Te descubrí en esa dulzura que recorre mi interior y aplaca el miedo.
Te encontré en tus Palabras que entran en mí y construyen un territorio de paz
que no necesita nada más que vivir en ti.
Vine a ti porque sabía que estarías y que darías respuesta a todas mis inquietudes.
Me hablaste de confianza y entonces, fue confiando, como aprendí a confiar.
Descubrí en ti a María, su espera, su caminar, su paciencia y su certeza.
Me enseñaste a conocerla para saber el camino que lleva a la plenitud.
Toma mi mano, Señor y andemos el camino.
Ten paciencia, no te canses, que ya no sabré vivir si no puedo descansar cada mañana en tu luz, si no me das tú la fuerza que me permita encontrar la verdadera razón que sustenta mi existencia.
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