lunes, 31 de enero de 2022

Cosas del cielo y cosas de la tierra

Dice Jesús a Nicodemo: "Si al deciros cosas de la tierra no creéis ¿Cómo vais a creer si os digo cosas del cielo?” (Jn 3,12). Las cosas de la tierra serían las propias  de la ley natural basada en hacer el bien y evitar el mal. Por ejemplo los fariseos deberían de alegrarse por aquel paralítico a quien Jesús curó (Jn 5,1...), o del ciego a quien dio la vista (Jn 9,1...), sin embargo se disgustaron porque Jesús les había curado un sábado transgrediendo así la ley;  y… si no entendieron esto ¿cómo iban a entender las cosas del cielo? Al hablar de las cosas del cielo Jesús se refiere al Evangelio que recibe del Cielo, del Padre,  como dice una y otra vez a sus discípulos: "… Lo que yo os  digo, os lo digo como el Padre me lo ha dicho a mi..." (Jn 12,49-50). Jesús se refiere a palabras como: "… Amad a vuestros enemigos, haced el bien a quien os odia..." (Lc 6,27...), o "no os resistáis al mal antes bien al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra…" (Mt 5,39…), ... y tantos pasajes más. Es evidente que el Evangelio que descendió del corazón del Padre -las cosas del Cielo- primero hacia el corazón del Hijo y de allí ascendió a su boca está a años luz de la ley natural y no es cuestión de hacer esfuerzos titánicos por cumplirlo; se trata de ser humildes de corazón y hacer nuestra la Fuerza de Dios presente en sus páginas (Rm 1,16). 

P. Antonio Pavía

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viernes, 28 de enero de 2022

IV Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 4,21-30 )

¿Es Jesús un estorbo en tu vida?

Leída la profecía de Isaías en la sinagoga de Nazaret acerca del Mesías Salvador, Jesús les dijo: "Esta Palabra se cumple hoy". Los oyentes asintieron por las palabras de gracia que habían salido de su boca, más inmediatamente, se volvieron contra Él aduciendo que solo era el hijo del carpintero. La razón de este cambio es que Jesús era un estorbo para poder seguir instalados en la mediocridad. Israel siempre posponía su conversión para cuando llegase el Mesías pues entonces entenderían todo. Al tenerlo ante ellos no pueden justificar su mediocridad que les llevaba a honrar a Dios con la boca pero no con el corazón (Is 29,13). En su corazón solo habitaba el dios prometido por Satanás: ¡Ellos mismos! (Gen 3,1-5). Ellos, solo ellos, son quienes toman las decisiones sobre su vida. En su necedad se dejan pastorear por la Muerte (Sl 49,15). Jesús nos dio el antídoto contra toda mediocridad: su Santo Evangelio pero mucho me temo que para no pocas personas aparentemente buenas y cumplidoras el Evangelio sea el gran Desconocido en sus corazones y por la misma razón: porque es un estorbo para su mediocridad. 

P. Antonio Pavía 

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miércoles, 26 de enero de 2022

Jesús, mi Buen Pastor

El miedo es un estigma que nos golpea con cierta frecuencia.  Los discípulos de Jesús no estamos exentos de este estigma pero confiamos en Él, nuestro Buen Pastor, que tiene poder para calmar nuestras angustias y ansiedades. Si oramos, más con el corazón que con los labios, en el Salmo llamado "El Señor es mi Pastor" (Sl 23), vemos que aunque caminemos por valles de tinieblas, éstas tienen sus líneas rojas, infranqueables, marcadas por Jesús. Leamos "Aunque camine por valles de tinieblas no temeré, porque tú vas conmigo".  Ahí radica nuestra esperanza; en que Jesús sabe por dónde nos lleva y que caminando al ritmo de sus pasos, aún con el sufrimiento de nuestra cruz a cuestas, no hay lugar para la desesperación. Es nuestra relación de pertenencia con Jesús, pertenencia por haber acogido su llamada al Discipulado, la que imprime la Paz en nuestro corazón. Discípulos de Jesús que por guardar la Palabra tenemos la experiencia de que Él camina delante de nosotros convirtiendo nuestras tinieblas  en luz, como profetizó Isaías (Is 42,16).

P. Antonio Pavía

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lunes, 24 de enero de 2022

Dignos de Dios

Hay quienes piensan que por mucho que se esfuercen, por medio de sacrificios y oraciones, en agradar a Dios, nunca serán dignos de Él. Pues sí, todo hombre llega a ser digno de Dios su Padre, si orienta su vida, sus opciones y decisiones, en vistas a recibir de Él su Sabiduría. Tengamos en cuenta que en la Espiritualidad bíblica Sabiduría y Palabra sin sinónimos. De hecho, Jesús, Palabra del Padre, es llamado por San Pablo, Sabiduría de Dios ( 1 Co 1,24 ). Veamos ahora este texto del libro de la Sabiduría: "Quien madruga para encontrar la Sabiduría no se fatigara; a su puerta la encontrará sentada... pues ella misma va por todas partes buscando a los que son dignos de ella” ( Sb 6,14-16 ). Cuando se predica el Evangelio, sus palabras que son "Espíritu y Vida” ( Jn 6,63b ) buscan entre los oyentes a los hambrientos de Dios. No es que estén ya convertidos, pero si quieren cambiar su vida por la Vida y la buscan en Jesús y su Santo Evangelio, el mismo Jesús les hace dignos del Espíritu y Vida que reposa en sus palabras. El Señor les considera pues, dignos lo mismo que consideró a sus primeros discípulos dignos-aptos para poder sufrir a causa de su Nombre ( Hch 5,41 ).

P. Antonio Pavía

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viernes, 21 de enero de 2022

Domingo III T. Ord. ( Lc 1,1-4 y 4,14-21)

El Espíritu del Señor está sobre mi

Jesús lee en la sinagoga este pasaje de Isaías: "El Espíritu del Señor está sobre mi..para evangelizar a los pobres.." Terminada la lectura dice: esta profecía se cumple hoy...Yo soy el hoy de la salvación. sondeamos dos de los "Hoy" que vemos en el Evangelio. El que anunció el Ángel a los pastores de Belén "Hoy os ha nacido un salvador" ( Lc 2,10). Estos hombres, dejando sus pertenencias en el monte  - exponiendolas al pillaje-  corrieron al encuentro del Salvador y lo encontraron... eran pobres de bienes pero ricos en Sabiduría. Vemos ahora a Zaqueo, de quién Lucas nos dice que era rico. Se entera que Jesús está en Jericó y ante su pobreza interior,pues no tiene a Dios, se dice: Hoy o nunca, y sale donde Jesús. Zaqueo es bajito y la calle está abarrotada. Si quiere ver a Jesús tendrá que subirse a un árbol como los chiquillos. Exponiéndose a la burla de todos, a la perdida de su fama y dignidad, se sube. Su encuentro con Jesús fue bellísimo; comieron juntos y Jesús le dijo: "Hoy ha llegado la salvación a esta casa" ( Lc 19,9 ). Los pobres, los que ponen sus cosas en manos de Dios... tienen el oído abierto para poder ser evangelizados.

P. Antonio Pavía

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miércoles, 19 de enero de 2022

Mi Padre es vuestro Padre

No es lo mismo cumplir con Dios que estar con Él. El hermano mayor de la parábola del hijo pródigo cumplía puntualmente las órdenes de su padre (Lc 15,29a), pero su corazón no estaba con él sino con sus amigos (Lc 15,29b). Jesús, enviado del Padre, abre nuestra alma para que le   lleguemos a conocerle y adorarle en espíritu y verdad (Jn 4,23-24). Para llegar a conocer a Dios como Padre, es decir de tú a tú, es preciso que la línea divisoria que hay entre el Cielo y la tierra sea rasgada; línea que impide que el hombre tenga una relación filial, íntima con Dios como Padre. La línea divisoria estaba simbolizada por un tupido velo que cubría la entrada en el recinto sagrado llamado, Santo de los Santos, del Templo de Jerusalén. Nos dice Lucas que a la muerte de Jesús, este velo se rasgo anulando así la línea divisoria entre Dios y nosotros. Roto el velo, Jesús grito: ¡Padre en tus manos encomiendo mi Espíritu! (Lc 23,45-46). Es por eso que una vez resucitado, Jesús se apareció a María Magdalena y le confió esta bellísima misión: "Vete donde mis hermanos y diles: Subo a ‘mi’ Padre y a ‘vuestro’ Padre; a ’mi’ Dios y a ‘vuestro’ Dios”. Y todavía hay quien se pregunta: ¿Vale la pena buscar a Dios?

P. Antonio Pavía

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lunes, 17 de enero de 2022

Muéstranos al Padre

Última Cena: Jesús da a los Apóstoles las catequesis que apuntalan el Discipulado. Una tristeza se abate sobre ellos ante el inminente arresto y muerte del Señor;  Felipe abatido le dice: “Muéstranos al Padre y nos basta" (Jn 14,8). Felipe no digiere lo que está pasando pero ha oído a Jesús hablar muchas veces de su Padre y desea contactar con Él para entender los próximos pasos de su Hijo. Seguramente recordaría cuando Jesús les dijo que su Padre revelaría "estas cosas" -su Misterio- no a los grandes de este mundo sino a los que se hacen pequeños (Mt 11,25...). También sabe que su Padre que vela sobre las aves del cielo y los lirios del campo, con mayor razón cuidaría de ellos que un día, dejándolo todo, acogieron la llamada de Jesús (Mt 6,26-30). Sí, todos ellos guardaban como joyas en el cofre de su corazón lo que Jesús les había dicho del Padre, pero ahora en sus corazones reina la incertidumbre e incluso las dudas.  Muéstranos al Padre, le susurra Felipe casi gimiendo; un día nos dijiste que Él jamás te dejaría solo (Jn 8,29). Muéstranos al Padre porque la soledad que nos acecha nos aplasta. Felipe nos mostró el camino en esos días aciagos de la fe: ¡Jesús, muéstranos al Padre y nos basta!

P. Antonio Pavía

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viernes, 14 de enero de 2022

II Domingo T. Ordinario - (Jn 2,1-11)

Haced lo que Él os diga

Algo que distingue a los fariseos de todos los tiempos es que detrás de su fachada de personas más o menos piadosas esquivan con mil razones la Palabra de Dios que  escuchan, es decir que esquivan al mismo Dios. Por eso Jesús dijo a los de su tiempo: ¿Por qué me llamáis Señor, Señor y no hacéis lo que os digo? Hoy leemos el Evangelio de las Bodas de Caná. Alguien dirá qué tiene que ver este Evangelio con los fariseos. Tiene que ver porque María es el polo opuesto al fariseísmo. Ella recibió una propuesta de Dios que aparentemente sobrepasaba toda comprensión humana, sin embargo sabiendo que por venir de Dios se fio de Él y dijo: ¡Hágase en mí tú Palabra! Repito, la propuesta de Dios era inconcebible pero se apretó  a Él y la acogió. Al dar su sí a Dios le conoció no de forma académica sino al Dios cercano que nos hace semejantes a Él (1Jn 3,1-2). María por haberse fiado de Dios en una propuesta que la  sobrepasa, ante la falta de vino en la boda,  tuvo autoridad para decir a los sirvientes: "Haced lo que Él os diga". Podría añadir: Yo acogí la Palabra, dije sí a Dios y le conocí como "mi Padre". Hagamos lo que Jesús nos dice en el Evangelio y no tendremos la menor duda de que efectivamente es el Hijo de Dios.

P. Antonio Pavía

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jueves, 13 de enero de 2022

Salmo 70(69) - Súplica en la desgracia

¡Dígnate, Señor, librarme!
¡Señor, date prisa en socorrerme!
¡Queden avergonzados y confundidos los que buscan acabar con mi vida!
¡Huyan abochornados los que traman mi desgracia!
¡Que se retiren confundidos los que se ríen de mí!
¡Que exulten y se alegren contigo todos los que te buscan!
Que los que aman tu salvación repitan siempre: ¡Grande es el Señor!
Pero yo, soy pobre e indigente.
¡Oh Dios, ven deprisa!
Tú eres mi auxilio y mi salvación.
¡Señor, no tardes!

Bienaventurados los indefensos (por el padre Antonio Pavía) 

Un fiel se dirige suplicante a Dios pidiendo ayuda. Es evidente que está en una situación desesperada ya que, insistentemente, le suplica que se dé prisa, que corra para 
auxiliarle. Sus enemigos le acechan y quieren acabar con su vida. 
No solamente es el hecho de encontrarse en una situación crítica. Lo peor es que no tiene cómo defenderse, cómo hacer frente al mal que se cierne sobre él pues es pobre y desventurado. 
En la Sagrada Escritura son varias las acepciones con que se define al pobre, al desgraciado, al indefenso. En el contexto del salmo, podemos intuir que este hombre está 
desvalido, no tiene ninguna defensa, ningún arma con la que 
defenderse.
A la luz de este hombre fiel, vemos con claridad al Mesías, Jesucristo; el gran desvalido, indefenso por opción personal, hasta el punto de renunciar incluso a una defensa 
verbal en el juicio inicuo al que fue sometido: «Entonces, se levantó el Sumo Sacerdote y le dijo: ¿No respondes nada? ¿Qué es lo que estos atestiguan contra ti? Pero Jesús seguía callado» (Mt 26,62-63).
Jesucristo se somete voluntariamente al mal del 
hombre, de todo hombre. Se doblega ante el mal que tiene su 
trono en nosotros. 
El Hijo de Dios se doblega 
ante el mal no por cobardía, sino para hacer presente a lo largo de toda la Historia que, en su debilidad, se manifiesta con todo su esplendor la fuerza salvífica de 
Dios.
El apóstol Pablo, iluminado por el Espíritu Santo, nos transmite con nitidez esta realidad sorprendente de la salvación de Dios: ¡En la indefensión, en la debilidad 
libremente asumida, Dios actúa y salva! Oigámosle: «Jesús, 
ciertamente, fue crucificado en razón de su flaqueza pero 
está vivo por la fuerza de Dios» (2Co 13,4a). Pablo tiene 
la certeza de su afirmación porque tiene la experiencia de que Dios resucitó a su Hijo de la muerte. Lo impresionante es que esta forma de actuar de Dios es válida no solo para Jesús, sino también para todos aquellos  apoyan su
debilidad en su Palabra. Vamos a ver, pues, cómo termina el 
texto citado anteriormente: «Así también nosotros: somos 
débiles en él, pero viviremos con él por la fuerza de Dios sobre vosotros» (Col 13,4b). 
Por si fuera poco, y para que la catequesis de Pablo no quede en palabras preciosas pero vacías, él mismo nos transmite su experiencia a este respecto. Ante una situación dificilísima por la que está pasando, sea a nivel de persecuciones, incomprensiones e incluso enfermedades, Pablo, el apóstol, se dirige por tres veces a Dios para que le saque de tales peligros, a lo cual Él le respondió así: 
«Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza» (2Cor 12,9).
La respuesta que Pablo recibe de Dios, a quien da culto por la predicación del Evangelio, como a él mismo le gusta decir (Rom 1,9), le levanta tanto el alma que termina diciendo: «Por eso me complazco en mis flaquezas, en las injurias, en las necesidades, en las persecuciones y las angustias sufridas por Cristo; pues, cuando estoy débil, entonces es cuando soy fuerte» (2Cor 12,10).
Volvemos al salmo y oímos a nuestro hombre indefenso, 
anunciar proféticamente la victoria de Dios sobre el mal provocando el gozo de los que le buscan con corazón sincero. 
Todo discípulo de Jesucristo enfrenta un combate, es el combate de la fe. Es una lucha muy singular, en la que el príncipe de este mundo tiene sus armas que sobrecogen al 
buscador de Dios: Persecuciones, odios, incomprensiones e, incluso, los desánimos que nacen del hecho de que, aún buscando a Dios, sufre en su carne el aguijón del pecado: 
es buscador y pecador al mismo tiempo. Este es el momento de acoger con humildad el hecho de no ser mejor que sus hermanos. Consciente de su impotencia, siente la urgencia de revestirse de las armas que Dios pone en sus manos. Armas descritas magistralmente por el apóstol Pablo: «Fortaleceos en el Señor y en la fuerza de su poder. 
Revestíos de las armas de Dios para poder resistir a las 
acechanzas del diablo... Calzados los pies, con el celo por el Evangelio de la paz, embrazando siempre el escudo de la fe... Y la espada del Espíritu que es la palabra de Dios»
(Ef 6,10-17).
Solo el que combate así, conoce el gozo de Dios del que nos habla el salmista. Así nos lo atestigua el apóstol Pedro: «Por lo cual rebosáis de alegría, aunque sea preciso 
que todavía por algún tiempo seáis afligidos con diversas pruebas ...» (1Pe 1,6)


miércoles, 12 de enero de 2022

CAÑA CASCADA

Como nos alegra el alma está profecía de Isaías sobre Jesús: "No quebrará la caña cascada" (Is 42,3). Son palabras muy consoladoras para los que con nuestras debilidades emprendimos la senda  del Discipulado. Caminamos con la evidencia de que Jesús no quebró la caña cascada, el corazón titubeante de sus Apóstoles ante su crucifixión. Resucitado fue a su encuentro y los transformó en piedras firmes de su Iglesia (2 Pe 2,4-5). Nos detenemos en dos de ellos: Pedro y Judas; los dos le traicionaron sin embargo su reacción ante su pecado fue diferente. Judas no creyó en el perdón de Jesús, no se creyó digno de ser perdonado por Él; había oído de sus labios la parábola del hijo pródigo pero no la guardó en su corazón. En cambio Pedro supo esperar a Jesús. A pesar de sus negaciones le amaba tanto que no estaba dispuesto a perderle. Se encontraron a orillas del mar; Jesús Resucitado y Pedro con el corazón y el alma quebrados. Jesús le miró a los ojos como la primera vez (Jn 1,42)... y le confió sus ovejas para que se las apacentara (Jn 21,15-17). Así es como nos ama el Señor Jesús

P. Antonio Pavía

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lunes, 10 de enero de 2022

Abrieron sus corazones

Veamos a  los tres Reyes, que adoraron al Niño Dios en Belén bajo el simbolismo de la conversión del corazón. Dice Mateo que al encontrar a Jesús en el pesebre le adoraron y abriendo sus cofres,  símbolos de sus corazones, le ofrecieron oro que refleja la querencia que tenemos hacia los bienes de este mundo; también le ofrecieron incienso que representa el afán neurótico que nos impulsa a buscar gloria y honor del mundo, ese afán por ser ensalzados, reconocidos por los demás. Recordemos que Satanás tentó a Jesús poniendo a sus pies la gloria del mundo (Mt 4,9-10). Jesús dirá a los fariseos que no podrán creer en Él porque  buscan esta gloria humeante unos de otros (Jn 5,44). Por último le ofrecieron mirra, ungüento con el que se perfumaba a los difuntos. Este último regalo apunta al Misterio de la Cruz… y sobre él  nos dice Jesús: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo y tome su cruz... porque quien quiera salvar su vida la perderá, quien la pierda por mí y por el Evangelio la salvará” (Mc 8,34-35). He ahí las líneas maestras del Discipulado.

P. Antonio Pavía

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Bautismo de Jesús (Lc 3,15-16 y 22-22)

Tú eres mi Hijo amado

En su bautismo, Jesús se sumerge en el agua y emerge de ella simbolizando así su muerte y resurrección. Al elevarse en el río Jordán resonó la Voz del Padre: Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco; está proclamando que Jesús vino al mundo para anular el estigma desesperanzador de la muerte y para ofrecernos la Vida Eterna. La proclamación: Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco es, en cuanto discípulos de Jesús, nuestro inefable patrimonio. La relación de amor entre el Padre y el Hijo a lo largo de su misión en el mundo se basa en que Jesús abrió gozoso su corazón a la Palabra-Voluntad del Padre. No estoy relatando algo  fantasioso; se cimenta en la misma Escritura. Son numerosos los textos, sobre todo en lo Salmos que inciden en el gusto, la complacencia del hombre en la Palabra de Dios, como por ejemplo (Sl 1,1-2) (Sl 19,8-12)... cito también este testimonio de Jeremías (Jr 15,16). Sabemos que son textos proféticos acerca de Jesús y que como dice la Iglesia se cumplen también en sus discípulos... Es decir que el Padre nos dice también a nosotros: Tú eres mi hijo amado, en ti me complazco. Amemos con locura nuestro patrimonio.

P. Antonio Pavía

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