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jueves, 16 de enero de 2020

AMEMOS LA LITURGIA 16.- (La Inmixtión)

Muy probablemente esta extraña palabra sea la primera vez que se oye entre los cristianos que vamos a la celebración de la Eucaristía. Naturalmente que entre los que no van, es aún más desconocida.
Digo esto, porque en la Eucaristía, después de la Consagración, observamos que el Cuerpo de Cristo presente en la Sagrada Forma, se parte en tres partes:
Dos son sensiblemente iguales: una la toma el sacerdote y la otra, dividida en cuatro partes se administran a los fieles.
Pero hay una pequeña parte de ésta última, que se vuelve a echar al Cáliz. Este acto se llama “inmixtión”, o mezcla o “conmixtión”.
¿Qué significado tiene? En los primeros tiempos de la antigüedad, se pensaba que el alma de un ser vivo, persona o animal, radicaba en la sangre; por eso cuando una persona se desangraba, inmediatamente moría. Igual le pasaba a un animal. Y, por el contrario, cuando la sangre volvía al cuerpo, por ejemplo, en una transfusión, la persona volvía a revivir.
En la liturgia cristiana, con la imposición de manos, en el momento solemne de la Consagración, con la imposición de manos, que se denomina “epiklesis”, se invoca al Espíritu Santo y es cuando se realiza el milagro de convertir el pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo. La unión de las especies sacramentales aun separadas, en esta unión de pan y vino que ya no lo son, sino Cuerpo y Alma de Cristo, forman una única Persona: la de Cristo vivo y resucitado.
La parte que comulga el sacerdote representa a la Iglesia militante, aludida por su Cuerpo existente en la tierra. La parte que se da a los fieles representa al Cuerpo de Cristo presente en los muertos, en los sepulcros.
Más tarde estas explicaciones se aplicaron a las tres Iglesias: la celestial o triunfante de los salvados que están viendo ya el Rostro de Dios, la Iglesia militante o peregrinante, que somos los files que aun no hemos llegado a la Casa del Padre, y la Iglesia purgante, de los que se encuentran en el Purgatorio esperando la remisión total de sus pecados.
Santo Tomás de Aquino comenta la explicación del Papa Sergio l indicando que el cuerpo del Señor Jesús se manifiesta de tres formas:
La parte que se echa en el Cáliz significa el Cuerpo de Cristo resucitado. Y con Él el de la Bienaventurada Virgen María, y si hay algún santo en cuerpo y alma con ellos.
La parte que se come representa a la Iglesia militante, los cristianos, que son asociados al sacramente y triturados por el sufrimiento, de la misma forma que se tritura el pan con los dientes.
En los tiempos de Sto. Tomás de Aquino se reservaba una tercera parte hasta el final de la Misa, significando el cuerpo de Cristo yacente en el sepulcro.
Esto último ya no se realiza en la actualidad, pero es bueno la observación del simbolismo, que algún poeta sagrado ha expresado como “la hostia mojada reservada a los felices en el cielo; la hostia seca para los vivos y la reservada, para los muertos.

(Tomás Cremades) 
comunidadmariamadreapostoles.com

martes, 3 de septiembre de 2019

AMEMOS LA LITURGIA 16.- LA MANO DE YAHVEH

No podemos olvidar los cristianos católicos, que procedemos o somos hijos del pueblo de Israel, en lo que a nuestra fe se refiere. Y así, es bueno conocer muchos de los ritos, modos y costumbres del pueblo de Israel para amar nuestra fe, pues no se puede amar lo que no se conoce.
En muchos ritos de los israelitas, aun hoy en día, vemos a los fieles judíos cubrirse la cabeza con una especie de gorro que se llama (ϗιπα), que se lee KIPÁ. Es un ornamento reservado solo a los hombres, que se usa obligatoriamente en las celebraciones judías de todo tipo incluso en los enterramientos, oraciones, etc.
Representa “LA MANO DE YAHVÉH” que protege al que la lleva. En estas celebraciones, incluso en las visitas a lugares de culto judío, es obligatorio su uso incluso aunque el visitante no sea de esta religión judía.
En la entrada a la Biblioteca situada en la muralla de Jerusalén hoy en día, hay un lugar donde ofrecen esta Kipá a todos los que entran de forma gratuita. Cuando por desconocimiento de este asunto preguntas a un judío por el sentido de este ornamento, Él, gustosamente, te lo explica curvando su mano con los dedos juntos imitando la forma en que Dios Yahveh posa su Mano sobre la cabeza del fiel.
Es interesante saber que esta Biblioteca está situada en la parte izquierda de la muralla, y no por casualidad; se coloca en ese lugar como referencia al lugar del corazón humano también colocado a la izquierda. Es, por así decir, el lugar del amor, donde se ha de leer y meditar las Escrituras judías, no sólo desde el intelecto, sino desde el corazón. Todo una enseñanza para todo fiel.
Si nos remontamos al libro del Génesis, en el capítulo 3, leemos cómo Moisés recibe las instrucciones de Dios sobre la misión que le va a encomendar: “…Ya se, - dice Yahveh -, que el rey de Egipto no os dejará ir, a no ser forzado por una Mano Poderosa. Pero Yo extenderé mi Mano y heriré Egipto con toda suerte de prodigios que obraré en medio de ellos, y entonces os dejará salir…” (Gen 3, 19-21)
La Iglesia Católica toma este ornamento con toda su simbología, y lo coloca sobre los obispos con el nombre de SOLIDEO, que significa: “solo Dios”
Es hermoso meditar cómo la Mano de Dios sobre nuestras cabezas, representa la protección divina, sobre el pueblo de Israel, del que nosotros también somos herederos de su Promesa.
Tomás Cremades
comunidadmariamadreapostoles.com

lunes, 12 de agosto de 2019

AMEMOS LA LITURGIA: 15.-PEQUEÑOS GRANDES DETALLES

En la Eucaristía que celebramos los cristianos católicos, hay multitud de detalles que nos pueden pasar desapercibidos, y que, con la ayuda de Dios, paso a enumerar:

-Al entrar en la Iglesia y enfrentarnos a la imagen de Cristo crucificado, NO hay que hacer la genuflexión, sino una leve inclinación de cabeza en señal de respeto. La genuflexión al Cristo SOLO se realiza una vez  al año en la tarde del Viernes Santo.

-Cuando el celebrante comienza a leer el Evangelio, dice: “Lectura del santo Evangelio según…”
No seré yo quien ponga “pegas” a los dictados de la santa Madre Iglesia, ni es mi intención. Pero hay sacerdotes dotados de una especial sensibilidad, que lo dicen así: “Proclamación del santo Evangelio según…”  Y es que el santo Evangelio es la única oración de la Iglesia que “se proclama”. Es la oración por excelencia, pues el Evangelio es la Palabra revelada por el Padre al mismo Jesucristo.
En  esos momentos el sacerdote hace el signo de la Cruz sobre el mismo libro del Evangelio. Es en estos momentos en que los fieles también la hacen sobre su cabeza, hombros y pecho.
No debe ser así. Hay que esperar a que se haya hecho sobre el libro del Evangelio, y, al mismo tiempo que el sacerdote lo hace sobre su cuerpo, nosotros también.
-En el acto de “la paz” que se anuncia a los fieles: “…la paz esté con vosotros. Daos como hermanos la paz o un símbolo de paz”; la paz se da a los hermanos más próximos, a un lado y a otro, o delante y detrás; pero NO recorrer la iglesia buscando a los amigos. Es un símbolo de paz, no como la da el mundo, sino como la da Cristo Jesús.

-Al finalizar la Eucaristía, el sacerdote dice:”…podéis ir en paz…”. Antiguamente se decía: “…Ite, Misa est” que el pueblo llano, no conocedor del latín, entendía: Id, la misa ha terminado.
NO es así. La palabra “misa” viene del verbo latino “mittere” que significa “envío”. Por lo que realmente significa es: ID, SOIS ENVIADOS. Enviados a anunciar el Evangelio.

-Y se termina con un canto a la Virgen María, momento en el cual los fieles comienzan a marchar, casi siempre SIN TERMINAR el canto.
¿Es que no podemos esperar a terminar el canto a nuestra Madre? ¿No parece una descortesía hacia ella? ¿No podemos “perder” quince segundos a que acabe?
Probablemente no lo hayamos pensado nunca, pero es el momento de tener “esa sensibilidad” hacia Ella.
Pues poco a poco vayamos entrando en la belleza de nuestra fe, meditando la Palabra de Dios que es su Evangelio, y meditando en sus signos que nos acercan a ella.

(Tomás Cremades)
comunidadmariamadreapostoles.com

viernes, 15 de diciembre de 2017

AMEMOS LA LITURGIA 14.- LAS FIESTAS CATÓLICAS vs LAS FIESTAS JUDÍAS(Por Tomás Cremades)

No debemos olvidar que nuestra fe católica procede de la religión judía, y que, como tal, nuestras celebraciones litúrgicas se apoyan en una tradición plena de significado también entre la judía. Jesucristo Es judío y María también. 

Dios se eligió un pueblo, el pueblo de Israel, y nosotros, somos herederos de ese pueblo por Gracia de Dios.
En la religión judía hay tres fiestas fundamentales:
La primera es la Fiesta de la Pascua, que llaman Pesaj, y que representa el paso del Señor. Es llamada también la fiesta de los Ácimos. Este paso, no es otra cosa que el paso de la esclavitud a la libertad, y nos lo recuerda el libro del Éxodo en su capítulo 12. Yahvé está hablando con Moisés y su hermano Aarón, y les indica cómo ese mes ha de ser el primer mes del año, y les explica con todo detalle cómo será la celebración de la comida del cordero, la forma en que han de vestir, etc. Más adelante les dice que el Angel de Yahvé pasará esa noche para exterminar a los primogénitos de los egipcios; y pasará de largo de las casas de los israelitas que hayan marcado las jambas de las puertas con la sangre del cordero que han matado para cenar. “..Es la Pascua, el paso del Señor…” (Ex 12,12)
Y aquí hay una primera alusión al sacrificio del Cordero Manso, Jesucristo, que salva a la humanidad con el derramamiento de su Sangre. Por eso en la Eucaristía, se celebra el sacrificio cruento de la muerte y resurrección de Cristo, y por eso decimos que todos los días en que la celebramos, celebramos la “Pascua”, el Paso del Señor por nuestra vida.
La segunda fiesta importante es la de Pentecostés,o “Fiesta de las Semanas”, que en la festividad judía se denomina “Shavuot”, y que conmemora la entrega de la Torá por parte de Yahvé a Moisés. Sabemos que la Torá es el libro sagrado por excelencia, donde se recogen los libros del Pentateuco: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio, escritos por Moisés. Está recogido en el capítulo 20 del Éxodo. Igualmente esta fiesta judía celebra la primera recolección del pueblo de Israel.
Los cristianos sabemos que la fiesta de Pentecostés conmemora la venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles. Lo podemos leer en el libro de Los Hechos de los Apóstoles, (Hech 2, 1-5). Para nosotros, es la fiesta más importante de la Iglesia junto con la Pascua y la Navidad.
La tercera fiesta, entre los meses de septiembre y octubre es la llamada fiesta de la Parusíaconmemorando el inicio de la Creación del mundo, y comenzando el año Nuevo judío. Esta fiesta tiene, podríamos decir, otros tres  aspectos diferentes: la fiesta de Rosh Hashaná,  el Yom Kypur o día del perdón, y la fiesta de “Sucot”, que conmemora el tiempo que Israel anduvo errante por el desierto hasta llegar a la Tierra Prometida.
Esta fiesta de Yon Kipur o del perdón, tiene importancia también entre los cristianos. No la celebramos así, sino que nos detenemos en una cierta meditación: PER-DON es la unión de dos palabras: PER, que nos recuerda algo que se amplía, que se intensifica, y DON, que nos indica que algo se nos da gratis, el perdón de Dios para el pecador arrepentido.
Hemos de pensar que en nosotros Dios-Yahvé ha cumplido todas las promesas hechas a Moisés, a Abraham, y a todos los profetas, enviándonos a su Hijo Jesucristo. Él es la verdadera Tierra Prometida, la tierra de Jericó, que mana leche y miel (Ex 33,3)
Para los judíos, sin embargo, aun esperan al Mesías, el que renovará todo, el Señor, nombre sólo dado a Dios. Por eso, la fiesta de la Parusía, en sus tres vertientes Rosh Hashaná,  el Yom Kypur o día del perdón, y la fiesta de “Sucot”, es un memorial que indica que si todo se ha cumplido, también esto (la venida del Mesías), .se cumplirá.
El libro del Deuteronomio, en su capítulo 16, dice: “…Tres veces al año se presentarán ante Yhavé, tu Dios, todos los varones:, en el lugar que Él elija: en la fiesta de los Ácimos, (Pascua), en la fiesta de las Semanas ( Pentecostés) y en la fiesta de las Tiendas (Parusía). Nadie se presentará ante Yahvé con las manos vacías… ”(Dt 16,16)
Para los cristianos la Parusía es la manifestación última del Señor Jesús en el fin de los tiempos. Pero no hemos de esperar al fin último, Jesús viene a nosotros cada vez que comemos su cuerpo y su sangre en la Eucaristía, y cada vez que leemos meditando su Evangelio, Él se hace presente, pues el Señor Jesús es la Palabra del Padre.
Alabado sea Jesucristo.

lunes, 4 de diciembre de 2017

Amemos la Liturgia 13.- La Lectio Divina ( por Tomás Cremades)

LA LECTIO DIVINA
Podríamos decir que la Lectio Divina es “la lectura orante de la Palabra de Dios”. Es, en esencia, un camino, un itinerario que nos conduce al Señor, partiendo de un determinado texto de la Sagrada Escritura.
No podemos considerar esta, llamemos, “forma de comunicarnos con Dios”, como un método de oración nuevo, ni tampoco un sistema para conocer mejor la Biblia.
El Señor nos habla con la Escritura. Pero puede ocurrir que nuestros sentidos, los sentidos del alma, no estén acostumbrados a “escucharle”. Y puede ocurrir, que “leamos” la Escritura de corrido, sin profundizar, sin “escrutar” lo que nos quiere decir. La Biblia no es una novela, ni una sucesión de hechos históricos, aunque nos recuerden a Dios. (Subrayo “leamos”, porque la Escritura no se lee, se medita). La Biblia es un pozo sin fondo que nos trae el Agua Viva=Jesucristo, y que cada vez que la abrimos, se nos hace presente .
Por eso os propongo esta experiencia:
Cuando vayamos a un texto de la Escritura, ya sea el Evangelio, o cualquier otro, lo primero es invocar al Espíritu Santo con una breve llamada: 
“...Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles, y enciende en ellos el Fuego de tu Amor; envía tu Espíritu y serán creados, y renovarás la faz de la tierra…” También puede valer cualquier otra oración sencilla, que nos ponga “en sintonía” con Él.
A continuación, tomamos un texto cualquiera que nos sirva de meditación. Yo creo que es bueno comenzar con una lectura del Evangelio, que suele ser más conocido, más cercano, y, probablemente más fácil de interpretar.
Y ahora comienza el “sistema de la Lectio Divina”.
Leemos el texto con calma, fijándonos en todos los detalles: quién o quiénes están hablando; qué dice cada uno; cuál es el entorno que lo rodea. Observa si se habla de una situación en que intervenga la meteorología: es de noche, o acaba de amanecer; hace frío o calor…Observa si hay algo que “no cuadre” con la lógica: aquí el Señor quiere que nos detengamos a tratar de encontrar un sentido. Al principio no es fácil, y no hay que desesperarse por ello. Dios no nos pone listones que saltar, solo nos va moldeando
Continuamos meditando sobre las realidades o acontecimientos de nuestra vida que puedan tener una similitud con el texto de que se trate. Quizá hayamos sentido desánimo, o frustración por algo… 
Hasta aquí, el Señor nos ha estado hablando. Ahora hablamos nosotros: quizá nuestra oración (que eso es hablar con Dios, sea de petición; o para darle gracias por algo; o para decirle, con el corazón en la mano que no sentimos nada por Él: hay que ser sincero y valiente, pues a Él no le engañamos…y Él conoce nuestro barro).
Podemos pedirle por los familiares y amigos, por los que no tienen fe…por nosotros… por algo que nos inquieta y no nos deja concentrarnos en Él. Jesús sabe nuestras necesidades, no es preciso “agobiarnos” con contárselo…pero si eso nos calma, ¡Adelante!
Ahora vamos a CONTEMPLAR, si somos capaces, la “mirada” de Dios sobre nosotros. ¿Cómo nos verá en estos momentos? Quizá nos vea desanimados, o con sufrimientos, o con dudas, incluso de su existencia…no hay que asustarse, nuestra fe es racional, no hay nada en ella que no lo sea. Y Dios nos quiere seguros de Él, aunque no entendamos muchas cosas…si lo supiéramos TODO seríamos dioses, y ya tenemos muchos pequeños dioses dentro de nosotros como para crear otro nuevo…Dios quiere hacer un camino de Amor con cada uno de nosotros.
Podemos pensar que esta forma de comunicarnos es” novedosa”; o a lo mejor no. Pero es Gracia de Dios caer en la cuenta de que haciendo así, al menos, no me aburro, ni me distraigo como en otras ocasiones, y mi conversación – oración ha sido diferente.
Por último es importante que nos metamos “dentro del cuadro”: imaginar que nosotros vivimos la escena que se nos presenta; a lo mejor también nosotros, por miedo, negaríamos a Jesús; a lo mejor le seguiríamos de lejos como el discípulo amado…o empañaríamos su sufrimiento como la Verónica…o querríamos quedarnos con Él en el Tabor, para siempre, sin pasar por la cruz…
Para terminar, conviene rezar algo sencillo, en acción de gracias y despedida…un”Adiós” sincero o hasta pronto.
Al menos intentar este modo de encontrarnos con Jesucristo nos ayudará a no caer en la “rutina” de la oración. Este sistema no tiene tiempo previsto. No podemos rezar deprisa y corriendo para cumplir y quedarnos tranquilos de haber cumplido con Dios. Esa oración es pobre y el Señor merece algo más, mucho más. 
¡Démosle nuestro corazón!

miércoles, 26 de julio de 2017

Amemos la Liturgia 12.- El alzar de las manos (Tomás Cremades)

En la celebración de la Santa Misa, en el momento del rezo del Padrenuestro, muchos cristianos alzamos las manos de diferentes formas y posturas. Unos lo hacemos con las palmas vueltas hacia el altar, otros con las manos en actitud de presentación de nuestras ofrendas, otros en actitud de escucha con los brazos doblados y los cantos de las manos al frente, etc. Otros, al fin, sin ninguna actitud especial, con respeto, como se debe a la celebración del momento que se está viviendo.

La realidad es que no hay ninguna recomendación en la liturgia que nos indique qué postura tomar, y se deja en el sentimiento de los fieles, como una forma de dirigirnos al Padre celestial.
En mi caso particular, yo presento mis palmas a Jesucristo crucificado, siempre presente en la celebración y con la imagen en el altar del celebrante. Él me enseña las suyas, sangrando por mis pecados y los pecados del mundo. Él, el “sin pecado”, el Cordero manso que “quita el pecado del mundo”, el que en una traducción más exacta es el “que borra” el pecado del mundo, me enseña sus Santas y Venerables Manos en la Cruz. Él, que se entregó a sí mismo por nuestros pecados, para librarnos de este mundo perverso (Gal 1,4). Él nos rescató de la maldición de la ley, haciéndose Él mismo, maldición por nosotros, pues dice la Escritura: “Maldito el que cuelga del madero (Gal 3,13)”
Ya está profetizado en el Salmo 24:
¿Quién puede subir al Monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El Hombre de Manos inocentes y puro corazón
Que no confía en los ídolos
Ni jura contra el prójimo en falso
Este Hombre es Jesucristo. En Él se cumplen todos los Salmos. Y en mi alzar de mis manos, yo le enseño las mías: estas sí están manchadas de sangre, de la sangre de mis pecados, los que Él recogió para hacerlos suyos. Y en esta actitud, con las palabras que Él mismo nos enseñó, recuerdo mis pecados borrados con su sacrificio, le pido perdón y me dispongo a recibirlo en la Eucaristía. Y le digo:
“Que mi oración sea como incienso para Tí
Mis manos alzadas, como ofrenda de la tarde” (Sal 141, 2)
Alabado sea Jesucristo.

martes, 13 de junio de 2017

Amemos la Liturgia 11.- Aleluya (por Tomás Cremades)

De dónde viene, y qué significa la palabra Aleluya

Es importante, cuando escuchamos algo que no entendemos, por su contexto, por la semántica o por la raíz latina, griega o hebrea, tengamos la curiosidad de saber. Esta curiosidad es un “beso” del Señor, que nos está diciendo: ¡abre el oído, o el pensamiento, abre el alma!, para conocerme mejor!.
En la Escritura aparece muchas veces ¡aleluya!, como expresión de júbilo y alegría. La palabra aleluya es una contracción de dos palabras hebreas: el término “Ya” refiere a Yavhé, Dios de los hebreos, Dios de los cristianos, y el término hebreo del verbo hâlal, que significa alabar. Los salmos de alabanza, se denominan salmos “hallel.
La palabra significa “¡alabad a Yahvhé”!

martes, 30 de mayo de 2017

AMEMOS LA LITURGIA.- 10.- LA REVERENCIA A JESUCRISTO (por TomásCremades)

Numerosas son las veces que a lo largo de una Eucaristía nombramos a Dios en la Persona de Jesucristo. 
Por ejemplo en el canto del Gloria: “…Gloria a Dios en el Cielo…Señor, Hijo único Jesucristo…, porque sólo Tú eres Santo, sólo Tú, Altísimo, Jesucristo…”
Igualmente en el Credo, en la Misa dominical, decimos: “…Creo en Dios Padre todopoderoso,…, creo en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor…”
Y, así, en numerosos cantos de alabanza a Dios, reflejado en la segunda Persona de la Santísima Trinidad. 
Pues, cada vez que pronunciaos su santo Nombre, hacemos una leve inclinación con la cabeza, en señal de respeto y veneración, como culto de adoración, único que debe ser adorado por ser Dios en la Trinidad.
Son esos pequeños detalles de amor y veneración al que es Dios y Señor del Universo, admitiendo, al mismo tiempo, nuestra pequeñez ante la Omnipotencia y Majestad de Dios. Detalles que nos acercan a Él, como Dios vivo y verdadero.
Alabado sea Jesucristo
 
 

miércoles, 19 de abril de 2017

Amemos la Liturgia 9.- El símbolo de la genuflexión (por Tomás Cremades)




Pasada la Semana Santa, los fieles cristianos hemos tenido el privilegio de Adorar al Señor Sacramentado en el sagrario, y de una forma muy especial en la Liturgia de la Adoración a la santa Cruz el Viernes Santo.
Adjunto un escrito de D. Jesús Luengo Mena que no tiene desperdicio y aclara a la perfección  toda la simbología y los momentos adecuados para realizar este acto de amor al Señor y su santa Cruz, aclarando determinados momentos en que debe realizarse.
La genuflexión es signo de adoración y sumisión a Dios –hágase tu voluntad– y se considera como el acto supremo de reverencia de nuestro rito.
La genuflexión se hace siempre con la rodilla derecha llevándola hasta el suelo e inclinando la cabeza. Por ser signo de adoración está reservada al Santísimo Sacramento y a la Santa Cruz en la liturgia del Viernes Santo. 
También se debe hacer genuflexión cada vez que pasemos por delante del Santísimo Sacramento y a las reliquias de la Santa Cruz, expuestas para su veneración. 

No se debe, por lo tanto, hacer genuflexión ante imágenes y menos aún si son marianas o de santos. Otra cosa distinta es orar de rodillas.

Seguramente es un gesto heredado de la cultura romana, como signo de respeto ante las personas constituidas en autoridad. 

Y desde el siglo XII-XIII se ha convertido en el más popular símbolo de nuestra adoración al Señor presente en la Eucaristía: es una muestra de la fe y del reconocimiento de la Presencia Real. 
Es todo un discurso corporal ante el sagrario: Cristo es el Señor y ha querido hacerse presente en este sacramento admirable y por eso doblamos la rodilla ante Él. Litúrgicamente el sacerdote que preside la Eucaristía hace tres genuflexiones: después de la consagración del Pan, después de la del Vino, y antes de comulgar. Si el sagrario está en el presbiterio hace también genuflexión al llegar al altar y al final de la celebración, al igual que deben hacerla cualquier fiel que pase por delante del sagrario, incluido el lector que sube al ambón. Sin embargo no se hace genuflexión cuando una procesión pasa por delante de la capilla sacramental. 
Hay otros momentos en que tiene expresividad esta postura: por ejemplo cuando se recita el "Incarnatus" del Credo en las fiestas de la Anunciación y Navidad; o cuando el Viernes Santo se va a adorar la Cruz. 
El gesto se ha convertido en uno de los más clásicos para expresar la adoración y el reconocimiento de la grandeza de Cristo, o también de humildad y penitencia.

La genuflexión doble –con las dos rodillas e inclinación de cabeza– se ha suprimido pero es loable mantener ese signo en algunas ocasiones, por ejemplo al entrar al templo donde se halle expuesto de manera solemne el Santísimo.

Tomado del blog: Liturgia de Jesús LuengoMena

lunes, 6 de febrero de 2017

AMEMOS LA LITURGIA 8.- La forma de recibir al Señor en la Comunión.(Por Tomás Cremades)

 Observando la forma externa en que los fieles reciben la comunión, se me ocurre que, por falta de formación, en ningún caso por falta de amor hacia el Cuerpo de Cristo que van a recibir, no se realiza con el debido respeto a quien es dueño y Señor de la historia y del universo, que se abaja a nosotros por Amor, para entrar en lo más íntimo de nuestro propio ser.


“…Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, tomó la condición de esclavo pasando por uno de tantos…” (Fp,2 6-11)

Las formas externas dicen mucho del pensamiento del que realiza una acción. Y así, vemos que unos reciben la Comunión en la lengua, otros cogen la Hostia con una mano como quien coge algo de un mostrador; otros ponen las manos con las palmas hacia arriba esperando así recibir a Dios como quien recibe una limosna. 
En los primeros tiempos de la Iglesia, se comulgaba tomando el Cuerpo de Cristo con la mano, aunque posteriormente la Iglesia consideró que era mejor recibirlo directamente en la lengua. Actualmente, a raíz del Concilio Vaticano ll, la Iglesia ha vuelto a sus orígenes permitiendo las dos formas.
La forma mejor es así: si se puede, recibirla de rodillas. Hemos de ser conscientes que recibimos a la Santísima Trinidad, en el Cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo, realmente presente y vivo bajo la forma de las Especies Sacramentales.
Muchas veces, sobre todo las personas mayores, no pueden mantener esta postura por dificultad física, y entonces se recibe de pie. Pero es importante al presentar la Sagrada Forma el sacerdote, hacer una pequeña inclinación con la cabeza en señal de respeto, y sobre todo, de adoración. Sólo Él es digno de recibir la adoración, sólo Dios.
Y si comulgamos tomando el Cuerpo de Cristo con las manos, éstas deben estar en forma de cruz, la mano izquierda bajo la derecha, para que, una vez depositada en ellas, se pueda tomar con la mano derecha y llevarla a la boca.
La cruz es Cruz redentora, que nos ilumina en el camino de salvación, y de esta forma llevamos en nuestras manos en forma de cruz, todos nuestros pecados, para que sea Él quien los tome y nos limpie.
 
Alabado y adorado sea Jesucristo

sábado, 29 de octubre de 2016

Amemos la Liturgia 7.- El Evangelio: única Palabra que se proclama

Entre las lecturas de la Escritura, la única palabra que se proclama es el Santo Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo. Dicho esto, podemos observar que en muchas celebraciones de la Eucaristía, el sacerdote desde el ambón, lugar sagrado desde donde se lee la Palabra de Dios, comienza la lectura del Evangelio con estas palabras:
-Lectura del Santo Evangelio según… (Se anuncia el evangelista que corresponda según el Canon)
La realidad es que es una gracia de Dios poder subir al ambón y dar esa “Buena Noticia” que es el Evangelio. Como es una gracia de Dios, de infinito valor, poder colaborar con Él en el Milagro Eucarístico del Misterio de la Transubstanciación, esto, es, la conversión de la sustancia del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo.
Decían los Santos Padres de la Iglesia Primitiva, que el Evangelio tiene un cuerpo y un alma: el cuerpo es la letra impresa sobre papel; el alma es la misma Divinidad de Dios. No en vano nos dirá san Juan en el prólogo del Evangelio: “…En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios y la Palabra era Dios…” (Jn 1,1)
Pues ya que el Evangelio, la  Palabra, es Dios mismo, tratémosla con el respeto y la grandeza que merece el Misterio. El Evangelio es la única Palabra que se PROCLAMA. Y así podrá decir el oficiante (sacerdote o diácono):
- “Proclamación del Santo Evangelio según…”
En las “cosas santas de Dios”, su Palabra, hemos de ser escrupulosos, conscientes de la Grandeza que se está realizando, ante quien “toda rodilla se ha de doblar, en el cielo y en la tierra, y en el abismo, Jesucristo…” (Fp. 2,10).
Ya en tiempos de Moisés, el libro del Deuteronomio decía: “…Voy a proclamar el Nombre de Yahvé, ¡dad gloria a vuestro Dios...” (Dt 32,3), preanunciando la proclamación de la Palabra de Dios. Palabras que nos recuerdan lo que decimos en la celebración de la Misa, como contestación a las palabras del sacerdote: ¡Gloria a Ti, Señor! Demos, pues, la importancia de “proclamar” la Palabra de Dios, que es Jesucristo, Palabra única del Padre, revelada en su Santo Evangelio.
 
“Es bueno dar gracias al Señor,  
y tocar para tu Nombre, oh Altísimo, 
proclamar por la mañana tu Misericordia y de noche tu Fidelidad…”(Sal 91)
 
 
Alabado sea Jesucristo

sábado, 22 de octubre de 2016

AMEMOS LA LITURGIA.- 6.- DADLES VOSOTROS DE COMER (Lc 9,13)

El episodio narra el Evangelio que conocemos de la “Multiplicación de los panes y de los peces”. El pueblo hambriento de la Palabra de Jesucristo, se olvida de comer, pero Él, que ama al hombre y conoce sus necesidades, corporales y espirituales, se ocupa de aquellas, sin desatender lo más importante, que es el Pan de su Palabra. Y ante la llamada de los apóstoles a Jesús para despedir a la gente que le escuchaba, Él les dice: “…Dadles vosotros de comer…”. Y desde entonces, por el poder que Jesucristo ha dado a los sacerdotes de consagrar el pan y el vino para que, por medio del Espíritu Santo se conviertan en el Cuerpo y la Sangre del Hijo de Dios, y se repartan a los fieles.
Hasta aquí, todo ello es conocido por los fieles que son llamados por Él a gozar ya en la tierra de los Bienes del Cielo, bajo la forma de las Especies Consagradas.
Pero hay algunos sacerdotes, en algunas iglesias, incluso con el beneplácito de los fieles, que dejan sobre el altar el Copón  y el Cáliz con las sagradas Formas, de tal manera que los mismos fieles se las administran. En la instrucción Immensae caritatis(1973), la Iglesia autoriza a algunos laicos a ejercer como ministros extraordinarios de la Eucaristía, para facilitar el acceso al Sacramento. Pero en los tratados de Liturgia se dice explícitamente que:”No se puede dejar el cáliz o la patena sobre una mesa o altar para que los fieles se acerquen a la Comunión y vayan tomando para sí la Eucaristía. El servicio es de persona a persona, y forma parte de la sacramentalidad de la Eucaristía. (Peter J. ElliottYratado de Liturgia nº 605 pag 189)”.
Este ministerio SOLO se puede realizar por el sacerdote, diácono o ministro extraordinario de la Eucaristía.
Amemos nuestra Liturgia, muy rica en expresiones y signos que nos ayudan a comprender el Misterio que Dios ha depositado en manos de las personas autorizadas, representantes de los apóstoles, y cumplamos su mandato: “…Dadles vosotros de comer…”
Alabado sea Jesucristo
 

viernes, 9 de septiembre de 2016

Amemos la liturgia 5. La modestia en el vestir (Tomás Cremades)

A veces ocurre que no somos conscientes del Misterio que vamos a celebrar en la Eucaristía; o incluso, en la visita, fuera de ella, a cualquier iglesia.
Son muchos los fieles que en esta época estival, con los rigores del calor, se presentan con descuido ante el Señor, siempre presente en el Sagrario, y bajo la Especies Sacramentales del pan y del vino.
Los hombres usan del pantalón corto sin el más mínimo recato; la moda manda, y, seguramente sin maldad, no tienen la sensibilidad de saber que estánen la presencia de Dios. Si tuviéramos una entrevista con su majestad el Rey de España, seguro que llevarían el mejor traje y la mejor corbata. ¿No es Dios REY DE REYES? Pues démosle todo el honor merecido.
Llevemos ese “traje de fiesta” que nos relata Mateo en Mt (22,14), que no es sino la Gracia de Dios. Pero tengamos ese amor a Dios con la sensibilidad y el respeto que Él merece.
Alabado sea Jesucristo
 

domingo, 4 de septiembre de 2016

AMEMOS LA LITURGIA: 4. Oír Misa, decir la Misa (Tomás Cremades)

Aun hoy en día es muy frecuente que los fieles cristianos,  los practicantes que van a Misa, se expresen de esta forma:
-Voy a oír misa  o ¿Quién dice la misa de hoy?
Efectivamente, todos entendemos en esas expresiones, que se va a celebrar el acto litúrgico de la Misa. Pero, ¿De dónde viene la palabra “misa”?
El término “missa” se originó ya en el siglo lV para despedir a los fieles al final de la celebración: “Itemissa est”. El pueblo llano, lo traduce como algo así: “Podéis marchar, la misa ha terminado”.
Sin embargo el término Misa es de un significado mucho más bello a la vez que profundo: El verbo latino de donde procede es MittoMittereMisiMissus, que significa “enviar”. Y, en consecuencia, la despedida de la celebración sería: “Idos, sois enviados”. El Padre Eterno nos envía a su Hijo como regalo en este Misterio que se ha celebrado, y el Hijo, Jesucristo, nos envía a nosotros. Al terminar la Misa, no podemos quedarnos parados,, sino que hemos de dar testimonio de lo que hemos vivido en la misa
Y, efectivamente, se cumple el  envío que nos hizo Jesucristo: “…Id por todo el mundo y anunciad el Evangelio a toda la creación…”(Mc 16,15)
Por tanto podemos decir que la Misa no se oye, ni siquiera se escucha: la Misa se celebra. La misa “no se dice”, la Misa se celebra.
 
Alabado sea Jesucristo

miércoles, 17 de agosto de 2016

Amemos la Liturgia: 2.La importancia de la “venia” (Tomás Cremades) (No se publica)

La importancia de la “venia”
En el ámbito jurídico la venia se utiliza con frecuencia. En general, se puede asimilar a “dar permiso”. Durante un juicio, un abogado tiene que pedir permiso al Juez para hablar y lo hace pidiendo la venia (la conocida frase de “Con su venia, Señoría…”).
Pero en la liturgia de la Iglesia Católica, hay un momento en que los fieles solicitan también “la venia”. 
Cuando una persona, un fiel que asiste a la celebración de la Eucaristía, es revestido del honor de realizar las lecturas de la Misa, y se acerca al Ambón, que es el sitio preparado para proclamar la Palabra de Dios, no el Evangelio, sólo reservado a presbíteros y diáconos, sino las Lecturas de la Misa, muchas de las veces se observa que no sabe cómo hacer a su llegada. 
Unos se acercan tranquilamente, se colocan las gafas de leer y comienzan la lectura.
Otros, algo más cuidadosos, hacen una reverencia al altar, lugar donde se celebran los Misterios. Hay quien se dirige al lugar reservado al Santísimo. Por último los hay que hacen una leve inclinación con la cabeza hacia el presbítero.
Eso es lo correcto. ¿Por qué? El Presbítero representa a Jesucristo, Único y Eterno Sacerdote de Dios. Y se solicita “la venia”, el permiso, para proclamar las Palabras santas de las lecturas, reveladas por el mismo Dios.
Alabado sea Jesucristo

sábado, 13 de agosto de 2016

Amemos la Liturgia: 1.El Artículo indeterminado (por Tomás Cremades)

El artículo indeterminado
Cuando recitamos el Gloria, decimos:”…Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén” Es lo correcto.

Pero hay muchas personas que lo dicen así: “…Como era en un principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén”
Y este artículo indeterminado - un – es lo incorrecto. Me explicaré: Sólo hubo un principio; lo dice la Escritura:
En el principio creó Dios el cielo y la tierra (Gen 1,1). Terminada la Creación, en el capítulo 2 del Génesis dice textualmente: “Esos fueron los orígenes del cielo y de la tierra cuando fueron creados” (Gen 2,4)
En el Prólogo del Evangelio de san Juan se dice“En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios y la Palabra era Dios” (Jn 1, 1)
San Pablo, en la Carta a los Colosenses, en la Parte Dogmática dice: “…Él – Jesucristo -, es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos…” (Col 1 18)
Y por último, en la carta a los Hebreos, se dice: “…En estos últimos tiempos nos ha hablado – Dios -, por medio de su Hijo, a quien instituyó heredero de todo, por quien también hizo el universo… (Hb 1,2-3)
Queda claro, pues, que se debe decir en ELprincipio, y NO en un principio. Afirmamos que Dios creó, y no hubo diferentes inicios, principio o comienzos sino uno solo.
 
Alabado sea Jesucristo.

sábado, 23 de julio de 2016

Amemos la Liturgia:. 3.La importancia de la “y” (por Tomás Cremades)


Dice Jesús: ”...No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir sino a dar cumplimiento. Os lo aseguro: mientras duren el cielo y la tierra, no dejara de estar vigente ni una “ i ” ni untilde de la Ley sin que todo se cumpla. Por lo tanto, el que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe, será grande en el Reino de los Cielos.
Son muchos los que en aras de una oración rápida rezan la oración del “Gloria”: Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo...” Es decir quitan esa “y” entre el Padre y el Hijo.
Y esa “y es fundamental. Representa que tanto el Padre como el Hijo son iguales en Dignidad y en todos los atributos que solo corresponden a Dios en el mismo grado infinito.
El rezo sería, pues:
 
Gloria  al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo