“Un hombre tenía plantada una higuera en su viña, fue a buscar el fruto en ella y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: Ya hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera y no lo encuentro. Córtala; ¿para qué ha de ocupar el terreno estérilmente? Pero él le respondió: Señor, déjala por este año todavía y mientras tanto cavaré a su alrededor y echaré abono, por si da fruto en adelante; y si no da, la cortas”
Al gustar la Palabra de Dios ha resonado en mi el versículo “nadie las arrebatará de mi mano” y me he llenado de esperanza, alegría, agradecimiento… al comprobar de nuevo, como en tantas otras ocasiones, el gran Amor que Jesucristo, nuestro Señor, nos tiene, que nunca deja de interceder por sus discípulos al Padre para que ninguno se pierda “Por ellos ruego; no ruego por el mundo, sino por los que tú me has dado, porque son tuyos; y todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío; y yo he sido glorificado por ellos” (Jn 17, 9-10)
Esta higuera a la que Jesús hace referencia en esta parábola es una etapa del discipulado. Este siente que creía en Dios, que conocía a Dios pero no era así creía en sus propios dioses, cambiaba la verdad de Dios por la mentira... “…porque, habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, antes bien se ofuscaron en sus razonamientos y su insensato corazón se entenebreció: jactándose de sabios se volvieron necios, y cambiaron la gloria de Dios incorruptible por una representación en forma de hombres corruptibles, de aves, de cuadrúpedos, de reptiles. Por eso Dios los entrego a las apetencias de su corazón... a ellos que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, y adoraron y sirvieron a la criatura en vez del Creador, que es bendito por siglos…” (Rm 1, 21-25) “Por más que has visto, no has hecho caso; mucho abrir las orejas, pero no has oído” (Is 42,20) “Mas no oyeron ni aplicaron el oído, sino que atiesaron su cerviz sin oír ni aprender “(Jr 17, 23) “Y como no tuvieron a bien guardar el verdadero conocimiento de Dios, los entregó Dios a su mente insensata, para que hicieran lo que no conviene” (Rm 1,28)
Su corazón es como el pueblo de Israel “¡Mil veces se rebelaron en el desierto, lo irritaron en aquellas soledades! Otra vez a tentar a Dios volvían, a exasperar al Santo de Israel, incapaces de acordarse de su mano, del día que los salvo del adversario” (Sal 78, 40-42) Pidiendo explicaciones a Dios cuando su voluntad no es la de su corazón caprichoso “Y habló el pueblo contra Dios y contra Moisés: “¿Por qué nos habéis subido de Egipto para morir en el desierto? Pues no tenemos ni pan ni agua, y estamos hastiados de ese manjar miserable” (Nm 21, 5) “Le halagaban con su boca, con su lengua le mentían; su corazón no era fiel, no tenían fe en su alianza” (Sal 78, 36-37)
Así, año tras año, hasta que el dueño de la viña decide cortarla pero el viñador pide un año más “Porque sabía lo terco que eres: un barrote de hierro tienes por cerviz, y tu cara es de bronce” (Is 48,4) Conoce su debilidad, que es de carne, que es pecador… “Sabemos, en efecto, que la ley es espiritual, más yo soy de carne, vendido al poder del pecado. Realmente, mi proceder no lo comprendo; pues no hago lo que quiero, sino que hago lo que aborrezco. Y, si hago lo que no quiero, estoy de acuerdo con la Ley en que es buena, en realidad, ya no soy yo quien obra, sino el pecado que habita en mí… Pues me complazco en la Ley de Dios según el hombre interior, pero advierto otra ley de mi razón y me esclaviza a la ley del pecado que está en mis miembros” (Rm 7,14-17; 22-23)
Ante la incapacidad por convertirse, Jesús se pregunta ¿Qué he de hacer para que “nadie las arrebate de mi mano”? Su respuesta es:”Cavare alrededor de la higuera y me plantare yo como grano de trigo. Morir por el hombre para que el hombre alcance a ser discípulo. Cuando la muerte de Jesucristo sea totalmente efectiva en mi alcanzare a ser discípulo de Dios” (Padre Antonio Pavía) “Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga la vida eterna” (Jn 3, 16)
“El grano de trigo cae en tierra y muere” Lo imposible se hace posible en él “Porque no hay nada imposible para Dios” (Lc 1,37) Su corazón ya no es reflejo del pueblo de Israel, su comunicación con Dios es distinta, no está basada en reproches, en quejas... "Escucha Yahvé, mi oración, presta oído a mi súplica; respóndeme leal, por tu justicia. No entres en pleito con tu siervo, pues no hay ser vivo justo ante ti... Recuerdo los días de antaño, medito todas tus acciones, pondero las obras de tus manos; hacia ti tiendo mis manos, como tierra sedienta de ti ¡Respóndeme pronto, Yahvé, que ya me falta el aliento; no escondas tu rostro lejos de mí, pues sería como los que bajan a la fosa! Hazme sentir tu amor por la mañana, pues yo cuento contigo; muéstrame el camino que he de seguir, pues estoy pendiente de ti. Líbrame de mis enemigos, Yahvé, pues busco refugio en ti; enséñame a cumplir tu voluntad, tú, que eres mi Dios; tu espíritu, que es bueno, me guíe por una tierra llana. Por tu nombre, Yahvé, dame la vida, por tu justicia, líbrame de la angustia; por tu amor, aniquila a mis enemigos. Pierde a todos mis opresores, porque yo soy tu servidor" (Sal 143, 1-2; 5-12)
Dios “Oigo un lenguaje desconocido: Retire sus hombros de la carga, y sus manos dejaron la espuerta. Clamaste en la aflicción, y te libre” (Sal 81 6b-8a Misal) “Les daré corazón para conocerme, pues yo soy Yahvé, y ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios, pues volverán a mí con todo su corazón” (Jr 24, 7) “Vendrán y quitarán de ella todos sus ídolos y abominaciones; yo les daré un solo corazón y pondré en ellos un espíritu nuevo: quitaré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne, para que caminen según mis preceptos, observen mis normas y las pongan en práctica, y así sean mi pueblo y yo sea su Dios” (Ez 11, 18-20)
“Así que, en adelante, ya no conocemos a nadie según la carne. Y si conocimos a Cristo según la carne, ya no le conocemos así. Por tanto, el que está en Cristo, es una nueva creación; paso lo viejo, todo es nuevo” (2Co 5, 16-17)
“No que la tenga ya conseguido o que sea ya perfecto, sino que continuo mi carrera para alcanzarlo, como Cristo Jesús me alcanzó a mí. Yo, hermanos, no creo haberlo ya conseguido. Pero una cosa hago: olvido lo que dejé atrás y me lanzo a lo que está por delante, corriendo hacia la meta, al premio a que Dios me llama desde lo alto en Cristo Jesús. Así pues, todos los perfectos tengamos estos sentimientos, y si en algo sentís de otra manera, también eso os lo revelará Dios. Por lo demás, desde el punto a donde hayamos llegado, sigamos en la misma dirección” (Flp 3, 12-16)
“Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano. El Padre, que me las ha dado, es más grande que todos, y nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno” (Jn 10, 27-30)
(Susana)
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