domingo, 29 de mayo de 2016

Enséñame (Carmen Pérez)

"Enseñame a cumplir tu voluntad,
Ya que tu eres mi Dios"
(Salmo 142)

Señor sin Tí no podemos hacer nada si Tú no nos enseñas.... ya lo dices en el evangelio.
Si el señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles , por eso lo único es ponerse en tus manos .... acurrucarse en  tu palma ...y dejarse hacer por Tí. 
Esto da una paz ... que solo Tú  puedes dar ... gracias Señor por tu Amor.

sábado, 28 de mayo de 2016

Hambre de Dios


¿ Quien eres Señor? Hch 9,5 (Para el Evangelio de mañana)

¿ Quien eres Señor? Hch 9,5 (Para el Evangelio de mañana)

"...Dad de comer a esta muchedumbre..", dijo Jesús a sus discípulos. Mirad que dejaron de lado sus cosas, para escuchar mis palabras. 
A la luz de este mandato, reconocemos la primigenia mision de la Iglesia: dar a todos los hombres el Evangelio de la Salvacion, porque contiene palabras de Vida Eterna como proclamó  Pedro ante Jesús ( Jn 6,68) 

Solo quien acoge estas palabras, se deshace de esa vida simplona que tarde o temprano hace acto de presencia en nuestro ser. Dadles,nos dice hoy Jesús, el Pan de la Palabra y la Eucaristía, en ambas estoy yo santificando a los que de ellas se alimentan...


www.comunidadmariamadreapostoles.com

lunes, 23 de mayo de 2016

¡quédate conmigo Madre! (Mila)

Madre de Dios, Madre nuestra, Madre de la misericordia:

Si estoy enferma y no miro con ojos de amor.. ¡quédate conmigo Madre! 

Si estoy débil y caigo en el orgullo... ¡quédate conmigo Madre! 

Si estoy triste y caigo en la angustia... ¡quédate conmigo Madre!

Si mi corazón es egoísta y vanidoso ... ¡quédate conmigo Madre! 

Si mis oídos ya no escuchan tu palabra... ¡quédate conmigo Madre! 

Si me olvido de los que sufren... ¡quédate conmigo Madre!

Si miro hacia otro lado cuando me necesitan... ¡quédate conmigo Madre! 

Si no guardo tus palabras... ¡quédate conmigo Madre!

Quiero ser, no como soy, sino como tú quieres que sea Madre.

(Escrito por Mila en Madrid con motivo del mes de Mayo, mes de la Virgen)

Lo que conduce a La Paz (Carmen Pérez)

Si al menos tu comprendieras.... lo que conduce a la paz!! (Lucas 19 ).

Lo que realmente conduce a la Paz es, confiar en el Señor. Saber que Él nos ama y no nos deja nunca ... Como los niños: confían en sus padres y nada temen, ponen toda su confianza en los brazos de su madre y ya tienen paz y tranquilidad..... Eso es lo que conduce a la paz, saber que todas nuestras cosas están en las manos de DIOS.

domingo, 22 de mayo de 2016

El vaso de agua (por Ana de París)

El vaso de agua
                                                                                                              “El que os dé a beber un vaso de agua, porque seguís al Mesías, os aseguro que no quedará sin recompensa"(Mc 9,41).

 Puede extrañarnos en un principio cómo  el gesto aparentemente banal de ofrecer un vaso de agua puede tener una respuesta tan desproporcionada como lo es una recompensa de parte de nuestro Señor. En realidad ni es un gesto banal ni se trata de un vaso corriente de agua. 

 Esta agua es en realidad el Agua Viva del que habla Jesús a la samaritana (Jn,4), muy diferente del agua corriente que bebemos cada día :”Si conocieras el don de Dios , y quién es el que te dice: dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva…Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás.” Es el Agua que sacia al hombre de su sed “insaciable” de eternidad, de belleza , de amor…Ninguna otra agua es capaz de lograr este efecto.

 Es además un Agua que otorga al que la toma el poder de convertirse a su vez en fuente de vida para otros, “el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna”.

Cada vez que predicamos el Evangelio estamos dando un vaso de Vida a nuestros hermanos. Esto no es un gesto banal sino el gesto más precioso que se puede tener hacia el prójimo.

sábado, 21 de mayo de 2016

Cara a Cara con Dios


¿ QUIEN ERES SEÑOR? Hch 9,5 (22-05-2016)

¿ QUIEN ERES SEÑOR? Hch 9,5
En el Evangelio de hoy, Jesús nos promete que el Espíritu Santo nos guiará  a la verdad completa. Nos guiará  al tiempo que abre nuestra alma a los bienes divinos, ocultos en las palabras pronunciadas por nuestro Señor a lo largo de su misión, palabras qie como Él mismo proclamó  "son espiritu y vida " ( Jn 6,63 ). Así pues la obra del Espíritu Santo, en los que pretendemos crecer como discípulos de Jesús, es enseñarnos a degustar el Evangelio por medio del paladar del alma, como dice San Agustin.

jueves, 19 de mayo de 2016

¡Sáname Señor! (Por Mila)

Si estoy enfermo y no miro con ojos de amor... ¡Sáname Señor!
Si estoy débil y caigo en el orgullo ... ¡Sáname Señor
Si estoy triste y caigo en la angustia... ¡Sáname Señor!
Si estoy violento y me pierdo en la violencia .. ¡Sáname Señor!
Si mi corazón es egoísta y vanidoso... ¡Sáname Señor!
Si mis oídos ya no escuchan tus palabras ... ¡Sáname Señor!
Si busco caminos de enfrentamiento ... ¡Sáname Señor!
Si me olvido de los que sufren... ¡Sáname Señor!
Si pienso que todo en el mundo está bien... ¡Sáname Señor!
Si miro hacia otro lado cuando me necesitan...
. ¡Sáname Señor!
Si no trabajo por la paz ni por la fraternidad ... ¡Sáname Señor!
Si no guardo tus Palabras... ¡Sáname Señor!
Si no comulgo tu pan y te dejo de lado.. ¡Sáname Señor!

martes, 17 de mayo de 2016

¡Gracias Señor! II.-(por Mila )

Gracias Señor:

Por enseñarnos a perdonar.
Por indicarnos el camino hacia Dios.
Por llamarnos bienaventurados.
Por subirte a la cruz por nosotros.
Por derramar tu sangre por nosotros.
Por morir en la cruz por nosotros.
Por ser obediente hasta la muerte.
Por resucitar y resucitarnos a todos.
Por resucitar y darnos vida eterna.
Por resucitar y vencer a la muerte.
Por marcharte al cielo y esperarnos allí a todos.
Por subirte al cielo y enseñarnos el camino.
Por ascender a Dios y no olvidarnos.
Por entrar en el cielo y guardarnos un sitio.

Misericordia Señor Misericordia.


(Escrito por Mila en Madrid a 8 de Mayo de 2016)

domingo, 15 de mayo de 2016

Gracias Señor I.- (por Mila)

¡Gracias Señor!:

Por haberte hecho niño en Belén.
Por ser como uno de nosotros.
Por hablar nuestro mismo idioma.
Por comprendernos y amarnos.
Por consolar nuestras penas.
Por andar por nuestros caminos.
Por haber bajado desde el cielo.
Por curar a tantos enfermos.
Por los milagros que has realizado.
Por llorar con nosotros.
Por multiplicar el pan y el pescado.
Por dar de comer al hambriento.
Por hablarnos de Dios Padre.
Por enseñarnos a rezar.
Por dejarnos la eucaristía.

Misericordia Señor Misericordia.

(Escrito por Mila en Madrid Mayo de 2016)

sábado, 14 de mayo de 2016

Catequesis: La Fuerza del Espíritu Santo


¿QUIEN ERES SEÑOR? (Hch 9,5) (Evangelio del Domingo 15 de Mayo de 2016)

¿QUIEN ERES SEÑOR? (Hch 9,5) (Evangelio del Domingo 15 de Mayo de 2016)
Jesucristo ofrece la paz a sus discípulos al tiempo que les enseña sus manos llagadas y su costado traspasado. He ahí el precio de nuestra paz, de nuestro rescate: la Vida del Hijo de Dios, una vida por otra, la suya por la tuya. ¿Tan importante eres para Dios ? Es evidente que sí.

Catequesis de hoy:

https://youtu.be/d3vJkG74NXs

viernes, 13 de mayo de 2016

De los Salmos 83 y 70 (Carmen Pérez)

"Señor de los ejércitos, dichoso el hombre que confía en Tí" (Salmo 83)

Dios mío, eso busco y quiero.... pero Tú dices: "..donde está tu tesoro esta tu corazón" 
Señor, haz que mi tesoro seas Tú solamente. ¡Tengo tantos pequeños tesoros! que no dejan que seas mi único tesoro....Tú dices tambien que hay que entrar por la puerta estrecha pero ¡qué  difícil por tantos fardos que llevamos a cuestas!
Señor, desata y quita esos tesoros que me impiden llegar a ¡quiero que seas Tú mi ÚNICO TESORO.....

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"Alégrense y gozen contigo todos los que te buscan... yo soy pobre y desgraciado..Dios mío socórreme!" (Salmo 70)

Esta barca que soy, se hunde. Dáme la mano y mándame ir a Tí.... 
Tú eres mi auxilio.
Señor ..no tardes.
Que tu misericordia me  acompañe siempre.

AMEN

LAS MIRADAS DE DIOS (por Tomás Cremades)

LAS MIRADAS DE DIOS
Se le acerca un joven a Jesús con una pregunta cuando menos, diferente a la que nos tiene acostumbrados la insidia de los religiosos de su tiempo: escribas, fariseos, saduceos, doctores de la Ley…
Pregunta: “¿Qué he de hacer para ganar la Vida Eterna?”
Indudablemente esta pregunta se hace cuando alguien ha seguido la trayectoria del Maestro, ha escuchado otras catequesis, ha meditado sobre la precariedad de esta vida; sin duda, el Evangelio le identifica como un hombre rico, y, en consecuencia, este hombre se plantea la cuestión de qué va a pasar con sus riquezas, de si habrá otra vida después de la muerte, preguntas muy actuales, y que siempre han cuestionado al hombre de cualquier tiempo.
La respuesta de Jesús podríamos decir que es de “manual”:”Si quieres entrar en la Vida guarda los mandamientos”
No queda satisfecho el joven. La Ley de Moisés tenía más de seiscientos preceptos. En alguna ocasión Jesús recrimina a los fariseos el cargar con tantos preceptos, cuando ellos eran los primeros que no los cumplían. Jesucristo no viene a cargar al hombre con pesados fardos; viene a simplificar la vida, a adorar a Dios en Espíritu y en Verdad. Cuando el hombre actual se inicia en la fe, la vida “se le complica”. Pero cuando se abre su oído por gracia de Dios, cuando va entrando en la Verdad de Dios que es el Evangelio, la vida “se le simplifica”. Y es entonces cuando descubre la verdadera libertad de los hijos de Dios.
Por ello el joven le pregunta, quizá con candidez:” ¿Cuáles?” Y Jesús le responde: “No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo”
Llama la atención que Jesús le responde con los Mandamientos de-podríamos decir-, amor al prójimo, y no, precisamente los primeros que se enuncian en el Shemá: Amar a Dios sobre todas las cosas…
Dice el joven: “Maestro, todo eso lo he guardado desde mi juventud”
“Jesús, fijando en él la mirada le amó y le dijo: una cosa te falta: vende cuanto tienes, dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo. Luego ven y sígueme”
Este relato de Marcos 10, 17-22 también está en Mateo (19, 16-22) y en Lucas (18, 18-23). En Marcos hay un detalle precioso que no está en los otros evangelistas, cuando dice: fijando en él la mirada le amóEs curiosa esta pincelada, que nos regala Dios a través de Lucas.
Esta es una mirada de Amor de Dios; luego, ya sabemos que el desenlace es la huída del joven, al no poder renunciar a sus riquezas. 
Ya no sabemos lo que pasaría por la cabeza del joven; la Misericordia de Dios es infinita, y la catequesis de Jesús y su mirada, le marcarían para siempre en su vida.
Continuando con Marcos (3,1-6), se nos narra la curación en sábado de un hombre que tenía una mano paralizada. Los fariseos estaban al acecho para ver si curaba en sábado, que era el día del descanso donde nada de trabajo se podía hacer. Jesús le dice al hombre enfermo: “Levántate ahí en medio”, y pregunta:” ¿Es lícito en sábado hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en vez de destruirla?
Como ellos callaran, les miró con enojo-otras traducciones dicen incluso con ira-, apenado por su dureza de corazón, y realiza el milagro de la curación.
Resulta difícil de entender esta mirada con “ira” de Jesús. Él, que nos ha reglado en las Bienaventuranzas: “Bienaventurados los mansos…”; o el mandato evangélico de amar a los enemigos…ahora mira con ira a los fariseos. Hemos de entender que no podemos, por una parte, tomar estas palabras al pie de la letra, ya que, nuestro hablar con reminiscencias romanas o griegas de nuestra cultura, en nada tiene que ver con la simbología del hablar oriental; por otra parte, este proceder de Jesús nos recuerda “la ira de Yahvé” en el antiguo Testamento. Más bien, esta mirada de enojo, es de pena, de sentimiento, al ver que los seres humanos no entendemos el sentir de Dios; sentir de los humanos apegados al temor, a la observancia religiosa de unos preceptos dictados por el miedo y no por el amor. Quizá, aún, estemos apegados a esta observancia religiosa, la de cumplir ausentes del compromiso que nos demanda este amor a los hermanos, los que nos hacen el bien y los que nos hacen el mal.
Quizá estemos atados al cumplimiento, a lo que podríamos decir coloquialmente: cumplo y miento, por justificar el haber cumplido con el precepto, pero sabiendo que nuestro corazón está lejos de Dios.“Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de MÍ” (Is 29,13)
En el episodio del Prendimiento de Jesús en el huerto de los Olivos, los cuatro Evangelistas narran el momento sin hablar de la mirada de Jesús al traidor Judas. Sin embargo es indudable que se entabla un pequeño diálogo entre ambos en el momento de la entrega, después del “beso de Judas” que delata al Señor. Y es indudable que hubo un cruce de miradas entre ambos. No deja de extrañar que no relate este cruce de miradas. La mirada de Judas debió ser de odio, no se sabe muy bien por qué. Judas ha recibido, lo mismo que los demás discípulos, toda la revelación por parte directa de Dios-Jesucristo. Ha comido y bebido con Él, ha dormido a la intemperie en noches de frío, y ha sido testigo de sus enseñanzas y sus milagros; incluso ostentaba un cargo en la comunidad de los apóstoles, el cargo de administrar la economía del grupo. ¡Pienso en cuántos Judas del mundo actual!
Por el contrario la mirada de Jesús fue: ¡Amigo! Con un beso entregas al Hijo del Hombre (Mt. 26,47) Le llama “amigo”. Antes había dicho: “Ya nos llamo siervos; os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer” (Jn 15,15)
Somos como Judas cuando, incluso después de recibir las catequesis, homilías, etc en las misas a las que asistimos, no amamos de verdad a nuestro hermanos; cuando no levantamos la voz ante el asesinato de seres indefensos a manos de sus propias madres, cuando llamamos “interrupción voluntaria del embarazo” a lo que deberíamos llamar “asesinato premeditado”. Cuando nos miramos hacia dentro, cuando metemos la mano en nuestro pecho como Moisés y sacamos la mano manchada con la lepra de nuestro pecado, cuando vemos los milagros que Dios hace cada día en ti y en mí,  y respondemos con indiferencia o traición a la mirada amorosa de Dios, somos Judas, entonces, cuando respondemos con pequeñas o grandes traiciones a Dios.
Tuvo que haber una mirada de Jesús a Pedro cuando éste le negó; se cumplió su profecía poco tiempo antes anunciándole que así sucedería. Al salir del Pretorio, seguro que hubo alguna mirada de Jesús a Pedro, que le hizo llorar su pecado amargamente. Pero la mirada de Jesús fue de misericordia; Pedro, en cuanto hombre, temeroso de ver el estado lamentable de un Jesús en quien había puesto toda su confianza, y que era masacrado de forma cruel, y llevado al matadero como Cordero manso, según su profecía, no entendía el Mensaje de Jesús. 
Sólo sucedería después de la Resurrección, al ver el sepulcro vacío. Y Jesús, lo entiende; sabe que para Pedro es imposible seguirle; ya le anunció que le seguiría más tarde, anunciando la muerte de cruz que le había de suceder. Y Jesús le mira con Amor, comprendiendo su debilidad. ¿Hay amor más grande?
Y también somos como Pedro cuando tememos dar testimonio público de nuestra fe, cuando nos avergüenzan nuestros respetos humanos, cuando no salimos en defensa de los oprimidos, cuando no se nos abren las entrañas al escuchar una blasfemia…
Hay en Marcos un episodio que nos puede sorprender. Jesús está explicando su Palabra, y viene a decirle: ...Tu madre, tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan. Él les responde: ¿Quién Es mi madre y mis hermanos? Y, mirando en torno a los que estaban sentados en corro, a su alrededor, les dice: Estos son mi madre y mis hermanos. Quien cumpla la voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre. (Mc 3,31-35)
Llama la atención varios puntos de este Evangelio; lo primero que se dice: los hermanos de Jesús; se ha de aclarar que la Virgen solo tuvo por Hijo a Jesús; en la cultura hebrea, hermanos son los parientes; para que quede claro la virginidad de María.
Y, aclarado esto, podríamos encontrar un tono un tanto despectivo de Jesús hacia su Madre; nada más lejos de la realidad. Jesús está diciendo que, por encima de la maternidad de María, está el cumplimiento de la Voluntad del Padre, sin menoscabar por ello el amor a su (nuestra) Madre. Esta mirada de Jesús es, pues, una mirada de amor a los demás, que, sentados en torno a Él, escuchan como María la hermana de Marta su Palabra. Es una mirada de Jesús como miraría el Padre.
Y, ahora, me pregunto yo, y te pregunto a ti: ¿Cómo me mira Dios? ¿Cómo me mira Jesús?
Seguro que con inmenso Amor. A pesar de mis infidelidades y contradicciones, a pesar de mis pequeñas y grandes traiciones, a pesar de mi cobardía ante el pecado, ante mi falta de amor al prójimo, de mi egoísmo.
Derriba Señor, esos montes donde viven mis dioses, que son los obstáculos que me impiden acercarme a ti. Dame esa fe que mueva las montañas, haz que se rebajen las colinas y los collados y que crezcan los valles de la senda que me ha de conducir a Ti
“…Porque los montes se correrán, y las colinas se moverán, mas mi amor de tu lado no se apartará y mi alianza de paz no se moverá, dice Yahvé, que tiene compasión de ti…” (Is, 54,10)
Alabado sea Jesucristo
 
 
 
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La Humanidad encorvada (Tomás Cremades)

La Humanidad encorvada
Hay un bellísimo texto en la Biblia que nos narra el “sacrificio en el Monte Carmelo”. Sucede que el rey Ajab dispone de más cuatrocientos profetas de Baal que le auxilian en sus augurios, a los que cree a pies juntillas, y desprecia las profecías del profeta Elías. Ajab cree que las desgracias que le vienen a su pueblo son debidas al influjo de Elías, y éste le recrimina su proceder al haberse apartado del verdadero Dios Yahvé. Elías se acerca al pueblo y le dice: “¿Hasta cuándo vais a estar cojeando sobre dos muletas? Si Yahvé es el Dios, ¡seguidlo|; si Baal lo es, seguid a Baal” (1 Reyes, 18, 21)
Elías les propone un trato para saber quién es el verdadero Dios: se cogerán dos novillos, se despedazaran, y no se les prenderá fuego, sino que éste llegará del cielo a las oraciones de ambos profetas; por un lado los cuatrocientos profetas de Baal, y por otro, Elías. “Clamaréis invocando el nombre de vuestro dios. Yo clamaré invocando el Nombre de Yahvé”.
El texto es largo; sucede que el dios de los israelitas invocado por los Baales, no consigue el objetivo de enviar fuego del cielo para el holocausto, y, sin embargo, ante la oración de Elías: “…cayó el fuego de Yahvé, que devoró el holocausto y la leña, y lamió el agua de las zanjas…”   (1 R. 18, 37-40)
Llama la atención del párrafo anterior, la frase de Elías recriminado al pueblo que siguen cojeando con dos muletas. Los números, en la Escritura, tiene significado; como hemos dicho tantas veces; ni una sola de las palabras pueden pasar desapercibidas. Aquí aparece el número dos. Dice Jesucristo: “No podéis servir a dos señores, no podéis servir a Dios y al dinero”. (Mt 6,24). Y en otro lugar, Jesús envía a predicar a sus discípulos de dos en dos (Lc 10,1)
Por el dinero entró el mal en el mundo. El dinero es necesario para vivir, hacer obras de caridad, etc; pero no podemos hacer cualquier cosa por dinero. “Donde está tu tesoro ahí está tu corazón (Mt 6,21)”.No podemos ir con dos muletas por la vida, queriendo “poner una vela a Dios y otra al diablo”; esas muletas nos impiden andar, estamos encorvados, como los israelitas que denuncia Elías, buscando un dios que no puede curar las heridas que el desgaste de la vida deja en el hombre. 
En el Evangelio de Jesucristo según san Lucas, Jesús se encuentra con una mujer que padecía una enfermedad que le mantenía encorvada sin poder enderezarse. Dice así: “…Había allí una mujer a la que un espíritu tenía enferma hacía dieciocho años; estaba encorvada y no podía enderezarse en modo alguno. Al verla Jesús la llamó y le dijo: “Mujer, quedas libre de la enfermedad”. Le impuso las manos, y al instante se enderezó y glorificaba a Dios “(Lc13, 10-14)
Jesús le llama “mujer”. Es la misma expresión con que se dirige a su Madre en las Bodas de Caná. Es la misma expresión con la que entrega a Juan –en representación de todos nosotros-, en el sacrificio supremo de la Cruz. En esta expresión Cristo se dirige a toda la Humanidad. Toda la Humanidad está encorvada por su idolatría, por el seguimiento de sus ídolos, como nos recuerda el salmista:
“Los ídolos de los gentiles son oro y plata, hechura de manos humanas: tiene ojos y no ven; tienen oídos y no oyen tienen boca y no hablan, tienen manos y no tocan, tiene pies y no andan…” (Sal 135,15). Solo Dios- Jesucristo, Hijo Único del Padre, puede salvar al hombre de sus angustias, puede enderezar el camino tortuoso elegido por el hombre, puede enderezar a la Humanidad encorvada.
Jesús, al ver a la mujer encorvada, le llama. No espera que ella le pida su curación. Lleva dieciocho años con su enfermedad y tiene asumido su estado deplorable. No ocurre como otras veces que el necesitado recurre a la curación. Este tema es más grave. La mujer, la Humanidad, está insensibilizada con su destino. Se acostumbra a él. Se podrá quejar de su mala suerte; incluso clamará al Cielo para reprocharle su desdicha. Pero no hará nada por salir de ahí. 
Por eso Jesús le llama. No espera al grito de Isaías“… ¡Ah, si rompieses los cielos y descendieses!...” (Is 63, 19)
Y, ante este clamor, el Padre envió a su Hijo Jesucristo para librar a la Humanidad  caída, del espíritu que la mantiene encorvada.

Alabado sea Jesucristo
 
 
 
 
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jueves, 12 de mayo de 2016

Pastores Según Mi corazón.- XIV - Entrañas Maternas.- (Por el padre Antonio Pavía)


XIV - Entrañas maternas

 Cuando los exegetas bíblicos intentan darnos a conocer en términos humanos la dimensión de la misericordia de Dios -tarea que parece inabordable dado que cualquier explicación sobrepasa ampliamente la realidad- no encuentran mayor aproximación que la de definirla como la riqueza que encierran las entrañas de una madre. Digo aproximación porque la Escritura puntualiza que incluso en el caso de que una madre se desnaturalizara tanto hasta el punto de abandonar al hijo de sus entrañas,  este caso  nunca se daría en Dios. Él es “incapaz” de olvidarse de los suyos. “…dice Jerusalén: Yahvé me ha abandonado, el Señor me ha olvidado. -¿Acaso olvida una mujer a su hijo de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque ésas llegasen a olvidar, yo no te olvido” (Is 49,14-15).

Entrañas de madre las de Dios, quien hace partícipes de su amor maternal a aquellos que llama a cuidar, proteger y apacentar  sus ovejas que, de hecho, son más suyas que de sus pastores, como vemos en tantos textos de la Escritura como por ejemplo: “…así dice el Señor Yahvé: Aquí estoy yo; yo mismo cuidaré de mi rebaño y velaré por él. Como un pastor vela por su rebaño cuando se encuentra en medio de sus ovejas dispersas, así velaré yo por mis ovejas” (Ez 34,11-12a).

En este sentido, nos causa sorpresa sumamente agradable ver a un hombre-pastor, aparentemente rudo e incluso tosco por su impulsividad como el apóstol Pablo, hablar de su dedicación al ministerio que Jesús le ha confiado en términos que nos recuerdan la abnegación de las madres quienes, desafiando incluso la propia salud, se entregan a toda clase de sacrificios y privaciones por sus hijos; son capaces de pasar noches enteras en vela si alguno de ellos necesita su cuidado. Esta disposición, entrega y desgaste físico la reconocemos también en Pablo con respecto a sus ovejas en no pocos de sus escritos: “Por mi parte, muy gustosamente me gastaré y me desgastaré totalmente por vuestras almas” (2Co 12,15).

Muy gustosamente, especifica el apóstol. No le mueve ninguna obligación ni compromiso. Si fuera solamente por ello podría decirse a sí mismo que ya ha hecho bastante, de forma que a nivel de conciencia no tendría nada que reprocharse. Pero la cuestión es que le mueve el amor. Las entrañas maternales de las que Dios le revistió -prolongación  de las suyas- le elevan por encima de todo desgaste físico que supone el pastoreo, la dedicación y la preocupación por las iglesias-comunidades (2Co 11,28). En definitiva, todo su ministerio apostólico le nace de dentro; Dios ha infundido en él la riqueza del amor que construye al otro, este amor que no se fabrica y que tampoco es resultado de la aplicación de una serie de principios éticos o píos.

Cuando Pablo dice que se desgastará muy gustosamente por el -o más bien- los rebaños que su Maestro y Pastor le ha confiado, en realidad más que ponerse una medalla, se sobrecoge ante el don que ha recibido. Gasta su vida por el anuncio del Evangelio porque Alguien ha creado algo nuevo en sus entrañas. Si anteriormente éstas estaban replegadas sobre sí mismas en un vano intento de retener y conservar haberes y haceres posesivos, ese Alguien, el que le llamó para el Evangelio de Dios (Rm 1,1), puso en ellas su sello maternal abriéndolas así al mundo entero. Del seno de sus entrañas fluía impetuoso el Evangelio de su Señor para cuyo anuncio fue llamado. No hay duda que cuando Jesucristo llama a alguien se salta todas las normas de prudencia y eficacia; ésta es una constante a lo largo de la historia de Dios con los hombres.

A tu prójimo como a ti mismo

Al referirnos a las entrañas maternales de Pablo, hablamos también -siguiendo el símil de la madre- del sufrimiento que implica dar a luz a hijos en la fe. El apóstol, al igual que todos los pastores que hacen del anuncio del Evangelio la prioritaria razón de ser de su llamada y, más aún, su única y gran pasión, tiene dibujado en las telas de su alma esta calidad de sufrimiento. De hecho sorpresivamente nos dirá que sufre dolores de parto. “¡Hijos míos!, por quienes sufro de nuevo dolores de parto, hasta ver a Cristo formado en vosotros…” (Gá 4,19). Padeció indeciblemente los dolores del alumbramiento al conducirlos hasta el bautismo, sufrimientos que persistieron hasta -como precisa textualmente- ver a Cristo Jesús, su Señor, formado en ellos.

Este deseo y anhelo de Pablo de ver formado a Jesucristo en sus ovejas nace  –así nos lo parece- de la riqueza de su propia experiencia de comunión con  su Maestro y Señor. Es tal su identificación con Él, que llega a confesar: “Ya no soy yo quien vivo sino que es Cristo quien vive en mí” (Gá 2,20).

Vemos aquí el  sentido real y profundo de la respuesta que Jesucristo dio al escriba que le preguntó por el primero de los mandamientos. Le dijo: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente”. Y añadió: “y a tu prójimo como a ti mismo” (Lc 10,26). He ahí el auténtico y verdadero amor de Pablo y de todo pastor según el corazón de Dios por sus ovejas. Éstos no dan alimento sin consistencia o consejos morales  a las ovejas, sin preocuparse de su crecimiento en una sana espiritualidad de la Palabra: les dan la misma vida que rebosa del Evangelio y que, a su vez, ellos han recibido de manos de Jesucristo. Pablo nos  lo testifica: “Porque os hago saber, hermanos, que el Evangelio anunciado por mí, no es de orden humano, pues yo no lo recibí ni aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo” (Gá 1,11-12).

Al puntualizar Jesús al escriba que el mandamiento por excelencia revelado por Yahvé a Israel, se desdoblaba hacia el prójimo en la dimensión de “como a sí mismo”, estaba señalando un sello absolutamente indispensable que habría de marcar a sus pastores: anunciar a sus ovejas “lo que Él ha hecho por ellos” (Lc 8,39). Así, también ellas estarán en condición de ser beneficiarias del hacer salvífico del Señor Jesús.

Para evitar equívocos aclaro que no me estoy refiriendo a manifestaciones o experiencias sensacionalistas, que siempre llevan consigo el peligro de condicionar sicológicamente a las personas, sobre todo a aquellas que son más influenciables. Me estoy refiriendo  al  anuncio del Evangelio, que es siempre palabra eficaz para el hombre (Hb 4,12).

Este pastoreo hace que Jesús -al igual que vimos en Pablo- viva en las entrañas de las ovejas pastoreadas, realizando así en ellas el Magisterio que sólo a Él compete (Mt 23,8) y que lleva consigo el enseñarlas a comer por sí mismas  partiendo  la Palabra, por supuesto, siempre en comunión con sus pastores, con la Iglesia.

Cada vez que un pastor es testigo de que sus ovejas, una tras otra, son capaces de partir la Palabra y alimentarse de ella, puede decir sin jactancia, pero sí con un “magníficat” parecido al de María de Nazaret, que ha amado a sus ovejas como a sí mismo. He ahí el sentido profundo de la respuesta que Jesús dio al escriba. Les ha traspasado la mayor de las maravillas que Dios puede hacer a una persona: partir la Palabra para su propio sustento. Maravilla que está implícita en la oración que el mismo Jesucristo enseñó a sus discípulos: “Danos hoy nuestro pan de cada día” (Lc 11,3).

Testigos del Invisible

Por supuesto que en todo este proceso no hay nada de mecánico o programático. Nada de esto responde a una especie de ensayo de laboratorio por el que la relación causa-efecto está previamente proyectada. Estamos hablando de un proceso en el que intervienen los resortes más propios e íntimos del hombre, como son la libertad, el hambre de novedad –no hay mayor novedad que la acción de Dios-, la perseverancia y la escucha, la calidad de la acogida, mas también los miedos, los frenos causados por la debilidad, el temor y la desconfianza ante la sospecha de ser engañados…

Los pastores según el corazón de Dios conocen a fondo todos y cada uno de estos resortes. Los han vivido en su propia carne, en su gestación a la fe adulta. Apoyados en esta fe, están ahí velando por sus ovejas como lo está una madre ante sus hijos cuando más la necesitan. Al igual que Pablo y, por supuesto, al igual que Pedro, Juan, Santiago, Felipe, etc., todo pastor tiene, como don inherente a su ministerio, corazón de madre. Corazón solícito por sus ovejas; atentos hasta la extenuación a la obra que está haciendo en ellas por medio de su predicación y acompañamiento entrañable.

 Hasta la extenuación, acabo de afirmar, y a más de uno o a muchos les parecerá una exageración. La verdad es que al expresarme así no estoy en absoluto pensando en una palabra-impacto; estaba y estoy pensando en Pablo, en su testimonio escrito cuando dice a los de Corinto que no le importa el desmoronamiento de su cuerpo en sus afanes por anunciar el Evangelio. Lo anuncia traspasando fronteras porque cree en él, aunque, a causa de este su celo apostólico, se vea entregado continuamente a la muerte; sabe muy bien que sus ovejas tendrán la vida en la medida en que él vaya muriendo. “Aunque vivimos, nos vemos continuamente entregados a la muerte por causa de Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. De modo que la muerte actúa en nosotros, mas en vosotros la vida “(2Co 4,11-12).

Lo más bello del testimonio de Pablo es que no va muriendo y desfalleciendo como esos santurrones que van echando en cara a todo el mundo sus privaciones heroicas –líbrenos Dios de estos “mártires”-. Nuestro apóstol proclama esta realidad como alguien que está venciendo a la muerte, incluso al progresivo desfallecimiento y deterioro de su cuerpo. Más aún, no cabe en sí de gozo al saberse reconstruido interiormente en la medida en que se gasta por sus ovejas. El testimonio que, de su puño y letra, vamos a transcribir, forma parte sin duda de la antología de lo que es un pastor de nuestro Señor Jesucristo según su amor: “Por eso no desfallecemos. Aun cuando nuestro hombre exterior se va desmoronando, el hombre interior se va renovando de día en día. …a cuantos no ponemos nuestros ojos en las cosas visibles, sino en las invisibles; pues las cosas visibles son pasajeras, mas la invisibles son eternas” (2Co 4,16-18).

Es innegable que nos faltan adjetivos para describir la envidiable libertad interior y exterior del apóstol y, con él, la de tantos y tantos pastores que han vivido y viven su ministerio a la luz del binomio Evangelio-ovejas. Envidiable, sin duda, la libertad de Pablo. Se le ha etiquetado con la marca de misógino,  cuando casi improvisamente da un giro copernicano en su pastoreo que nos deja sin habla: no le importa proclamar que sus entrañas son de   mujer-madre; que sufre dolores de parto por la multitud de hombres y mujeres que Jesús le ha confiado.
La libertad de este hombre alcanza  su culmen cuando llega a decirnos que su perder la vida, su desgastarse por sus ovejas, no lo considera una carga que no se puede quitar de encima, sino un regalo, una gracia de Dios. Es más, se asombra de haber recibido la llamada al pastoreo, siendo como es no ya el menor de los apóstoles, sino el menos indicado de todos los discípulos del Señor. Conoce su debilidad, mas no se hace una víctima a causa de ella. Por el contrario, sin perderla de vista, se eleva sobre ella para poder anunciar el Evangelio, y esto sabiendo que es el menor de todos los santos, así es como eran llamados los cristianos: “A mí, el menor de todos los santos, me fue concedida esta gracia: la de anunciar a los gentiles la inescrutable riqueza de Cristo” (Ef 3,8). Una nota aclaratoria: Donde hemos puesto inescrutable, la traducción original transcribe: “imposible de rastrear”.

lunes, 9 de mayo de 2016

​​LA FE ES ALGO MÁS QUE UN PASAPORTE (por Manuel Armenteros)

La Fe es algo más que un pasaporte estático y seguro para la vida eterna. La Fe es la certeza de creer y vivir en Dios.  Desde su Palabra Encarnada, que es Jesucristo, felizmente Resucitado y asistidos por la fuerza operante de su Espíritu Santo, sentir su viva Presencia, en nosotros.  Así pues, la Fe, por Él y en Él, tiene en sí misma tal dinamismo vital, es tan operativa y realiza tanta creatividad en nuestro corazón y entendimiento, conjuntamente; que ofrece Luces para todo. Descubriendo nuevos nutrientes o fuentes energéticas, que nos llegan de lo “alto” y actúan en perfecta sintonía con la naturaleza, dejando atrás las materias energéticas actuales procedentes de “abajo”, del subsuelo, altamente contaminantes. Como inspirando espacios de relaciones efectivas y afectivas entre personas y pueblos, con el fin de posibilitar idénticos niveles de desarrollo para la vida humana, en los Cinco Continentes de nuestro planeta. La Fe, justifica, acredita, capacita  y es fuente transformadora del mundo.
Diría más, la Fe se comporta como un motor nutrido del Amor de Dios, concedido para continuar colaborando en su Obra Creacional Cósmica, no concluida. Capacitándonos no ya para rehabilitar con urgencia nuestro mundo, sino para adentrarnos en nuevos mundos o planetas. Y así reconocernos al fin, y sanarnos de ese falso orgullo de ser los únicos seres humanos inteligentes, por Dios creados. Valorando mucho más nuestra “Casa Común” donde iniciamos la aventura de nuestra peregrinación humana, cuya meta y destino es, el regreso o la vuelta a su Presencia gloriosa y eterna. Concluyendo, la Fe pues, no es ese pasaporte estático aludido, sino dinámico; que  permite pasar con seguridad al conocimiento de nuestra antropología de origen divino, capaz de engendrar una Cosmovisión Universal o Cósmica. Fe que logra penetrar en ese estado o Reino de Dios, capacitado para amarnos mucho más, al descubrir nuestra verdadera identidad. Logrando por esa Fe vincularnos responsablemente y por su Gracia, a la acción y los planes creativos y eternos de Dios, nuestro Padre y CreadorQuien “hace las cosas nuevas” por su Hijo Jesucristo y el Espíritu Santo y se complace  mucho con el hombre y en la mujer ya renovados, pues son la OBRA MAESTRA SALIDA DE SUS MANOS.
TRES CANTOS a 6 de Mayo del 2016. Manuel Armenteros Martos. 

domingo, 8 de mayo de 2016

El poder de la tentación (por Tomás Cremades)

El poder de la tentación
¡Señor, enséñanos a orar! Es la petición que los discípulos hicieron a Jesús, como nos recuerda el Evangelio de Jesucristo según san Lucas (Lc 11,1). Han visto la devoción de Jesús en su oración con el Padre, tan diferente de la que habían visto y practicado antes, que no pueden sino exclamar: “¡Señor, enséñanos a orar.
Y ante esta petición, llena de humildad, reconociéndose incapaces de llegar a Dios con sus oraciones, Jesucristo desgrana la más bella oración, la oración de oraciones, el Padrenuestro. Y en ella, entre muchas peticiones y alabanzas al Padre, me detengo en una: “…no nos dejes caer en la tentación…”
Es decir, no pedimos, como nos enseña Jesús, que nos quite la tentación, sino que no nos dejemos engañar por el Maligno. Por tanto la tentación, el tener la tentación, el sufrir la tentación, no es malo, sino todo lo contrario: es bueno. Dios ha dejado libre al hombre, y, como tal, quiere que el hombre le ame con libertad. En toda tentación hay un combate; es el combate en el que el hombre se enfrenta a la seducción del mundo representada por Satanás, con sus mentiras y engaños, y, por otro lado, al Amor que Dios le propone. En la tentación, nosotros elegimos a quién queremos seguir; es así de simple: no podemos tener dos señores, pues seguiremos a uno y dejaremos al otro. Elegimos entre el amor a Dios o el amor al mundo, con sus seducciones. Dios nos creó libres y quiere ser amado con libertad. Y en la victoria sobre la tentación, le decimos al Señor que le amamos, que somos suyos y ovejas de su rebaño.
Por eso le pedimos que no se nuble nuestro corazón, que no discutamos con la tentación, que huyamos del peligro. Imaginemos un perro atado con una cuerda al cuello; el perro es un perro feroz, y es tal, que si nos acercamos nos muerde. Mientras estemos fuera del radio de alcance, no nos pillará, pero si estamos tan cerca de él que puede alcanzarnos, nos destrozará. Así es la tentación; no podemos discutir con ella, sino salir huyendo poniéndonos en las Manos de Dios.
El mejor ejemplo es ver cómo fue tentado Nuestro Señor. Cuando Él comenzó su vida pública, nos relata Lucas que fue llevado por el Espíritu al desierto. (Lc 4, 1-13) Y allí, después de cuarenta días de ayuno Jesús sintió hambre. Ya sabemos que este número es simbólico, pero en esencia, lo importante es que Jesús sintió la necesidad de su cuerpo: el hambre.
Y es hermosísimo este ejemplo. ¡Qué humildad la de Jesús la de sentir, como hombre, la necesidad! ¡Quéejemplo de Jesús, pasando por todas las situaciones por las que pasa el ser humano! Y aparece el Tentador. El Padre no le quita la tentación, deja que Jesús se enfrente al diablo. Y, en esta tentación, ante la necesidad humana, el diablo arremete: “…ya que eres Dios, di que estas piedras se conviertan en pan…”
Es decir: como eres Dios y todo lo puedes, ¡no pases hambre! ¡Haz el milagro! ¡El sufrimiento no es para ti! ¡No hagas la Voluntad del Padre! Eso no es para ti…
Y Jesús contesta con sabiduría: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios; es decir, el hombre, la persona, la que un día resucitará-no resucita el alma, sino el alma+ el cuerpo-, necesita el alimento del pan, pero sobre todo, del PAN DE LA PALABRA. No en vano dirá, más adelante: “…mi Cuerpo es verdadera comida y mi Sangre es verdadera bebida…” (Jn 6,55)
La Palabra, pues, es el alimento del alma; la Palabra representada por su Santo Evangelio. Como nos dirá Juan en el Prólogo del Evangelio: “…en el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios…”.
Jesucristo, Palabra Eterna del Padre, y Sabiduría del Padre, se hace PAN para nosotros en el Misterio Eucarístico.
En el episodio del encuentro de Jesús con la mujer samaritana en el pozo de Jacob, cuando los discípulos vuelven para traer la comida a Jesús, éste les contesta: “…Yo tengo para comer un alimento que vosotros no conocéis. Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado…” (Jn 4,31-35)
Así nos enseña el Divino Maestro, Jesucristo, cómo espantar al demonio de nuestras vidas, cómo responde el discípulo ante la tentación.
Alabado sea Jesucristo

sábado, 7 de mayo de 2016

NADA NOS SEPARARA DEL SEÑOR


El justo crecerá (por Carmen Pérez)

"El justo crecerá como una palmera.
Se alzará como un cedro del Líbano.(Salmo 91)"

¿Quien es el justo ? El que busca a DIOS; que crecerá como un árbol plantado al lado de las corrientes de aguas vivas que salen del Evangelio de nuestro Señor Jesus.
Será un árbol que da hojas de medicina para curar a los que se acerquen . Tendrá palabras de amor y misericordia para sus hermanos y llevará a conocer al Señor a todos los que lo vean, porque dice Jesús que no se enciende una lámpara para esconderla sino para que se vea y de luz.
Señor haz de mí una lámpara.

Amén