martes, 30 de mayo de 2017

AMEMOS LA LITURGIA.- 10.- LA REVERENCIA A JESUCRISTO (por TomásCremades)

Numerosas son las veces que a lo largo de una Eucaristía nombramos a Dios en la Persona de Jesucristo. 
Por ejemplo en el canto del Gloria: “…Gloria a Dios en el Cielo…Señor, Hijo único Jesucristo…, porque sólo Tú eres Santo, sólo Tú, Altísimo, Jesucristo…”
Igualmente en el Credo, en la Misa dominical, decimos: “…Creo en Dios Padre todopoderoso,…, creo en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor…”
Y, así, en numerosos cantos de alabanza a Dios, reflejado en la segunda Persona de la Santísima Trinidad. 
Pues, cada vez que pronunciaos su santo Nombre, hacemos una leve inclinación con la cabeza, en señal de respeto y veneración, como culto de adoración, único que debe ser adorado por ser Dios en la Trinidad.
Son esos pequeños detalles de amor y veneración al que es Dios y Señor del Universo, admitiendo, al mismo tiempo, nuestra pequeñez ante la Omnipotencia y Majestad de Dios. Detalles que nos acercan a Él, como Dios vivo y verdadero.
Alabado sea Jesucristo
 
 

VEN ESPIRITU SANTO (por María García Soriano)

A veces, necesitamos “comparar” para entender, parece que así ponemos mejor a cada cosa en su sitio. El propio Jesús nos enseña de este modo en algunas de sus parábolas, como la del grano de mostaza: “¿A qué es semejante el reino de Dios y con que lo compararé? Es semejante a un grano de mostaza que un hombre tomo y echó en su huerto, y creció y se hizo árbol y las aves del cielo anidaron en sus ramas” Lc. 13:18-19. De manera sencilla quería hacernos comprender la grandeza del Cielo, con ejemplos cotidianos. Y de esta forma prepararnos en nuestro caminar hacia el Padre.
Hasta ahí, bien, porque El estaba. Pero ¿y cuando no estuviera? ¿Quién nos guiaría de forma certera? Y nos habla de un Paráclito (en griego parackletos) que significa “uno llamado al lado del otro”. Y El será quién nos ayude a entender. Esto suena muy bien. Pero, ¿con qué lo compararía yo?. Y parece ser, que  Dios, me echó un “cable”. ¿Un cable? Si eso es. Creo que todos sabemos descolgar un teléfono y hablar con la persona que está al otro lado. Pero no sé si sabemos valorar la función que tiene el “cable”, sin el cual sería imposible la comunicación. Entonces el Paráclito (Espíritu Santo) es como un cable que está conectado a la fuente de alimentación (Jesús) y llega hasta nosotros que somos sus receptores. Y no un cable cualquiera, ¡un cable de fibra óptica! Que es conductor de luz. 
Jesús nos dijo “Yo soy la Luz del mundo” (Jn.8:12) Y la única manera de permanecer en esa “Luz”, es invocar al Espíritu Santo, para no caminar en tinieblas. Y si El nos guía, sabremos que esa “Luz” no se dispersará y su “señal” nos llegará de forma clara y fiable.
Y parafraseando el “Veni Creator” te pido:
Enciende con tu Luz nuestros sentidos
Infunde tu amor en nuestros corazones
Y con tu perpetuo auxilio
Fortalece nuestra frágil carne.

lunes, 29 de mayo de 2017

Trueque con Dios (por Tomás Cremades)

Meditando el Salmo 118, el más largo del Salterio, en sus versículos 145-152, encontramos una invocación inicial del salmista cuando dice: “Te invoco de todo corazón…”. Es curioso que siempre haya sido Dios el que ha solicitado la escucha del hombre. Nos dice el Shemá: “…Escucha, Israel, Yahvé nuestro Dios es el único Yahvé; amarás a Yahvé con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas…” (Dt 6,4) Y, efectivamente, el salmista invoca a Dios con todo su corazón. Es más, le dice: “…Respóndeme, Señor, y guardaré tus leyes, a Ti grito: ¡sálvame!, y cumpliré tus decretos…”

Y ahí es donde quería detenerme. Está en el sentimiento humano el premio o castigo del Señor por nuestras obras; la realidad es que Dios no castiga, somos nosotros los que, a causa de nuestros pecados, nos castigamos a nosotros mismos. Hasta ahí, la tradición religiosa de una religiosidad primaria, poco madura., pero necesaria en una primera etapa de conversión. Pero nos olvidamos de que es Dios mismo el que salva gratuitamente; después vendrá la etapa en que reconoceremos que, por causa de esta salvación, nosotros nos encontramos en la necesidad de reconocer su bondad y Misericordia, y actuamos.
Consideremos esta forma de actuar del hombre: “Si me consigues este trabajo, te encargo una Misa”; otra: “Si apruebo esta asignatura, estas oposiciones, etc, te pongo dos velas…”; más: “mi hija está enferma, si la sanas, voy de rodillas hasta el altar…” Es una sensación de “contrato” con Dios. “Si me haces esto que es bueno según mi criterio-no el tuyo-, te devuelvo el favor con algo que te guste: unas velas, una Misa, una oración…”. Es la religiosidad primaria que tiene mucho desconocimiento de Dios. Y así hemos sido durante mucho tiempo, y quizá ahora también. De ahí esa sensación de “trueque” con Dios. 
Si te ofreciera un holocausto no lo querrías. Mi sacrificio es un corazón quebrantado y humillado. Un corazón quebrantado y humillado Tú no lo desprecias…”nos recuerda David en el Salmo 50.
“Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de Mí…”(Is 29,13)
Pero Jesucristo es más claro aún: “¡Hipócritas! Bien profetizó Isaías cuando dijo: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de Mí…” (Is 29,13). En vano me rinden culto ya que enseñan doctrinas que son  preceptos de hombres” (Mt 15, 8-10), hablando a los fariseos que cargaban a los judíos con grandes cargas, mientras ellos sólo se ocupaban de aumentar el largo de sus “filacterias”, de sus vanidades. 
Y el hombre se revuelve si no consigue su petición. Sólo Dios sabe lo que nos conviene. A veces no sabemos pedir. Pedimos cosas terrenales que ya conoce el Señor. Pidamos mejor “sabiduría” para conocerle; aumentar nuestra fe; ver a Jesús en los hermanos necesitados, responder con valor pero sin violencia ante los ataques a Dios o a la Iglesia. Pidamos amar en lugar de ser amados.
No nos vendría mal recordar la bellísima oración de san Francisco en el llamado “Cántico de las criaturas”, que dejamos al lector para que lo medite.
Por eso necesitamos, como dice Ezequiel, que cambie nuestro corazón de piedra en uno de carne, capaz de amar en la medida de Él.
 
Alabado sea Jesucristo

domingo, 28 de mayo de 2017

Poemas II.-MAESTRO DEL SILENCIO (por Olga Alonso)

Bautizado Jesús, salió luego del agua; y en esto se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba en forma de paloma y venía sobre él.Y una voz que salía de los cielos decía: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco.»

Mt 3; 16-17
MAESTRO DEL SILENCIO
Sabías que no podía escucharte hasta que no dejara de querer, de pensar, de hablar y entonces, me llevaste a la escuela del silencio.
Y allí me enseñaste a mirar sin describir, a escuchar sin juzgar, a sentir sin clasificar. Y cuando fui aprendiendo, me explicaste porqué todo eso es necesario para escucharte.
Me explicaste que no hay que tener la voluntad de quererte, solamente hay que necesitarte. Que no hay que ansiar, solamente esperar.
Que tú hablas en el silencio pero no en el del mundo, sino en el del alma. Me enseñaste que tú siempre estás cerca pero no te gusta el ruido.
Y que cuando llego y te llamo y quiero escucharte, si mi alma no está en silencio, te siento a mi lado  pero no puedo escuchar tu  voz. Porque el ruido de mis cosas, ensordece el corazón y tú sólo hablas al corazón.
Te he pedido ahora, maestro del silencio, que me ayudes a retirar de este viejo trastero que es mi alma, todo lo que me ocupa tiempo y sobre todo, todo lo que hace ruido.
No es trabajo fácil pero, tú Señor eres maestro experimentado.
Me temo que tienes muchos alumnos como yo.
Y cuánto cansa y agota el ruido, Señor y ¡Qué placer tu silencio!
Allí donde tu palabra vaga por el alma, nuestro ruido se torna paz.
Pero no confíes mucho en mí y creas que ya he aprendido.
Después de la lección de ayer  y de hoy, mañana al despertar es fácil que de nuevo vuelva a llenar mi alma de ruido. Por eso Señor, como decía Teresa de Lisieux: ”…dame una cita contigo mañana”, al despertar, en tu escuela, la del silencio.Y enséñame de nuevo, otro día, cómo se vacía uno del mundo y deja espacio para llenarse de tu Palabra.
 
Escucha mis palabras, Yahveh, repara en mi lamento,
atiende a la voz de mi clamor, oh mi Rey y mi Dios. Porque a ti te suplico,
Yahveh; ya de mañana oyes mi voz; de mañana te presento mi súplica, y me quedo a la espera.
Sl 5; 2-4
 

sábado, 27 de mayo de 2017

¿ QUIEN ERES SEÑOR? Hch 9,5 para el Evangelio del Domingo 28 de Mayo de2017

Antes de subir al Padre, Jesús le expresa un deseo en favor de sus discípulos: "Padre, quiero que donde esté yo, esten tambien ellos conmigo " Jn 17,24 Conforme avanza el transcurso de nuestra vida, vamos superando peligros y enfermedades, no obstante con el paso de los años, nuestra vitalidad, también nuestras perspectivas se van mermando. Ante esta tozuda realidad, puedo afirmar que no hay mayor absurdo y fracaso existencial que aceptar que la propia muerte no se diferencie en nada de la de cualquier animal, de la de un perro por ejemplo. Abrámonos al que dignifica infinitamente nuestra existencia, al Hijo de Dios el que nos llama a ser sus discipulos ,a vencer a la muerte,a vivir con Él en el Padre.

comunidadmariamadreapostoles.com

viernes, 26 de mayo de 2017

Él siempre es fiel ( Carmen Pérez)



 "Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob, el que espera en el Señor su Dios. Que mantiene su fidelidad perpetuamente,.." (Salmo 145)

Él siempre es fiel .. lo fue con su hijo .. sacándolo del sepulcro ..no lo libró de los sufrimientos para que nosotros veamos que el camino que Él recorrió para ir al Padre también nosotros hemos de recorrerlo, pero Jesús nos acompaña .. como a Él le acompañó la palabra de su padre que le daba fuerza para cumplir su voluntad.. 
Él nos pidió que, los que esperamos en el Señor, fuéramos fuertes y valientes de corazón .. sabía con las dificultades que nos encontraríamos en el camino.. pero no temamos, Él estará con nosotros hasta el fin del mundo ... de nuestro mundo particular, hasta el día que pasemos a las manos del Padre.

jueves, 25 de mayo de 2017

Eres Camino (por Mila)


Eres Camino, Vida y Verdad


En un mundo despistado y perdido
En un mundo donde falta ilusión y alegría 
En un tierra donde se escuchan muchas mentiras
En una sociedad preocupada y con temores
En una familia que quiere amarte y seguirte
En una Iglesia que te pregona y te ama 
Tú Jesús y solo Tú Jesús

Eres Camino, Vida y Verdad

Nos mandó a un hombre (Carmen Pérez)


"Llamó al hambre sobre aquella tierra, Cortando el sustento de pan. Por delante había mandado a un hombre, José, vendido como esclavo". (Salmo 104)


Siempre es así con el Señor ... tiene que dejarte pasar por cosas que te parecen mal  para sacarte de tus comodidades .y de pensar que tú solo te arreglas... que no necesitas de nada ni de nadie .. 
Esta autosuficiencia DIOS solo puede curarla dándote un palo en tus tontas .. suficiencias y te quedas noqueado..
 Pero Él antes te mandó una persona que te iluminó ... para que no te desesperaras ... y buscaras a Dios .. y pudieras intuir donde buscar .... en el Evangelio ... y en las sagradas escrituras ... ahí está toda tu vida ... todo pasó ya antes ... nada hay que el Señor no  haya tenido previsto.. 
Y entonces podemos y debemos hacer lo de este salmista: Cantarle al son de instrumentos, hablar de sus maravillas.... puedes y debes ser luz para otros ...
 BENDITO SEAS SEÑOR  ..  haznos caer del caballo como a San Pablo.

miércoles, 24 de mayo de 2017

¿Qué quieres que haga por tí? (Por Tomás Cremades)

Cualquiera que oyera esta pregunta imaginaría lo que quizá tantas veces hemos pedido a Dios. En la Escritura el verbo “hacer” es equivalente a “crear”. No hay más que recordar las palabras del Génesis cuando Dios hizo el Universo, la tierra, las aguas, los animales…y el hombre. Dios estaba creando. Y el hombre podrá transformar lo creado, incluso descubrirlo, nunca crearlo. Eso sólo lo puede hacer Dios. 

Es, incluso sin mala voluntad, pagano, hablarle así a Dios. Él no nos necesita, somos nosotros los necesitados de Él. Nosotros no podemos hacer nada por Él ni para Él. Dios sólo quiere de nosotros ser amado como criaturas suyas que somos, y que este Amor se refleje en nuestros hermanos. “No me habéis elegido vosotros a mí, soy Yo quien os ha elegido a vosotros”, nos recordará Jesús
Entonces, ¿por dónde va la pregunta? Si vamos al texto de los Hechos de los Apóstoles, en el Capítulo 2, se encuentra un bellísimo texto de Pedro el día de Pentecostés. Pedro define claramente que los judíos mataron a Jesús, pero Dios lo resucitó con su Poder. “…Sepa, pues, con toda certeza Israel, que Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús a quien vosotros crucificasteis…” (Hech 2, 36)“Al oír esto, dijeron con el corazón compungido a Pedro y a los demás apóstoles: ¿Qué hemos de hacer, hermanos? (Hech, 2 37)
La pregunta sigue en pie: ¿Qué quieres que haga por ti? Sin dejar  de ser válida la interpretación anterior, pretendo considerarla en otro contexto, en otra vertiente catequética, pues el Evangelio de Nuestro Señor es un río de agua viva, que cada vez que se abre, anega el alma como un torrente que, en palabras a la Samaritana (santa Fotina), salta a la Vida Eterna.
Si meditamos sobre el episodio que se narra en el Evangelio de Juan, (Jn 5, 1-7), podemos ver que en la piscina de Betesda donde se bañaban enfermos para tratar de curarse, había uno que llevaba treinta y ocho años enfermo y acudía día tras día para conseguir sanar.
Este número lo hemos de entender en el contexto del número cuarenta; el número cuarenta es el de una generación en aquellos tiempos,- cuarenta días de ayuno de Jesús, cuarenta días por el desierto el pueblo de Israel…-es decir, toda una generación. Por tanto este enfermo estaba ya casi al borde del final de sus días y no había conseguido curarse. 
Y Jesús le hace una pregunta, que podríamos decir, “trivial”: ¿Quieres recobrar la salud?
¡Cómo no iba a querer recobrar la salud! ¡Naturalmente! Y ante la afirmación del enfermo, Jesús le responde: ¡Levántate, toma tu camilla  y anda!
En Marcos (2,1-13) se relata un acontecimiento similar. Jesús está predicando y traen a un tullido en una camilla, entre cuatro personas; al no poder acercarse, hacen un agujero en el techo de la estancia y lo introducen por allí. Y  viendo Jesús la fe de ellos, dice al paralítico: “Hijo, tus pecados te son perdonados”. Es decir, ni siquiera le pregunta si quiere ser curado.
Es bello meditar en esto; el tullido, viene en camilla transportado por cuatro personajes; podemos suponer que el tal tullido, cuyo nombre no revela el Evangelio, puede ser cualquiera de nosotros. Queda en el anonimato. Y podemos suponer que las cuatro personas que le llevaban se sublevarían ante él pensando que era una temeridad el acercarse en esas circunstancias físicas del tullido, y con todos los impedimentos de la multitud que se agolpaba alrededor de ellos. La fe de este hombre supera todas las barreras.
Se me ocurre pensar que esa camilla, soportada por cuatro porteadores, son los cuatro Evangelios que le han impulsado contra viento y marea a encontrarse con Jesús.
¿Qué conclusión podemos sacar de todo esto? Jesús quiere ser reconocido como Mesías, el enviado del Padre; pregunta por su fe; primero por los valores eternos, y luego vendrá la curación el cuerpo. Y es, de esta manera, en que Jesús, Señor del tiempo y de la Historia, ama al hombre buscando para él lo que permanece, su Vida para siempre, la Vida Eterna.
Por ello, pidamos al Señor una fe madura, una fe adulta, pidiendo esa Justicia para unirnos a Él, que, seguro, nos añadirá el bien del alma y del cuerpo. Pidamos el Espíritu Santo.
Alabado sea Jesucristo
 
 
 

martes, 23 de mayo de 2017

¡Ábrenos Señor, las Puertas! (Por Mila)


¡Ábrenos Señor, las Puertas!

Para sentirte cerca y nunca abandonarte,
Porque me pierdo y camino confundida,
Para verte y nunca perderte.
Porque sin Tí, no soy tan Feliz como creo ser,
Para vivir alegre y abierta a los demás
Y agradecer lo mucho que haces por mí
Y defenderte cuando algunos te ignoran
Y no tropezarme cuando surjan dificultades
Para que nada me aleje de tu amistad.

¡Ábrenos Señor, las Puertas!

lunes, 22 de mayo de 2017

Señor, lo hemos dejado todo por ti (Mt 19,27-30) por Tomas Cremades

Entonces Pedro, tomando la palabra le dijo: “Ya lo ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué recibiremos, pues?” Jesús, les dijo: “Yo os aseguro que vosotros que me habéis seguido, en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en su trono de gloria, os sentaréis también vosotros en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Y todo el aquel que haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o campos por mi nombre, recibirá el ciento por uno y heredará la Vida Eterna”.

Aparece aquí una palabra enigmática: “la regeneración”. Los exégetas, que interpretan las Escrituras, hablan de este término anunciando la “era mesiánica” inaugurada en la Iglesia con la Resurrección de Jesucristo. En el libro de los Hechos de los Apóstoles, Pedro hablando al pueblo, nos dice: “…Arrepentíos, pues, y convertíos, para que vuestros pecados sean borrados, a fin de que del Señor venga el tiempo de la consolación y envíe al Cristo que os estaba predestinado, a Jesús, a quien debe retener el cielo hasta el tiempo de la restauración universal, de que Dios habló por boca de sus santos profetas.
Y continúa su discurso  apoyándose en Moisés cuando dijo: “El Señor Dios os suscitará un profeta como yo de entre vuestros hermanos; escuchadle todo cuanto os diga. Todo el que no escuche a ese profeta será excluido del pueblo”  Y todos los profetas desde Samuel en adelante, todos cuantos han hablado, anunciaron también estos días (Hech 3,19-25)
Nuevamente Pedro habla en nombre del grupo. Es el portavoz de los apóstoles; y llama la atención esta petición de Pedro a Jesús. Desde el punto de vista humano entra dentro de la lógica; ellos han dejado todo por seguirle, y en más de una ocasión se preguntarían qué beneficio iban a tener ellos con este seguimiento. Al oír hablar al Maestro del fin terrenal que iba a tener, con su martirio, no podrían por menos de pensar que no todo podía acabar así; pero sus mentes y su corazón aun no estaban preparados. 
Por eso la respuesta de Jesús quita toda duda de sus mentes. Comprende sus inquietudes. Y les anuncia toda clase de bienes ya en este mundo y al fin la Vida Eterna como premio. Pero les añade que en este mundo tendrán persecución a causa de su Nombre.
Y lo anunciado a los apóstoles, es válido para nosotros; nosotros, los discípulos que queremos ser de Jesús, probablemente no habremos dejado padres o hermanos o casas. Los sacerdotes, religiosas y religiosos sí. El Señor llama a la vocación ministerial a los que Él designa; y los casados y solteros, aun cuando no dejamos a la familia, tenemos otra misión no menor; hemos de llevar a Cristo a nuestras familias, a nuestros hijos, a nuestros hermanos, al mundo de nuestro trabajo; hemos de tener el tiempo suficiente para dedicarlo a la oración y a la evangelización; tenemos una misión que cumplir
Descubramos nuestra misión a la que somos llamados; preguntemos al Señor: ¿Qué quieres que haga?, o mejor: ¿Cómo me puedo dejar hacer por ti?
No pensemos en el premio. Eso se lo dejamos a Él. Y como dice san Pablo: “…Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó lo que Dios preparó para los que lo aman…” (1 Cor 2,9)
Alabado sea Jesucristo

domingo, 21 de mayo de 2017

PASTORES SEGÚN MI CORAZÓN.- XXVI.- Como dioses o como Dios


XXVI.- Como dioses o como Dios

 

El estigma por antonomasia que el hombre lleva marcado a causa del pecado original es el de hacerle prisionero de la mentira, la gran mentira a la que se adhirieron Adán y Eva cuando fueron tentados en su relación con Dios. La gran mentira que salió de la boca de Satanás fue: ¡Seréis como dioses! Adán y Eva prefirieron la ensoñación del mentiroso a la Palabra de vida que Dios les había dado. Conocieron así algo que hasta entonces les había sido extraño: el miedo que lleva consigo el pregón de la muerte.

Seréis como dioses, oyeron. Oyeron y creyeron. Desde entonces, el hombre cambió la tutela del Pastor de la Vida por la del pastor de la muerte. Dura nos parece la descripción que nos ofrece el salmista acerca del hombre que llega incluso a considerarse satisfecho de haber vivido entre límites tan estrechos: “…Así andan ellos, seguros de sí mismos, y llegan al final, contentos de su suerte. Como ovejas son llevados al abismo, los pastorea la Muerte…” (Sl 49,14-15).

Así es por increíble que parezca; es tal el sometimiento que el tutor, el adalid de la Mentira ha impuesto al hombre, que éste llega a conformarse, más aún, a estar contento con su suerte. En su despotismo, Satanás lo ha llevado a adherirse existencialmente con la intrascendencia. He ahí sus logros, los magníficos y extraordinarios logros que le ha producido su delirio de ser como Dios. Y no es esto lo más trágico; lo que realmente denota su aniquilamiento y servilismo es que –repetimos al salmista- “está contento con su suerte”. Y es que Satanás es el mayor especialista en la monstruosidad que supone el lavado de cerebro; nadie tan manipulador del ser humano como él.

La cuestión es que Dios no está contento con la suerte del hombre, no se queda impasible asistiendo como espectador a su destrucción. Dios, que oye las voces más profundas, sabe de los gritos del corazón que son como manos que intentan aferrarse a plenitudes que, sistemáticamente, le han sido negadas por el suplantador de la vida. Así le llamamos: suplantador. Promete lo que no tiene: la vida.

Como he dicho, Dios ama demasiado al hombre como para darle la espalda aunque éste lo haya hecho así invariablemente una y otra vez. Dios ama y se vuelve; irrumpe en la historia de la humanidad eligiendo un pueblo como punta de lanza, para hacer brillar ante todos los demás pueblos de la tierra lo más genuino, la insondable grandeza del hombre salido y creado por Él: a su imagen y semejanza. Se escogió un pueblo: Israel; y le fue catequizando de forma que sus hijos descubrieran que eran preciosos a sus ojos: “Dado que eres precioso a mis ojos, que eres estimado, y yo te amo” (Is 43,4a). Sólo cuando el hombre descubre que es amado por Dios con un amor eterno (Jr 31,3), y lo vive íntimamente, llega a tener como muy poca cosa, como algo insignificante, las melódicas baladas de sus falsos pastores que, al igual que Satanás, repiten: “seréis como dioses”.

Cuando Dios se asomó a la tierra para escogerse un pueblo en el que sembrar la Verdad y la Trascendencia, no buscó entre la flor y nata de la humanidad entre otras cosas porque no lo necesitaba: cuando se crea, se crea. Esto es lo que puede hacer Dios y lo hace: escoger y crear. Israel es consciente de lo sorprendente y asombroso de su elección, y así nos lo hace saber: “No porque seáis el más numeroso de todos los pueblos se ha prendado Yahveh de vosotros y os ha elegido, pues sois el menos numeroso de todos los pueblos; sino por el amor que os tiene y por guardar el juramento hecho a vuestros padres…” (Dt 7,7-8).

 

Mucho más que dioses

Dios acompaña a su pueblo a lo largo de su historia; lo acompaña y cuida de él. Aparentemente no se distingue mucho de todos los demás; digamos que participa de todo aquello que se refiere a guerras, asesinatos, intrigas, injusticias, que hacen parte de la historia de la humanidad en general. Israel tiene estos mismos sellos y, por si fuera poco, a pesar de ser un pueblo elegido, llegan hasta cansarse de Dios que les eligió. Sin embargo, así como el agua de la lluvia va penetrando lenta y persistentemente en la tierra árida hasta empaparla, convirtiendo la sequedad en una especie de vergel, también en este pueblo, duro y obstinado de corazón como todos los demás, empieza a dar fruto la Palabra que Dios le va dando. Es como si estuviera tejiendo las entrañas espirituales de su pueblo.

Prueba de lo que estamos diciendo -¡hay tantas a lo largo del Antiguo Testamento!- nos la ofrece el autor del salmo 16. Su oración si bien iluminada por el Espíritu Santo, revela sin duda una experiencia muy personal. Más o menos, nos viene a decir qué sentido tiene “llegar a ser como dioses” si éstos son inmensamente menores que él en la dimensión que Dios le ha hecho. ¿Cómo va a entrar en el corazón de estos dioses si él es mayor que ellos? ¿Cómo le van a satisfacer si todos juntos son extraños a la plenitud de su corazón? “Digo al Señor: Tú eres mi bien, los dioses y señores de la tierra no me satisfacen… El Señor es el lote de mi heredad y mi copa, mi destino está en sus manos, me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad…” (Sl 16).

La catequesis de este hombre orante es bellísima. Si los dioses y señores de la tierra, los que me ofrece el Tentador, no me satisfacen, ¿por qué voy a querer ser como ellos? Si los bienes que están al alcance de mis manos son insuficientes, no alcanzan la altura de lo que yo soy como hombre, ¿qué esperanza puedo poner en ellos? He ahí la razón de ser de la oración de nuestro salmista. Con este ejemplo vemos cómo sí es cierto que la Palabra que Dios siembra en su pueblo una y otra vez, da sus frutos, porque esta oración solamente pudo salir de un corazón habitado por su Palabra.

Alguien podría juzgar a este hombre y, por extensión, a todos aquellos que se dejan llevar por Dios, como enemigo de los bienes de este mundo, lo que no se corresponde con la verdad. Nuestro salmista está poniendo a la persona en el centro de la creación, no debajo de ella. Me explico. Este hombre entendió con toda su claridad la palabra que escucharon Adán y Eva en la creación: “Llenad la tierra y sometedla” (Gé 1,28). He ahí la clave del sabio cuyo prototipo es nuestro salmista: Los bienes de la tierra están a mi servicio, no yo al suyo; soy yo quien los someto, no ellos a mí.

 En realidad, nuestro amigo es todo él una profecía del Hombre Nuevo por excelencia: Jesucristo, en quien se cumple en plenitud la Palabra dada a Israel. Es más, le conocemos como la Palabra del Padre hecha carne (Jn 1,14). Gracias a Él, el salmista es también una profecía acerca de todos aquellos que, a lo largo de la historia, lleguemos a ser sus discípulos en espíritu y en verdad.

Jesús, el Hombre Nuevo, el Buen Pastor, “llama a sus ovejas –a los que quieren ser sus discípulos- una a una y las saca fuera” (Jn 10,3b). Las saca fuera del recinto de impiedad y mentira, adonde las condujo y dejó recluidas aquel que les prometió solemnemente “seréis como dioses”. Las sedujo, las engañó y las apelmazó entre cercas. Al oír la voz del Buen Pastor, estas ovejas empezaron a desperezarse, se despertaron y se dijeron unas a otras: “¡Luego eran mentira los altos, la barahúnda de los montes!” (Jr 3,23). Entendemos este texto aclarando que los altos y los montes designan el culto a los ídolos.

 

Semejantes a Él

Sí, mentira fue lo que oyeron Adán y Eva, y que nosotros hemos seguido oyendo de parte de los ídolos. Sí, mentira y tan ilusorio que nos hicimos infantiles, porque los ídolos “tienen boca y no hablan, tienen ojos y no ven; tienen oídos y no oyen, ni un soplo siquiera hay en su boca. Como ellos serán los que los hacen, cuantos en ellos ponen su confianza” (Sl 135,16-18).

Cierto es, no tienen palabras de vida los ídolos porque son mudos. Sin embargo, al igual que Adán y Eva, hemos oído la voz del “padre de la Mentira” (Jn 8,44), quien, de maltrato en maltrato, de vejación en vejación, de delirio en delirio, nos encerró entre cercas. Nos retuvo engañados hasta que vino a nuestro encuentro el Buen Pastor quien, a pesar de las protestas de nuestros cancerberos, penetró en sus dominios y nos invitó a salir siguiendo sus pasos. Sentado estaba Mateo en la mesa de los impuestos que iba cobrando, separando una parte sustanciosa para él: peor y más nefasta cerca imposible. Jesús pasó a su lado  “…y le dijo: Sígueme…” (Mt 9,9).

Al “seréis como dioses”, oído y aceptado por el hombre de todos los tiempos, Jesús oyó: “Tú eres mi Hijo amado, en quien me complazco” (Mt 3,17). De la palabra a la Palabra, de la promesa a la Promesa, de la mentira a la Verdad. Jesús, en cuanto hombre de fe, se aferró a la Palabra, a la Promesa, a la Verdad; y aun así no sería suficiente. La incomparable belleza y plenitud de su pastoreo se hizo visible cuando los suyos pudieron testificar al mundo entero que pasaron del “seréis como dioses” a ser hijos de Dios.

Lo testificó también Juan, en nombre de todos los apóstoles, de las primeras comunidades cristianas al proclamar “Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!” (1Jn 3,1). Buena noticia donde las haya. El apóstol viene a proclamar que no les interesa ser como dioses sino ser semejantes al Dios vivo. Oigamos cómo culmina su texto anterior: “Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a Él, porque le veremos tal cual es” (1Jn 3,2).

Juan, pastoreado por su Buen Pastor, a su vez pastorea desde el corazón nuevo que el Evangelio de su Señor ha creado en él. Sabe que también sus ovejas, al igual que todo hombre, han oído muchas veces a aquel que viene a su encuentro para “robar, matar y destruir” (Jn 10,10a). En realidad, Satanás es terriblemente monótono en cuanto monotemático,  no sale de su “seréis como dioses”.

Juan, buen pastor semejante a su Señor, abre las infinitas riquezas del Evangelio del Resucitado a los rebeldes e inconformes, a los insumisos, a los que detestan la cerca que les apelmaza. Con el amor, cuidado y solicitud, recibidos del Señor Jesús, pone en los oídos de éstos la gran promesa llena de gracia y de verdad; que todos los que creen en la Palabra, en el Evangelio del Señor Jesús, reciben el poder para llegar a ser hijos de Dios: “A todos los que la recibieron –la Palabra- les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre” (Jn 1,12).

Lo que acabamos de oír sería absolutamente increíble si no nos llegara del mismo Dios. Habría que preguntarse si todos son capaces de entender esto. La respuesta es sí. Claro que hay una condición: está al alcance de los inmortalmente apasionados por el Evangelio. Él es la buena noticia que rompe cercas, cadenas y todo dominio del Mentiroso. Buena noticia a la que se abrazan los hambrientos de vida y libertad. Estos hambrientos reconocen la voz de los pastores según el corazón de Dios y les siguen, aunque no a ellos, sino al que puso su Voz en sus labios.

Como dioses o como Dios. Y dejamos a Pedro -otro de los pastores verdaderos de primerísima hora- que nos enriquezca con su testimonio. No deseéis ser como dioses, -parece decirnos- que es muy poco; no como dioses, sino como Dios; que para esto envió a su Hijo entre nosotros, para que pudiéramos llegar a participar de su propio ser, de su divinidad: “Pues su divino poder –el de Jesucristo- nos ha concedido cuanto se refiere a la vida y a la piedad… por medio de las cuales nos han sido concedidas las preciosas y sublimes promesas, para que por ellas os hicierais partícipes de la naturaleza divina” (2P 1,3-4).

viernes, 19 de mayo de 2017

¿ QUIEN ERES SEÑOR? Hech 9,5 para el Evangelio del Domingo 21 de Mayode 2017

¿Amamos verdaderamente al Señor?

"El que me ama guardará mi Palabra", dice Jesús en este Evangelio. 
Se guarda y se defiende con uñas y dientes aquello que realmente nos importa e interesa, lo que tiene que ver con nuestra seguridad, nuestra vida, integridad..etc. En este sentido, guardar el Evangelio de Jesús no es cuestión de ser "generosos" con Él, sino sabios. ¡Si! sabios por defender frente al Tentador la Vida que emana del Evangelio del Hijo de Dios. Guardarlo es guardarte a tí mismo ante el poder del Mal. Es recibir la capacidad de caminar sobre las aguas impetuosas de la vida sin ser sumergido por su violencia. Guardar la Palabra, es Guardar a Dios. En eso sabemos que nos ama, en que se deja guardar por tí en tu alma.
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jueves, 18 de mayo de 2017

POEMAS DE AMOR DE DIOS AL MUNDO.-16.-TEJIENDO NUESTRAS VIDAS (POR OLGAALONSO)


“No atesoréis tesoros sobre la tierra, donde la polilla y la herrumbre los hacen desaparecer; atesorad mas bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre. Porque donde está tu tesoro, allí también estará tu corazón.”

Mt 6; 19-21

TEJIENDO NUESTRAS VIDAS

Cuanto tiempo dedicamos
a tejer nuestra existencia
a tramar todos los hilos
que nos permitan sentir
la ansiada seguridad
de tenerlo todo atado
de ser nuestros propios dioses
de poseer nuestras vidas.


Y que será, que después
de tanto trabajo inútil,
nos invade la impresión
de estar encerrando el alma
de estar embalsando el mar.

De que nuestra misma vida
de tanto querer guardarla,
se escapa entre nuestros dedos.

Y entonces tu llegas, Padre
y nos hablas de pobreza,
de morir para nacer
de vaciarse por dentro
de abrir nuestro corazón,
y dejarnos habitar.

Nos hablas de perdonar
incluso al que nos ofende.
Nos hablas de ser por Ti
esclavos de nuestro hermano.

 
Y nos parece que, así,
nos propones lo imposible.
Nos invitas a un camino
que no podemos seguir

Y es en nuestro abatimiento,
cuando nos hemos rendido
cuando estamos derrotados,
que levantamos los ojos
como el ciego del camino
y pedimos un milagro
para poder verte a Ti.

Y entonces Tú te apareces
como siempre, imprevisible
con el rostro de Jesús,
a ofrecernos tu Palabra,
que es tu presencia en la tierra.

Y a regalarnos el cielo
tan solo con confiar
plenamente en tu Promesa.
Y es esa misma Palabra
la que se ocupa de hacer
tu trabajo en nuestro alma.

Y un día, el que Tú quieres,
nos damos cuenta, en silencio
que hemos muerto para Ti.

Y, que aquel “imposible”
que siempre nos proponías
es hoy una realidad
en la que vivo y habito,
envuelta en Eternidad.
“Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor,
y no acude a los idólatras, que se extravían con engaños…
Tu no quieres sacrificios ni ofrendas y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio, entonces yo digo: “Aquí estoy
como está escrito en mi libro – para hacer tu voluntad.”

Salmo 39, 5, 7-9

miércoles, 17 de mayo de 2017

ANALISIS DEL ALMA (por María Garcia Soriano)

¿Y si nos pudieran hacer un análisis del alma, de que estaría compuesta?
Quizás de sensaciones, sentimientos. Unos en mayor medida que otros. Amor, tristeza, alegría, paciencia, esperanza, miedo, justicia, ira, etc…. Todos distribuidos en dosis, que según qué casos, salen a flote de nuestra personalidad. A veces, nos llegamos a intoxicar de malos sentimientos, entrando en una espiral que nos hunde en la miseria, se hunde el ego y salta la alerta!!!
Pero sigamos. ¿Y si a su vez pudiéramos hacer un análisis de cada sentimiento? Yo creo que veríamos, que cada uno se compone de muchas sensaciones, hasta llegar a ser el que es.
Pero hay uno, en especial, que lleva el ADN del alma, es el “Amor”. Ahí están las instrucciones para vivir nuestra vida.
Y si siguiéramos analizando, llegaríamos a un punto muy chiquitito e indivisible,  que todos y digo “todos” tenemos. Y no por ser el más pequeño es menos importante, al contrario. Es el origen, es aquel que cuando descubres que siempre ha estado contigo, te hace comprender muchas cosas. Es la “Esencia de Dios”. Y una vez reconocida te impregna de su aroma suave y recorre toda tu alma y te llena de Paz. Y como dijo San Agustín: Tarde te amé, y Tú estabas dentro de mí y yo te buscaba fuera.

NECESIDAD DE ANUNCIAR​ (por Manuel Armenteros)


Existe una clara correlación entre “conocer a Jesús de Nazaret y el anuncio de su Palabra. Pues todo conocimiento de Dios encierra esa necesidad de anunciarlo y testimoniarlo. La Historia de nuestra Iglesia y de sus Santos y Santas, confirma este hecho. Los Santos(as) de todos los tiempos, supieron armonizar el lenguaje de las obras con la predicación,( la Buena Noticia de su Evangelio), por eso fue fecundo su apostolado.

El contenido principal del mensaje de Jesús, confirma y da plenitud a toda la Escritura Bíblica, haciendo presente ya entre nosotros El Reino de Dios, su Padre y en El nuestro Padre, hasta  el fin de los tiempos. Este su Reino de amor, paz y gozo en el Espíritu Santo, tiene poder de convertir y transformar el interior a quien lo recibe. Y se ofrece a todos, de ahí que haya quedado sometido a un proceso de crecimiento y maduración, hasta que alcance total plenitud.  Este Reino de Dios, consiste en participar de la vida divina, que Jesús Resucitado y Glorioso nos ofrece desde su Palabra y cuenta con el Espíritu divino operante en Ella. Este Reino de Paz y Amor ha de llenar progresivamente el corazón de todo hombre o mujer, y crea ambientes apropiados donde esta vida pueda crecer y desarrollarse.
La vida humana de ayer y de hoy, se encuentra continuamente amenazada o perseguida; así como la libertad por su Verdad, oprimida y su Justicia pisoteada. Esto es tan real y profundo que la persona no puede librarse por su propia fuerza…,”sin Mi, nada podéis hacer”, nos recuerda el propio Jesús. El proyecto de Jesús de Nazaret para nosotros, se concreta en hacer “personas nuevas” sin perder su identidad, al transformar nuestro corazón por su Gracia y Presencia en él, con El. Y así cambia nuestra manera de relacionarnos con nuestro Dios y nuestro prójimo, cercano o alejado. Logrando un mundo nuevo, haciéndonos sujetos activos de esperanza, eficaces co-creadores, de su proceso Creador no concluido.
Tres Cantos (Madrid) a 28 de Mayo del 2016. Manuel Armenteros Martos.-