viernes, 31 de diciembre de 2021

Domingo II después de Navidad (Jn 1,18)

Y tu... ¿Recibes a Jesús?

Comentamos este pasaje del Evangelio de hoy: "La Palabra es la Luz verdadera que ilumina a todo hombre... vino a los suyos y los suyos no la recibieron". Ya al nacer Jesús no fue bien recibido; recordemos que a José y a María a punto de dar a luz, se les cerraron todas las puertas en Belén. Al fin encontraron una posada pero como nos dice Lucas: "no había lugar para ellos..." (Lc 2,7). Probablemente el posadero hubiese encontrado un lugar si se tratase de gente importante... además eso de hospedar una mujer a punto de dar a luz no le traería más que problemas así que muy educadamente les cerraron también la puerta. Jesús fue mal recibido al nacer y peor aún a lo largo de los tres años que anunció el Evangelio del Camino, la Verdad y la Vida en Israel. Recordemos lo que nos dice Juan ante el impacto que causó en Jerusalén la resurrección de Lázaro: "Muchos magistrados creyeron en Jesús pero no lo confesaban... porque prefirieron la gloria de los hombres a la Gloria de Dios" (Jn 12,42-43). Una pregunta: ¿Hay lugar en tu corazón para el Evangelio de Jesús ?... o también molesta...
P. Antonio Pavía
comunidadmariamadreapostoles.com

viernes, 24 de diciembre de 2021

Domingo, Fiesta de la Sagrada Familia (Lc, 2,41-52)

María y "Las cosas de Dios"

Todos los pueblos de la tierra se han preguntado por la existencia de Dios,  cómo llegar a conocerle. El Evangelio de hoy nos da una pista. José y María pierden de vista a Jesús. Al tercer día le encuentran en el Templo con los doctores de la Ley. María le dice: “Tu padre y yo estábamos angustiados, ¿por qué nos has hecho esto? Respuesta de Jesús: ‘Tenía que ocuparme de las cosas de mi padre’". Dios permitió este acontecimiento doloroso de José y María para mostrarnos la esencia del Discipulado: "La prioridad de cosas de Dios sobre las nuestras". Lucas nos dice que María guardaba cuidadosamente estas cosas en su corazón. Bien sabía ella que  se trataba de "las cosas santas de Dios". Pablo dice que nadie conoce lo íntimo -textualmente “las cosas”- de Dios si no es iluminado por el mismo Espíritu de Dios. (1 Co 2 ,11b- 12). Después  añade que el hombre por sí mismo,  solo con su mente, "no capta las cosas del Espíritu" (1 Co 2,14). Así  pues que María "guardaba las cosas santas de Dios": la Palabra en la que brilla su Misterio. Entendemos la explosión de gozo de Jesús cuando dijo al Padre: Yo te bendigo porque has ocultado estas cosas a los grandes y sabios de este mundo y se las has revelado a los pequeños (Mt 11,25). Sepamos que en el Evangelio, pequeño es sinónimo de discípulo.
P. Antonio Pavía
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viernes, 17 de diciembre de 2021

IV Domingo de Adviento - Lc 1, 39-45

María, Presencia de Dios

Recibido el Anuncio del ángel, María siente el impulso de ir al encuentro de su prima Isabel, mujer de Zacarías, escogidos ambos por Dios para traer al mundo a Juan Bautista, precursor de su Hijo. María se pone en camino. Su fe, fuerte como una roca no la exime de ciertas angustias internas. Su embarazo es un secreto entre ella y Dios; bien sabe que no le toca a ella darlo a conocer sino a Él, sobre todo a José su esposo. He hablado de cierta angustia, sí, pero su confianza en Dios prevalece sobre sus zozobras. Al llegar a casa de Zacarías ve con sus propios ojos que Dios sale garante del Anuncio recibido al provocar un salto de gozo en Juan  en el seno de su madre al oír el saludo de María. Digo que Dios sale garante de la situación  angustiosa de María al revelar el secreto de su maternidad mesiánica a Juan Bautista haciendo que salte de alegría ante el Mesías y  podemos decir, con más nitidez aún, al inspirar a Isabel la confesión de fe quizás más luminosa acerca de la Divinidad de Jesús que encontramos en la Escritura; llena del Espíritu Santo proclamó: “¿De dónde que venga a mí la madre de mi Señor?”. Hemos leído bien; llama a la criatura que María lleva en su seno: "Mi Señor". Por eso hemos titulado este texto así: María, Presencia de Dios.
P. Antonio Pavía
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viernes, 10 de diciembre de 2021

III Domingo de Adviento (Lc 3, 10-18)

¡Jesús, conviérteme!

Juan Bautista invita a la multitud congregada a limpiar sus corazones ante la Venida del Señor, sirviéndose de la profecía de Isaías (Is 40, 3-5). Es tan apremiante su exhortación, que algunos se preguntan si Juan es el Mesías que esperan. Él les aclara que ha sido enviado por Dios solo  para enderezar sus pasos hacia el Hijo de Dios que ya viene a su encuentro como Salvador, y les añade: "Él es más fuerte que yo y os bautizara con Espíritu Santo y Fuego"; sin duda está proclamando la Fuerza del Evangelio de Jesús, capaz de  cambiar un corazón de piedra en uno de carne como estaba profetizado (Ez 36, 25-27). Así es, Jesús es la Fuerza de Salvación de Dios anunciada tantas veces a lo largo del Antiguo Testamento y proclamada en el Nuevo por Zacarías en la circuncisión de su hijo Juan Bautista (Lc 1, 67-69). Fuerza de Salvación, de Conversión que está a nuestra disposición en el Santo Evangelio como dice Pablo (Rm 1, 16...). Por eso las primeras palabras dichas por Jesús en el Evangelio de Marcos son: " Convertíos y creed en el Evangelio" (Mc 1, 15).
P. Antonio Pavía
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lunes, 6 de diciembre de 2021

Tus Palabras Señor

Dice Isaías: "Tú eres un Dios escondido" (Is 45,15 ). Así es,  está escondido en el interior de su Palabra como afirman los Santos  Padres de la Iglesia; por eso no es suficiente con leer la Palabra, ni siquiera estudiarla o investigarla como dice el mismo Jesús (Jn 5,39-40). Hemos de sumergirnos en Ella de la mano de nuestro Buen Pastor hasta encontrar el "Espíritu y Vida" que contiene (Jn 6,63b ). Oigamos  este susurro  de Jeremías a Dios: "Cuando encontraba tus palabras las devoraba... eran la alegría y el gozo de mi corazón" (Jr 15,16). Fijémonos que no dice "cuando leía o estudiaba...", sino cuando las encontraba. El profeta lee la Escritura con los ojos y oídos de su corazón con tanto amor que las palabras de Vida y Espíritu contenidas en este o aquel texto, saltan hacia su alma provocando una alegría y gozo que no son de este mundo. Los Santos lo llaman: "El estremecimiento del alma". Esto es uno de los inefables dones que Dios tiene preparado para los  que le buscan con corazón sincero... en el espíritu y la verdad que Jesús pide para los verdaderos adoradores (Jn 4,23-24).
P. Antonio Pavia
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viernes, 3 de diciembre de 2021

II Domingo de Adviento - (Lc 3,1-6)

¡Ven Señor Jesús!

Nos unimos al grito que brota del corazón de la Cristiandad estos días: ¡Ven Señor Jesús!
El gozo por la continua Venida del Señor, como nos dicen los santos, abre nuestro corazón a la Fiesta sin fin al ver que "el viaje" de Jesús al mundo es de ida y vuelta al Padre. Le oímos: "Salí del Padre, he venido al mundo, ahora dejo el mundo y vuelvo al Padre" (Jn 16, 28). Sí, volvió al Padre, pero sigue estando con nosotros (Mt 28, 18-20). No termina ahí la Buena Noticia de Jesús.  Oigamos lo que le dice y pide al Padre para los suyos justamente antes de encaminarse al Huerto de los Olivos, pórtico de entrada de su muerte: "Padre, quiero que los que tú me has dado, donde yo esté, estén también conmigo y contemplen mi gloria” (Jn 17, 25). Contemplar implica participar. Pide pues al Padre que participemos de su Gloria. Vivamos el Adviento fijos los ojos en Jesús, el que vino del Padre, sube hacia Él al tiempo que se queda con nosotros como Buen Pastor para conducirnos al Padre, siguiendo las huellas celestes de su Camino de vuelta hacia Él.
P. Antonio Pavía
comunidadmariamadreapostoles.com

miércoles, 1 de diciembre de 2021

En las entrañas de Dios...

Un Salmista nos abre su corazón; parece que la fiebre y ansiedad por ser importantes, que percibe en los que le rodean le produce hastío. No entiende como pueden valorar su existencia tan pobremente al fijar  sus ojos en una vanidad tras otra. Bien sabe nuestro amigo que el éxito en la vida parte de tener la Sabiduría de Dios que le impulsa a habitar en sus entrañas.  Sabiduría que emana del amor incondicional a su Palabra. Hacemos nuestra su oración: "Señor, mi corazón no es ambicioso ni mis ojos altaneros... mantengo mi alma en paz y silencio como un niño destetado, recostado en el regazo de su madre" (Sal 131, 1...). También nuestro amigo ha vivido su ansia por ser grande a los ojos de los demás, sin embargo, al encontrarse con Dios, prefirió su Fuego al humo volátil que desprende la gloria de este mundo. Este salmo encierra muchas catequesis bellísimas. Os hago partícipes de esta. Al igual que el discípulo amado, también nosotros podemos descansar, recostar nuestra cabeza sobre el pecho de Jesús. Cada latido de su corazón penetra nuestros oídos llenando de su Luz la Palabra que leemos y con la que rezamos cada día.
P. Antonio Pavía
comunidadmsriamadrespostoles.com