realidad la llevan sembrada en él.
Los buscadores
de Dios reconocen instintivamente a estos pastores según su corazón, ven en
ellos a los hijos de la Sabiduría, así los llama Jesús: “…La Sabiduría se ha
acreditado por todos sus hijos” (Lc
7,35).
Son creíbles y
son fiables porque transparentan el Camino, la Verdad y la Vida (Jn 14,6), por
eso le siguen. Los que les escuchan saben muy bien que las palabras que llegan
a sus oídos no son de los hombres, sino de su Señor y Maestro (Lc 10,16). Él,
el Maestro, es quien les enseña a ser pastores, sus pastores según su corazón.
De estos pastores, en cuyos labios se derrama la Sabiduría de Dios, hablarán
los profetas de Israel. Recordemos la bellísima profecía de Malaquías, cumplida
-como ya sabemos- en el Buen Pastor y sus pastores: “Los labios del sacerdote
atesoran la Sabiduría, y en su boca se busca la Palabra; porque él es el
enviado de Dios” (Ml 2,7).
Cómo no
reconocer en el apóstol Pablo a uno de estos pastores esperanzadoramente
profetizado por Malaquías. Oigámosle: “Que nos tengan los hombres por
servidores de Jesucristo y administradores de los Misterios de Dios…” (1Co
4,1). No, no va Pablo a entregar su vida al servicio de sus ideas, sino por lo
que realmente vale la pena: ¡Para partir el pan del Misterio de Dios a los
hambrientos!
En su misión
evangelizadora pronto se olvida que es doctor de la Ley; no echa mano de
técnicas pedagógicas, recursos, o bien oratorias cursis para captar la atención
de sus oyentes. Le basta y le sobra con la fuerza y sabiduría interior que
fluye natural de su comunión con Jesucristo, una comunión que le lleva a estar
crucificado con Él (Gá 2,19). Este es su aval ante los hombres a la hora de
anunciar el Evangelio, el aval de la comunión perfecta. Es por ello que siendo
el Evangelio de su Señor, también lo es
suyo por apropiación, de ahí que pueda hacer referencia a “mi Evangelio”. “A
Aquel que puede consolidaros conforme al Evangelio mío y la predicación de
Jesucristo: revelación de un Misterio…” (Rm 16,25). De ahí la fuerza de su
predicación, la consistencia cautivadora que irradiaban sus palabras. Pablo
hará constancia a los de Tesalónica de la fuerza persuasiva de su predicación.
“…Ya que os he predicado nuestro Evangelio no sólo con palabras sino también
con poder y con el Espíritu Santo, con plena persuasión…” (1Ts 1,5).
Pastores según el corazón de Dios, pastores según el
Emmanuel, según su relación con el Padre, según su libertad interior, según su
sabiduría ante los bienes de este mundo, según su amor incondicional a los
hombres, según su entrega, y no con lamentos sino con el canto victorioso de
los que poseen la Vida… Por eso la pueden dar y la dan en su pastoreo, lo más
parecido al de su Maestro y Señor. Estos son los pastores que el mundo necesita
y busca.
viernes, 30 de marzo de 2018
¿QUIEN ERES SEÑOR? Hch 9,5 Domingo de Pascua Mc 16,1-8
Señor y dador de Vida
Jesús fue sepultado el Viernes y al amanecer, tres mujeres encabezadas por María Magdalena desafían la tristeza y el escepticismo de los Apóstoles. Se encaminan al sepulcro para embalsamar su cuerpo que por cierto ya había sido embalsamado al morir (Jn 19,39..). Probablemente estas mujeres albergaban la esperanza de que la proclamación de Jesús: "Al tercer día resucitaré," fuese la gran Verdad.Tenian clavado en su alma el drama del Calvario, pero también sus Palabras. Solo poniéndose en camino, podrían saber quién tenía la última palabra, si Jesús o la muerte. Saben que una enorme piedra les impedirá asomarse al sepulcro..no les importa, los amigos de Dios son expertos en locuras como ésta. Sabemos que sus ojos vieron que Jesús era la Vida, que sus palabras se habían cumplido, ¡había vencido a la muerte!. La Buena Noticia no termina ahí, si su Señor había vencido a la muerte, ellas también. Esto es la fe, ponerse en camino con mil dudas y enormes piedras que pretenden bloquear nuestros pasos. Nada de esto arredra a los amantes, al final encuentran a Jesús, no muerto sino Vivo y dador de Vida.
(P.Antonio Pavía)
comunidadmariamadreapostoles.com
miércoles, 28 de marzo de 2018
Salmo 3.- Clamor matinal del justo perseguido
https://youtu.be/1Fxbz14NcsQ
Salmo de David. Cuando huía de su hijo Absalón.
Señor, ¡qué numerosos son mis adversarios, cuántos los que se levantan contra mí! ¡Cuántos son los que dicen de mí: "Dios ya no quiere salvarlo"!
Pero tú eres mi escudo protector y mi gloria, tú mantienes erguida mi cabeza.
Invoco al Señor en alta voz y él me responde desde su santa Montaña.
Yo me acuesto y me duermo, y me despierto tranquilo porque el Señor me sostiene.
No temo a la multitud innumerable,
apostada contra mí por todas partes.
¡Levántate, Señor! ¡Sálvame, Dios mío!
Tú golpeas en la mejilla a mis enemigos
y rompes los dientes de los malvados.
En ti, Señor, está la salvación, y tu bendición sobre tu pueblo!
Tú eres Señor, mi escudo protector
En este Salmo oímos al justo, agobiado por la presión de los que le rodean.
El salmista nos habla de un hombre fiel, del que sus enemigos dicen: «Dios nunca va a salvarlo».
Esta figura nos traslada al mismo Jesucristo.
De hecho, cuando Israel da muerte al Mesías, piensa que lo hace en nombre de Yavé. No hay ninguna injusticia en condenar a Jesucristo, ya que ha dado muestras evidentes de culpabilidad, al pasar por alto la ley y el precepto, al desmitificar el Templo de Jerusalén y al desautorizar a los dirigentes y pastores del pueblo con su predicación.
Pero Jesucristo ve más allá del pecado de su pueblo, y cruza sus ojos con la mirada de su Padre: «Él me responde desde su santo Monte».
Sus ojos sobrepasan el mal que le rodea y oye una respuesta a sus sufrimientos desde la única boca de donde le puede venir. Es tal la comunión que tiene con su Padre, que le gritará en un postrero esfuerzo de su garganta: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu».
Dios vence así, en su propio Hijo crucificado, al mal en todas sus dimensiones y nos regala esta victoria que es la que nos garantiza que podamos decir junto con Jesucristo: «Puedo acostarme y dormir y despertar, pues el Señor me sostiene». Efectivamente, Jesucristo se acuesta en el lecho de la Cruz y se duerme sobre ella y tiene conciencia de que Aquel que con su Palabra sostiene y mantiene firmes cielos y tierra, poderoso es para romper las ataduras de la muerte e introducirle en su presencia.
Termina este Salmo con: «De ti viene la salvación y la bendición sobre tu pueblo». Y es así, en la resurrección de Jesucristo fuimos bendecidos y liberados del pecado original todos los hombres.
(Por el P. Antonio Pavía)
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ALMA Y CUERPO, DOS CAMINOS INSEPARABLES
Al principio creó Dios el Cielo y la Tierra y cuanto hay en ella. Es muy bello el versículo 2 del libro del Génesis, donde cita textualmente:”…entonces Yahvé Dios formó al hombre con polvo del suelo e insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente…” (Gen 2,7). Es decir, por medio del Espíritu de Dios, el hombre queda anegado de un alma semejante a Él. Es decir, de un alma inmortal.
El hombre, su ser “persona”, está inseparablemente formado por alma y cuerpo, como sabemos; de tal forma, que si se separan la persona muere. Por ello es necesario alimentar y cuidar de nuestro cuerpo, como donación de Dios que es.
El problema es esa situación del hombre que ni tan siquiera se preocupa de su alma. Vive para el placer. Es lo que denominamos “hedonismo”. Sabe que tiene un principio vital, y eso del alma…¡historias de la Iglesia!.
Volvemos al principio: si no se alimenta el cuerpo, sabemos todos que la persona muere. Y sin embargo, si no se alimenta el alma, la persona no muere. ¡Craso error!
El alma inmortal, muere a causa del pecado. Nos lo dice Jesús: “…Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed, más bien, al que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehena…” (Mt 10, 28)
La frase hay que mirarla con cuidado, con lupa. Se pasa del plural, - los que matan el cuerpo-, al singular, - el que puede llevar a la perdición-. Se está refiriendo Jesús al enemigo del alma: Satanás. O dicho de otra forma, nuestra alma sigue siendo inmortal, no muere, pero puede llegar a la perdición: el infierno, bajo el poder del Maligno. Hay un ser malvado, que sin poder matar el alma, la puede llevar a su perdición.
Pero, ¿alimentamos el alma? O ¿cómo se alimenta el alma? Podríamos pensar que, como es inmortal, no necesita alimento.
El alimento del alma es Dios: “…el que come mi carne, y bebe mi Sangre tiene Vida en Mí,- Vida Eterna -, y Yo le resucitaré el último día…” (Jn 6. 54)
“…En verdad os digo: No fue Moisés quien os dio el Pan del Cielo; es mi Padre el que os da el verdadero Pan del Cielo…” (Jn 6, 32-34)
Todo el Capítulo 6 de Juan explicita enormemente el alimento del alma que es Jesucristo. Y así, adelanta Jesús el Misterio de la Eucaristía, donde está realmente presente en Cuerpo y Alma.
Pero, además, Jesús está presente en la Palabra que es el Evangelio. El Evangelio no es únicamente un libro. Es el mismo Jesucristo, como nos lo dice el apóstol Juan en el prólogo de su Evangelio: “…En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios…”
Con la Palabra, la Eucaristía, los Sacramentos, en comunidad con la Iglesia Católica, alimentamos nuestra alma, y Él nos resucitará el último día. Dios es fiel, es decir, cumple sus Palabras.
En el episodio de la Samaritana, Jesús les dice a sus apóstoles: “…Yo tengo un alimento que vosotros no conocéis; mi alimento es hacer la Voluntad de mi Padre…” (Jn 4,32)
Pues si no habíamos caído en la cuenta que necesitamos alimentar nuestra alma cada día, meditemos a la Luz del Evangelio, ¡qué vamos a comer hoy!
Alabado sea Jesucristo
(Tomás Cremades)
lunes, 26 de marzo de 2018
POEMAS II.- EN ESTOS DÍAS DE SEMANA SANTA
Es cierta esta afirmación: Si hemos muerto con él, también viviremos con él; si nos mantenemos firmes, también reinaremos con él; si le negamos, también él nos negará; 2 Tm 2; 11.12
En estos días de Semana Santa
En estos días de Semana Santa, desde la Cruz, Cristo nos recuerda su sacrificio universal, para todos y por todos, pero también nos habla de una forma muy particular a cada uno, cuando dirigimos nuestros ojos a su cruz.
Nos dice que su recorrido, subiendo hacia el monte Calvario, lo repite muchas veces a lo largo de nuestra vida, transitando por los caminos de nuestro corazón, para terminar allí, donde es su destino, clavado en la cruz en el centro del corazón que busca a Dios.
Hasta allí se dirige para morir y resucitar en lo más profundo de nuestro ser: para morir por nuestras miserias y resucitar para nuestra salvación.
Y allí, dentro de nuestro corazón, se hace uno con nosotros a través de la cruz de donde nacen raíces profundas que alcanzan todos los espacios que la oscuridad habita.
Raíces llenas de savia, de savia del mismo Dios.
(Por Olga Alonso)
Poemas II.-Entra en nuestro corazón
Entraste en Jerusalén sin esconderte, ante todos, mostrando, frente a aquellas personas que te aclamaban, tus intenciones, sin estratagemas, sin engaños .
Así, con esa misma limpieza y esa pequeñez comienzas este día tratando de acceder a ese Jerusalén que es nuestro corazón, para ser allí, donde levantamos nuestros altares, el lugar en el que quieres morir y resucitar.
Por eso tu muerte en el madero es para cada uno de nosotros una llamada a nuestra puerta, a la de nuestro corazón, para culminar la razón por la que viniste a este mundo .
Una llamada a nuestro Jerusalén interior para que abramos y te dejemos paso entre las piezas que sostienen nuestra vida.
Para que te permitamos subir al Calvario, a ese calvario interno que cada uno tenemos en el interior.
Hasta allí llegas para llenar de vida lo que estaba muerto.
En este domingo en que acudimos a que tu agua impregne de bendiciones nuestro Ramos ponemos en tus manos nuestro corazón para que lo alcance esa bendición que es tu Palabra.
Este corazón nuestro que tanto necesita de. Tí y que se dispone a abrir la puerta para dejarte entrar en humildad como lo hizo Jerusalén y acoger en nuestro interior tu muerte que es la nuestra y despertar contigo así a tu Resurrección.
(Olga Alonso)
Sión, monte Dios
"Dad la vuelta en torno a Sión contando sus torreones, prestad atención a sus murallas. Observad sus palacios." (Salmo 47,13-14)
Dar la vuelta alrededor de la Cruz de nuestro Señor, es ver todo lo que hace por mí, cómo me enseña que después del viernes de pasión llega el domingo de resurrección. Él tenía que pasar toda la pasión para que tengamos esperanza y certeza de que también los que creemos en Él tengamos nuestro día de resurrección.
Miremos también sus torreones ... sus Santos, los que conocemos: San Francisco, Santa Teresa, los apóstoles.. el Señor les infundió una fuerza capaz de hacer lo imposible para una persona.
Confiemos en el Señor; Él hará lo que a nosotros nos parece imposible... en realidad, irá cambiando nuestra vida como el alfarero va perfecionando su vasija ... poco a poco ...porque si la fuerza se rompe...
Dejémonos moldear. Unos seremos vasijas corrientes... otros obras de arte como los Santos, pero todos necesarios.
¡Este es nuestro Dios!
AMÉN
(Carmen Pérez)
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