miércoles, 31 de agosto de 2016

Los pies como símbolo del Evangelio (Tomás Cremades)

¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del Mensajero que anuncia la paz, que trae Buenas Nuevas, que anuncia salvación, que dice a Sión: “Ya reina tu Dios” ( Is, 52,7)
En muchos textos de la Escritura aparecen los pies del mensajero, de una forma que, casi diríamos, imperceptible, en su más profundo significado. El texto de Isaías no puede ser más claro: se bendicen los pies de un Mensajero, que anuncia la Buena Nueva, que trae la paz, que anuncia la salvación. No puede haber más similitud con Jesucristo encarnado en ese Mensajero. Él es el único que trae la paz verdadera, y nos envía su Santo Evangelio. Sus pies, pisando sobre los montes, nos anuncian la salvación. Recordemos que los montes, representan el lugar donde habitan los pequeños dioses, nuestros ídolos de barro.
En las promesas que Yahvé hizo a la Casa de David, recogidas en el Salmo 131 se dice: “… entremos a su morada, postrémonos ante el estrado de sus pies…”
Y nos recordará Pablo en la carta a los Corintios: “…Porque él debe reinar hasta que ponga a todos sus enemigos bajo el estrado de  sus pies…” (1 Cor15,25)
Por ello, cada vez que leamos algo sobre los pies, meditemos estos textos que nos llevan al Evangelio de Nuestro Señor

Alabado sea Jesucristo

domingo, 28 de agosto de 2016

Qué luz viste (Olga Alonso)-A la Virgen María

¿Qué luz viste?
¿Qué voz escuchaste?
¿Qué fuerza empujó tu vida y  la entregó a Su voluntad?
¿Cómo te miró?
¿Cómo te escogió y cómo, sin comprender nada, entendiste todo y dijiste: ¡Sí!
Sí, a lo que sentías, Si, a lo que no conocías.
Sí, abrazando el temor y sujetando tus manos a esa promesa que podía con el miedo y la incertidumbre.
Sí en Él y por Él.
Y, a partir de entonces,  entregada a ese rayo de luz, esperando, confiada, creyendo, guardando, meditando.
Gestando al Creador, te hiciste parte de Él y fuiste comprendiendo, poco a poco la razón de la sinrazón.
Y así, caminaste a su lado asumiendo sin entender, abrazada a esa certeza, a esa Palabra que recibiste.
Fuiste compañera y madre de quiénes acompañaban a tu Hijo y ahora caminas a mi lado.
Me levantas, me sostienes, me escuchas, me miras, me llenas de esperanza.
Eres mi compañera, mi madre y mi seguridad de que un día, de tu mano, veré cara a cara a Dios.

sábado, 27 de agosto de 2016

¿QUIÉN ERES SEÑOR? (para el Evangelio del Domingo 28 de Agosto de 2016)Lc 14,1.7-14

Jesús es invitado a un banquete. Parece ser que los asistentes son numerosos y por su afán de notoriedad van presurosos hacia los puestos más relevantes del salón... nadie quiere ser relegado. Jesús se da cuenta y aprovecha para dar una pequeña catequesis: Muchos hombres viven, mejor dicho malviven, bajo la presión de figurar ante los demás; nunca se consideran lo suficientemente reconocidos, por eso necesitan ser la estrella en todos los ámbitos en los que se mueven; el familiar, laboral, social ..etc. Jesús les dice y nos dice: ¿Os parece poco  ser valorados y reconocidos por mi Padre?..  Él ensalza a quien se humilla y humilla a quien se ensalza.

www.comunidadmariamadreapostoles.com

MIRAR ATRÁS

Una vez iniciados en el camino de la fe, en el tiempo en que Dios dispone, según su conocimiento, no el nuestro, sentimos la pena y el dolor del tiempo perdido, ocupados en multitud de cosas, excepto de Dios. Y es gracia de Dios el tomar conciencia de ello.
Nos lo recuerda san Pablo  cuando nos dice: “…Porque nos hemos enterado de que hay entre vosotros algunos que viven desordenadamente, muy ocupados en no hacer nada en todo el día…” (2 Ts7-13) En aquellos días, algunos cristianos creían inminente la Venida de Jesucristo, y se decían: ¿Para qué trabajar, si ya viene el Señor?
Y continúa: “el que no trabaje, que no coma”. Él mismo se ponía como ejemplo del trabajo como curtidor de cuero que llevaba a cabo, además del más importante de predicar el Evangelio de Nuestro Señor.
Ni que decir tiene que estas afirmaciones no se refieren a lo que en la actualidad está ocurriendo en una sociedad en la que falta el trabajo para muchas personas que quieren y no pueden trabajar. Y eso interpela a los Estados y a los Gobiernos, y a nosotros mismos.
Volvemos al principio: LA TENTACION DE MIRAR HACIA ATRÁS. No, no somos originales; ya en los primeros tiempos tenemos un ejemplo muy concreto que narra el libro del Génesis en el capítulo 19 versículo 26: “…Su mujer miró hacia atrás y quedó convertida en poste de sal…”, cuando  Dios-Yahvé destruyó Sodoma y Gomorra a causa de sus pecados.
Y nos lo recuerda Jesucristo cuando nos dice:” Todo el que pone la mano en el arado y mira hacia atrás no es apto para la Vida Eterna…” (Lc9, 62)
Este Evangelio viene a recordarnos que somos reacios a seguir a Cristo; “…déjame primero ir a enterrar a mi padre…”, le comenta un poco antes una persona deseosa de seguirle, pero atada a los quehaceres mundanos. Si el padre ha muerto, hay que enterrarle, naturalmente; pero en este caso, es la disculpa del hombre que quiere atarse a sus comodidades antes de seguir a Dios.
Y en este orden de cosas, el Tentador Satanás se preocupa muy mucho de ponernos frente a nuestra vida pasada, sobre todo cuando ve que se le escapa el pecador arrepentido consciente de sus propios pecados. Los pecados confesados y arrepentidos, los borra Dios de su corazón.
Solamente el Evangelio tiene la virtud de ponernos frente a nuestros delitos, no para abrumarnos, sino para recordarnos que Jesucristo los clavó en la Cruz Redentora, haciéndose pecado por nosotros. “…Canceló la nota de cargo que había contra nosotros, la de las prescripciones con sus cláusulas desfavorables, y la quitó de en medio clavándola en la Cruz...” (Col 2,14)
Alabado sea Jesucristo

(Tomás Cremades)

viernes, 26 de agosto de 2016

Anuncio Comienzo Catequesis 2016-2017

Queridos amigos: os anunciamos que el sábado 17 de Septiembre reiniciamos las catequesis sobre los Evangelios en nuestra Comunidad. Sabeis que es un Comunidad muy abierta por lo quen osm invitamos, especialmente a los residentes en Madrid a conocernos. Si alguien toca algún instrumento musical,excelente pues tenemos un coro mas que aceptable que incluso compone sus propios cantos.
Nos reunimos en la capilla de los Misioneros Combonianos C/ Arturo Soria 101 a las 18,00 horas.
Si alguien desea mas información puede ponerse en contacto con el P.Antonio Pavía...Mv 674 389 501
Un abrazo a todos

Para Ver vídeo de Presentación de la Comunidad pulsar en el siguiente enlace:

jueves, 25 de agosto de 2016

Mateo 24-42,51 (Carmen Pérez)

"Dichoso el  criado fiel y cuidadoso, a quien el amo encarga de dar a la servidumbre a sus horas la comida
Pues dichoso ese criado, si el amo al llegar, lo encuentra portándose así."

En otra ocasión nos dice, que "si amáis solo a los que os aman.. , qué mérito tenéis... eso lo hacen también los gentiles..."  Amar y servir a los que queremos lo hacemos todos .... pero a los que no queremos.., qué difícil...

Yo tengo que pensar: Señor, no me ama pero me necesita.... 

AYÚDAME SEÑOR PARA PENSAR ASÍ 


miércoles, 24 de agosto de 2016

Ser sinceros (por Carmen Pérez)

"Si volvéis a Él de todo corazón  y con toda el alma , siendo sinceros, Él volverá a vosotros y no os ocultará su rostro." Tb 13  (2-8).
Ser sinceros...somos pecadores .... reconocer nuestras faltas y pedirle que tenga misericordia. 
Y como el buen Samartino que es, nos curará de todas nuestras heridas las que  hemos recogido por el camino. Las que nos hicimos y las que nos han hecho... ya lo hizo en la cruz cuando dijo: perdónalos Padre.. no saben lo que hacen...

¡Demos gracias a Dios por su Amor!

(Carmen Pérez)

lunes, 22 de agosto de 2016

LIBRO DE LA SABIDURÍA 7.- JESUS, POBRE DE ESPÍRITU


Pastores según mi corazón (Hombres de Dios para el mundo) | Capítulo XVII Edit. San Pablo - Mi vida por mi rebaño

Mi vida por mi rebaño

El libro de los Hechos de los Apóstoles nos ofrece a lo largo de uno de sus pasajes (Hch 20,17-38), lo que no pocos grandes exegetas de la Escritura han considerado como el testimonio fidedigno de lo que constituye una relación genuinamente evangélica entre un pastor según Dios y el rebaño confiado.
En este pasaje Lucas nos relata la despedida de Pablo de la comunidad de los discípulos de Éfeso representada por sus presbíteros. Si bien su exposición está dirigida preferentemente a éstos, adivinamos a todos los cristianos de la ciudad como receptores de su exhortación. El tono, la desbordante afectividad de las palabras del apóstol, sobrecogen intensamente a todos los que las leemos sosegadamente. Es como si Pablo se despojase de su corazón con el vivo deseo de entregar a todos y cada uno de los discípulos que han abrazado la fe, la bellísima historia de amor y comunión que se ha creado entre ellos; digo creado porque un amor-comunión de esta índole solamente puede ser obra de Dios.
Pablo va desgranando su catequesis de despedida. Toda ella rezuma amor, pasión, solicitud, misericordia, preocupación, libertad… sí, libertad para amar entrañablemente a sus ovejas, y libertad también para entrar en obediencia al soplo del Espíritu Santo que le impulsa a otras tierras, otras patrias, para darse, con el Evangelio de su Señor, a las multitudes. Libre para abrirse a otras historias de amor, aquellas que sólo el Gran Poeta -Dios- es capaz de escribir. Hemos hablado también de solicitud, de preocupación por el rebaño. Tiene el suficiente discernimiento y experiencia para intuir que el rebaño va a ser envestido despiadadamente por las fuerzas del mal. Nos imaginamos al apóstol con sus ojos cargados de lágrimas y ensangrentada el alma al advertirles de estos peligros: “Yo sé que, después de mi partida, se introducirán entre vosotros lobos crueles que no perdonarán al rebaño…” (Hch 20,29).
Al hacernos eco de la amorosa cercanía de Pablo a su rebaño, así como de su sufrimiento y desvelo porque sabe que, precisamente por haber abrazado la fe, está expuesto a todo tipo de prueba y persecución, nos estremecemos al evaluar la enorme grandeza del corazón de este hombre. Es como si Dios, salvando la distancia, lo hubiese recreado a su medida. Tenemos razones para sustentar esta comparación. El corazón intransigente, rebosante de maldad del perseguidor (Hch 26,11), ha dado paso a otro corazón; éste extremadamente tierno que le lleva a fortalecer con su palabra a las ovejas más débiles del rebaño de Éfeso.
Hemos medido el corazón de Pablo a la altura del de Dios, por supuesto, en una comparación sumamente atrevida. Sin embargo, podemos apoyarla comprobando que esta profecía de Isaías acerca de Jesucristo, el Buen Pastor, se cumple también en él: “Como pastor pastorea su rebaño, recoge en sus brazos los corderillos -los más débiles-, en el seno los lleva, y trata con cuidado a las que van a dar a luz” (Is 40,11).
Por supuesto que no es el momento de desentrañar exhaustivamente la catequesis que el apóstol impartió a los presbíteros de Éfeso. Harían falta no uno sino varios libros para extraer la inescrutable riqueza que el Espíritu Santo puso en la boca de este pastor de Jesús. Sí creo conveniente detenerme en este pasaje que considero eje fundamental de toda su exposición: “Mirad que ahora yo, encadenado en el Espíritu, me dirijo a Jerusalén, sin saber lo que allí me sucederá; solamente sé que en cada ciudad el Espíritu Santo me testifica que me esperan prisiones y tribulaciones. Pero yo no considero mi vida digna de estima, con tal que termine mi carrera y cumpla el ministerio que he recibido del Señor Jesús, de dar testimonio del Evangelio de la gracia de Dios” (Hch 20,22-24).
 

Amado hasta el extremo

Si anteriormente me permití el atrevimiento de comparar el corazón de Pablo con el de su Señor, más atrevimiento, si cabe todavía, voy a necesitar para sumergirme en la belleza, tesoro inagotable, de estas palabras ¡tan llenas de Dios! Abordo esta empresa con el fin de hacer ver la grandeza de alma del apóstol. Puesto que son palabras -como he dicho- tan llenas de Dios, sólo desde Él me atrevo a partir con temor sagrado este Pan de Vida que el Espíritu Santo puso en su pluma. Repito, con temor sagrado, que es el principio de la Sabiduría (Pr 1,7).
Pablo se abre totalmente a los suyos. Su alma irradia con meridiano esplendor una confesión de fe, amor y confianza en Dios que embarga sobremanera tanto a los que entonces lo escucharon como a los que le seguimos escuchando a lo largo de la historia. En la misma línea de mis atrevimientos, afirmo que la confesión de este pastor llenó de orgullo a Aquel que Pedro llama el Mayoral, el Pastor de pastores (1P 5,4), el que tuvo la sabiduría y paciencia de formar su corazón. A este respecto hemos de decir que también el Gran Pastor llenó de orgullo y complacencia a su Padre, quien lo atestiguó públicamente: “Este es mi Hijo amado, en quien me complazco” (Mt 3,17b).
Podemos hablar de Jesucristo como modelador, formador del corazón de Pablo. Él es el Formador por excelencia porque lleva en sus entrañas “el arte de amar”. Efectivamente, sólo Él ama sin pedir currículo ni historias; sin mirar esos pasados de aquellos que, hasta que no son visitados por el perdón, lastran y socavan su alma. Jesús es Señor, por eso puede y sabe empezar de cero; cuando entabla relación con una persona y ésta se abre a ella, es como si le dijera: ¡ha llegado el momento de crearte un corazón nuevo!
Así es como Pablo se sintió: primero, encontrado; y después, vencido, amorosamente vencido por su Redentor quien, al llamarle, no le dijo ¿qué has hecho hasta ahora de tu vida?, sino: ¡vamos a rehacerla juntos! Mi Padre me envió para ser luz de los gentiles (Is 42,6), y Yo te envío a ti para que prolongues mi Luz entre ellos (Hch 26,16-17).
Una vez que estas palabras se posaron en su corazón, y dentro de los límites normales que todos tenemos, Pablo alcanzó a comprender, al menos en parte, el don gratuito -sin mérito alguno que le precediera, más bien todo lo contrario- que había recibido. Es por ello que considera que llevar a cabo la misión confiada por su Señor, se erige como la mayor y más completa realización personal que nunca jamás, ni en la más disparatada de sus imaginaciones, hubiese podido soñar; y menos aún, por inalcanzable, ambicionar.
Siente incluso la impotencia de poder agradecer a Jesús la misión recibida; es como si tuviese la impresión de que nunca vivirá lo suficiente para, como dice el salmista, “pagar al Señor el bien que le ha hecho” (Sl 116,12). En su amor incontenible por su Pastor y Señor, se deja llevar por su capacidad de asombro y se sumerge en un misterio, el suyo, el que está viviendo por el hecho de tener en sus labios el Evangelio de la Gracia por el que murió Jesús. Se sabe receptor de sus palabras, las de vida eterna que confieren al hombre su genuina y auténtica dimensión: ser hijo de Dios (Rm 8,14-17).
 

La verdadera autoestima

Vamos a jugar un poco con la imaginación e intentaremos adivinar los pensamientos que, más de una vez, navegaron por el corazón y la mente de Pablo al recordar su antes y después de su encuentro con Jesucristo. Se acordaría de su vida, la que tenía tan sistemáticamente estructurada, asentada sobre la arena, antes de conocer la Roca (Mt 7,24…). Algo de esto nos dio a conocer en su confesión a los filipenses (Flp 3,4…). Mirándola de lejos, es decir, desde el Señor Jesús que es ahora su vida (Flp 1,20), le parece insultantemente ridícula.
Ha recibido de Jesucristo un tesoro de incalculable valor, un corazón de pastor semejante al suyo que le impele a cargar sobre sus espaldas las vejaciones, debilidades y abatimientos de sus rebaños, el de Éfeso y el de tantos otros pastoreados por él. Sus ojos de pastor ven a multitud de hombres dispersos saltando intermitentemente de sus pequeñas vidas a otras, por falta de pastores que les anuncien y ofrezcan la Vida. Su mirada se posa sobre estas ingentes muchedumbres sin ninguna censura condenatoria; por el contrario, desborda compasión entrañable, como la de su Pastor: “Jesús recorría todas las ciudades y aldeas… Y al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban vejados y abatidos como ovejas que no tienen pastor” (Mt 9,35-36).
El amor misericordioso que fluye del corazón del Hijo de Dios, se ha hecho manantial en el suyo, lo que le lleva a proclamar ante el rebaño de Éfeso que no se arredra ante las prisiones y persecuciones que el Espíritu Santo le ha testificado que le esperan. No hay duda de que en su balanza de valores y prioridades pesa mucho más la realización del ministerio recibido que su propia vida. De ahí que diga de ella que “no es digna de estima”.
Quizá hoy día esto suene un poco raro dada la cantidad de cursos, libros, terapias, que potencian la autoestima. Nada que decir acerca de todas estas iniciativas. Pero en el caso de Pablo entendemos que está proyectando su autoestima hacia el infinito al catapultar su vida hacia la órbita de la causa del Hijo de Dios, como leemos en los Hechos de los Apóstoles (Hch 15,26). Nuestro querido amigo y padre en la fe, como tantos otros pastores, ha desestimado su vida a causa del Evangelio en el que cree. En su confesión de fe, en realidad se desnuda de todo ropaje de esplendor, honor y gloria, con el que todos pretendemos impresionar a todos. Al despojarse de estas vestimentas -hábitat privilegiado de todo tipo de polillas y roedores- comprueba, entrañablemente agradecido, que el Evangelio por el que ha desestimado su vida, se convierte en su vestido radiante, anticipo de su transfiguración gloriosa, herencia que le da su Señor (Flp 3,21).
Arropado por el Evangelio de Jesús, se enfrenta con toda vehemencia a todo aquello que no es Dios ni su gloria en el seno de las comunidades. En sus desencuentros y enfrentamientos, -que no fueron pocos- al igual que David en su combate con Goliat, prescinde de toda arma comúnmente usada en combate (1S 17,38-39). Siguiendo el paralelismo con David, las armas que podría usar Pablo serían la mentira, servirse de influencias, apoyarse en grupos de presión, manipulaciones…, nada de eso le sirve; tiene suficiente, y volvemos a remitirnos a David, con su Piedra angular -Jesucristo- a quien lleva envuelto en la honda del Evangelio.
Así, abrazado al Evangelio, al que amó con todo su corazón, con toda su alma y con todas sus fuerzas, se lanzó al mundo sabiendo que podía ofrecerle el don inherente a su misión: la Palabra de la Vida (Flp 2,16). Lo hace sin pretensiones, sin prepotencia; sabe, tiene asumido -no desde la ascesis sino desde la Sabiduría del Evangelio que anuncia- que Dios ha asignado a los apóstoles el último lugar: “Porque pienso que a nosotros, los apóstoles, Dios nos ha asignado el último lugar…” (1Co 4,9).
No se avergüenza de este puesto ínfimo al que ha sido confinado por su condición de apóstol; está incluso contento ya que es el que ocupó su Señor. Sabe que la gloria de Dios que reposaba en el Lugar Santo -Templo de Jerusalén- se trasladó hacia el Calvario donde yacía el Crucificado, quien se llenó de la gloria de la resurrección. Es su lugar, no espera su glorificación ni su resurrección como algo del futuro. Ya lo está viviendo. Así lo testifica, como podemos comprobar, en su exhortación a los cristianos de Colosas: “Así pues, si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba…” (Col 3,1). Por su comunión con Jesucristo se sabe ya crucificado por Él y en Él. En definitiva, se reconoce portador de la gloria de Dios aunque sea en primicias (2Co 3,18).
No, no está atentando Pablo contra su vida cuando proclama solemnemente a su rebaño de Éfeso que la desestima a causa de la misión recibida. Simplemente está confesando que tiene sus ojos puestos en “el Evangelio de la gloria de Dios que se le ha confiado” (1Tm 1,11). No, no está desestimando su vida…, todo lo contrario… ¡Nunca jamás un hombre se amó tanto a sí mismo!

Pastores segun mi corazón (Hombres de Dios para el mundo).-Edit. San Pablo .- Capítulo XVI - Caminando Juntos


XVI - Caminando juntos

Uno de los métodos aceptados por la Iglesia en su servicio de interpretación de las Escrituras y usado con frecuencia por los exegetas es el llamado método alegórico, que es válido siempre que el núcleo catequético contenido en los textos bíblicos no sea desvirtuado. Teniendo en cuenta esto, vamos a servirnos de la alegoría para presentar toda una serie de rasgos comunes que encontramos en el ofrecimiento que hace Abrahám de Isaac y el del Padre que ofrece, entrega, a su Hijo al mundo. El telón de fondo que se adivina en las figuras Abrahám-Isaac, se abre en toda su plenitud en Dios y su Hijo. Telón que tiene un nombre: la salvación de la humanidad.

Viajamos en el tiempo, y nos encontramos con Abrahám que camina con su hijo hacia el monte, señalado por Yahvé, en el que va a ser ofrecido en holocausto (Gé 22,1…).Nos imaginamos a los dos unidos estrechamente como si ambos compartiesen corazón y voluntad. Padre e hijo saben lo que están haciendo, sobran explicaciones. A Isaac le es suficiente la experiencia que tiene de su padre y que se resume en dos palabras: amor y gratitud. Quizá este caminar lado a lado fue lo que siglos más tarde inspiró al salmista esta bellísima plegaria que, por supuesto, alcanza su plenitud en el Mesías: “Aunque camine por valle de tinieblas, ningún mal temeré, porque tú vas conmigo” (Sl 23,4).

Intuía que la muerte no iba a tener la última palabra, intuición que se ve reforzada cuando su padre dice a los sirvientes que le acompañaban: “Quedaos aquí con el asno. Yo y el muchacho iremos hasta allí, haremos adoración y volveremos donde vosotros”. “Volveré a veros y se alegrará vuestro corazón”-dijo Jesús a sus discípulos cuando su muerte había sido decidida (Jn 16,22). Ya con anterioridad les había comunicado que aun cuando sería entregado a la muerte, se levantaría sobre ella, resucitaría: “Comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que él debía ir a Jerusalén y sufrir mucho de parte de los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, y ser matado y resucitar al tercer día (Mt 16,21). Al tercer día, acabamos de escuchar… “al tercer día levantó Abrahám los ojos y vio el lugar –del sacrificio- a lo lejos…”

Sondeamos ahora uno de los aspectos catequéticos más profundos y entrañables que nos ofrece el diálogo que cruzan Abrahám y su hijo en su camino hacia el monte donde se va a realizar el sacrificio. Nos dice el autor que ambos, padre e hijo, “caminaban juntos”. La   piedra-altar donde Isaac -que carga sobre sus espaldas la leña- va a ofrecer su vida, está ya a la vista; es entonces cuando su voz se eleva majestuosamente por encima del desenlace trágico que parece inminente: ¡Padre!

¿Qué movimiento del alma, qué estremecimiento sacudió violentamente las entrañas de Abrahám al oírse llamar por su hijo? Nos lo imaginamos; sólo eso. De la misma forma que sólo nos es posible imaginar el estremecimiento del corazón del Padre al ver al Hijo caminar con la cruz hacia el Calvario. ¿Dónde está el cordero para el holocausto? -pregunta Isaac a su padre. ¡Dios proveerá! -responde éste. “Y siguieron caminando los dos juntos”. Por dos veces en este mismo pasaje, repleto de fe, amor, confianza, dolor, angustia, aflicción, nos dice el autor del Génesis que caminaban juntos.

Mi Padre está conmigo

A la luz de la experiencia de Abrahám e Isaac, acercamos nuestra alma al testimonio de Jesús quien, sobreponiéndose al cúmulo de humillaciones, desprecios y burlas que ya se ciernen sobre Él y que alcanzarán su punto culminante en su muerte de cruz como si fuera un maldito (Gá 3,13), proclama con serena majestad: “El que me ha enviado está conmigo: no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada a él” (Jn 8,29).  No es simplemente estar juntos como Abrahám e Isaac. La experiencia-realidad de Jesús alcanza la plenitud de la comunión con el que le envía. Oigamos lo que dice a sus discípulos: “Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí” (Jn 14,11).

Jesús sabe que está llevando a su pleno cumplimiento toda la Escritura (Mt 5,17); por lo tanto, también la figura de Isaac en todas sus dimensiones: su relación con su padre, su caminar juntos a lo largo de la misión confiada, la prodigiosa intervención de la Voz de lo alto mostrando a Abrahám un cordero para el sacrificio. Jesús no espera ningún cordero que le sustituya en la cruz; sabe que ¡Él es el Cordero que carga con el pecado del mundo! (Jn 1,29).

Sin embargo, el “¡Dios proveerá!” que Abrahám anunció a su hijo Isaac, resuena en Él con toda la fuerza y convicción que emanan del amor y la confianza que tiene en su Padre. Sólo así se entiende el enlace que hace con el anciano patriarca ante los judíos que se resistían a creer en Él: “Vuestro padre Abrahám se regocijó pensando en ver mi Día; lo vio y se alegró” (Jn 8,56).

El gozo de Abrahám viendo a lo lejos la resurrección del Hijo de Dios, de esto es de lo que está hablando Jesús. Su Día no es otro que el día de Yahvé por excelencia, día en el que realizó la obra que está por encima de todas las obras, la maravilla de las maravillas. Tal y como nos anuncian los santos Padres de la Iglesia: el Día de la resurrección del Señor. Día que absorbe, hasta anularla por completo, “la hora del poder de las tinieblas” (Lc 22,53).

Es el día Santo y Glorioso en el que Dios Padre levantó a su Hijo del sepulcro, abriendo así la vida eterna a toda la humanidad; el día en que sus discípulos -los de entonces  y los de todos los tiempos- han venido a saber que era verdad que el Padre “dio al Hijo tener vida en sí mismo” (Jn 5,26). Es el Día de los días, en el que podríamos decir que Dios se esmeró hasta el extremo en su amor por el hombre. Día, en fin, anunciado y profetizado por el salmista con toda clase de epítetos que rivalizan en esplendor. “…Ésta ha sido la obra de Yahvé, una maravilla a nuestros ojos. ¡Este es el día que Yhavé ha hecho, exultemos y gocémonos en él! ¡Yahvé nos da la salvación! ¡Yahvé nos da la victoria!…” (Sl 118,23-25).

La muerte ha sido absorbida por la victoria -cantaban los primeros cristianos en sus liturgias al celebrar la resurrección del Señor. La hora del príncipe de este mundo ha sido absorbida por el Día de Yahvé, convertido ahora en el Día de su Hijo, aquel que Abrahám vio a lo lejos con los ojos de su alma provocando su exultación.

Jesús, el Pastor por excelencia, da su vida por sus ovejas sin separarse de su Padre. Al igual que Abrahám con Isaac, ambos caminaron juntos a lo largo de la misión. Lo que ahora nos llena de sorpresa y colma de gozo es ver que el Hijo de Dios pasa el paralelismo que ha vivido con el Padre respecto a Abrahám e Isaac, a sus discípulos, aquellos que han de pastorear el mundo entero con su Evangelio, al que Pablo llama “fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree” (Rm 1,16).

No les envía a anunciar el Evangelio por su cuenta y riesgo, menos aún como obra suya y personal. No, Él está con ellos en su misión, nunca les dejará solos, como el Padre nunca le dejó a Él. Así se lo hace saber cuando les envía por el mundo entero. “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 19-20). El yo estaré con vosotros no es sólo una garantía de seguridad, sino -y por encima de todo- garantía de que serán pastores según su corazón.

A vuestro lado estoy

Id, yo os envío, al tiempo que estoy con vosotros. Seré un solo corazón con el de cada uno de mis pastores, a lo largo de los siglos. Nada de lo que les suceda me será extraño, eso es lo que yo viví en mi propia carne. Si yo pude llevar a cabo mi misión fue porque mi Padre no se separó de mí ni yo de Él. Mis pastores tampoco estarán solos: yo estaré con ellos, no les abandonaré al poder de “la hora de las tinieblas”. Participarán de mi Día, el que vio Abrahám a lo lejos, el que creó mi Padre cuando invadió con su luz las estrechas y gélidas paredes del sepulcro. ¡No temáis, pastores míos, yo estoy con vosotros! Vuestra vida es sumamente preciosa a mis ojos, al igual que la mía lo fue a los ojos de mi Padre (Sl 72,14).

El Hijo de Dios está con -de parte de- los suyos, de sus discípulos-pastores, por el hecho de que comparten con Él causa y misión. Él y sus pastores, a los que envía por todo el mundo con el Evangelio de la gracia (Hch 20,24), son un solo corazón; en su interior arde un mismo fuego: el firme y decidido deseo de que “todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1Tm 2,4). 

Es por ello que los pastores -así sellados por el Amor de Dios- no tienen patria fija, ni moldes, ni sistema que les aten o coarten. Han nacido del espíritu, cuyo soplo nadie puede controlar (Jn 3,8). Justamente porque ellos mismos son los primeros que han renunciado a controlar el soplo de Dios –al contrario de los “sabios e inteligentes” (Mt 11,25)-, se dejan moldear y amar por su Pastor a imagen suya. Conocen la libertad de tener bastante con Dios, de ahí que su patria sea hoy una y mañana otra. Comparten con sus ovejas el Evangelio que han recibido, por eso son maestros en saber estar con los hombres.

Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo -les había dicho el Señor resucitado. Estos hombres, tan débiles para creer y sostenerse ante su muerte, recibieron la fuerza de estas palabras-promesas. Acogieron y creyeron. A partir de entonces fueron con el tesoro del Evangelio, que gratuitamente acababan de recibir, al encuentro de sus hermanos. Les esperaba un pueblo hostil. Bien pronto se acostumbraron al hecho de que el mundo entero es hostil al Evangelio. Mientras dios no sea más que un becerro de oro que el hombre pueda llevar a su antojo (Éx 32,1 ss.), nunca habrá problema ni hostilidad. Pero si es el Dios del Evangelio, el que da la Vida, descolocando por completo la minúscula vida levantada con tanto esfuerzo y dedicación, entonces sí, acontece el rechazo.

Bien sabían esto los apóstoles, los primeros pastores de Jesús. También ellos habían pasado por el seguimiento a Jesús sin renunciar al control de su pequeña vida, lo que les llevó al abandono en la noche del Huerto de los Olivos. Noche en que unas traiciones se sucedieron a otras. Ahora, enviados por el Resucitado y con la garantía de estar junto a Él, llenaron toda Jerusalén de su Evangelio, como bien les dijeron en forma acusatoria los acianos del Sanedrín (Hch 5,27-28).

No se arredraron; les quemaba demasiado el Evangelio de Jesús como para colocarlo como reliquia en un documento  fundacional o en un museo. Continuaron, pues, dando testimonio público del Señor Jesús y su Evangelio, por lo que la persecución se hizo cada vez más apremiante. Así hasta que uno de los doctores de la ley –Gamaliel- llamó la atención de todo el Sanedrín con esta advertencia: ¡Cuidado con lo que estamos haciendo! Si la obra que estos hombres están llevando a cabo es de Dios, “no conseguiréis destruirles. A ver si es que os encontráis luchando contra Dios” (Hch 5,39).
Parece como si les estuviera recordando el drama de los ejércitos de Egipto que, al salir en persecución de Israel, se vieron arrollados por las aguas del mar Rojo. Ante la furia de las aguas gritaron aterrados: “Huyamos ante Israel, porque Yahvé pelea por ellos” (Éx 14,25). ¡Cuidado! –les dice Gamaliel– porque algo me dice que Dios está con ellos. Acertó. Por supuesto que estos sabios del Sanedrín, tan inteligentes ellos, no le  hicieron mayor caso. Por su parte, los apóstoles vieron cumplidas las palabras de Jesús: Yo estaré con vosotros, caminaremos juntos.   

Toques del Alma 213

Aunque parezca una irreverencia, podríamos decir que el Evangelio es la media naranja del alma.

Toques del Alma 215

En su afán por huir de Dios, el hombre abdica de su divinidad y se refugia en lo que él llama su vida; menos mal que Dios no abdica del hombre y sigue siendo Emmanuel a su encuentro.

Toques del Alma 214

Cuando el Evangelio se convierte para un hombre en el libro de su vida, descubre que nada hay de más natural que estar con Dios permanentemente.

sábado, 20 de agosto de 2016

Haced lo que Él os diga (Tomás Cremades)

“…Haced lo que Él os diga…” (Jn 2,5)
¡Cuántas veces le decimos al Señor lo que tiene que hacer…! ¡Claro nos creemos más listos…! No, no es eso; es peor aún. Es que pensamos que no nos oye, o que no se interesa de nuestros pequeños – grandes- problemas. Y por eso le tenemos que decir lo que tiene que hacer.
Hay varios ejemplos en la Escritura. No preocuparse, no somos originales, a pesar de que hayan pasado más de dos mil años…no somos originales.
¡Señor, dile a mi hermana que me ayude…! Marta, Marta, te preocupas de muchas cosas y una sola es necesaria. Ella ha elegido la mejor parte, y no le será quitada…” (Lc 10, 38-42)
“…Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia…” Él le contestó: “Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros?...” (Lc12, 13-21)
“Señor, si eres tú, mándame ir a ti caminando sobre las aguas…” ¡Ven!, le dijo. Bajó Pedro de la barca y se puso a caminar sobre las aguas, yendo hacia Jesús. Pero viendo la violencia del viento, le entró miedo, y como comenzara a hundirse, gritó:  “¡ Señor, sálvame!...” (Mt 14, 27-31)
Así somos, le decimos lo que tiene que hacer. Y lo peor es que parece que al Señor eso no le agrada, a tenor de las contestaciones que nos da.
Imitemos a la Virgen María: “…Haced lo que Él os diga…” (Jn 2, 5) que nos cuenta el Evangelio de las “bodas de Caná”. Ella simplemente presentó a su Hijo el problema: “...No tienen vino…”. No tuvo que decirle lo que tenía que hacer. Imitemos a María en todo, pero en este caso que nos ocupa, imitémosla en la forma de acercarnos a Él. De sobra sabe el Señor lo que nos hace falta; “Pedid y se os dará…”nos dirá Jesús.
Pero ¿sabemos pedir, y qué pedir? Dice Jesús: “…si vosotros, que sois malos sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, cuánto más el Padre del Cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan…” (Lc 11,13)
Por tanto, en vez de decir al Señor lo que tiene que hacer por nosotros, digamos como María, y pidamos el Espíritu Santo. Es la sabiduría de los que queremos ser sus discípulos.
 
Alabado sea Jesucristo

¿QUIEN ERES SEÑOR? para el Evangelio del Domingo 21 de Agosto de 2016)

"El Señor conoce a los que son suyos" dice el Apóstol Pablo a Timoteo ( 2 Tm  2,19).
En el juicio final algunos se extrañarán de encontrar las puertas del Cielo cerradas y gritarán: ¡Señor, hemos comido y bebido contigo y hemos oído tu Evangelio muchas veces..! Entonces Jesús les responderá: la verdad es que no sé quienes sois porque no disteis valor alguno a mi comida y bebida y respecto a mi Palabra que decís que tanto escuchasteis, de nada os sirvió porque nunca la acogisteis en vuestro corazón y por eso nunca os pudisteis convertir. Por eso os digo... ¡No os conozco!

www.comunidadmariamadreapostoles.com

Él nos hizo...

Sabed que el Señor es Dios: que Él nos hizo y somos suyos. Su pueblo y ovejas de su rebaño. (Salmo 99).

Como a la oveja perdida, Él nos busca hasta encontrarnos y nos coje en brazos, nos lleva con infinita paciencia.... porque no nos dejamos. Nos resistimos...
Y Él con infinito amor nos va atrayendo, con sus palabras, y cuando comprendemos que no hay nada que se pueda comparar a su amor, nos dejamos guiar por Él cuando nos parte la palabra, y como a los dos de Emaús, hace que arda nuestro corazón... y eso pasa .... lo he experimentado.

¡Bendito sea Dios que nos quiere así!

(Carmen Pérez)

viernes, 19 de agosto de 2016

Poemas II.- La Huella de tu abrazo.-(por Olga Alonso)


Entonces les fueron abiertos los ojos y le reconocieron; pero El desapareció de la presencia de ellos. Y se dijeron el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón dentro de nosotros mientras nos hablaba en el camino, cuando nos abría las Escrituras?


 Lc 24, 31-32


 
LA HUELLA DE TU ABRAZO


 Venir de Ti


Decía Jesucristo que venía de Ti
………..Y yo también vengo de Ti
Y lo sé porque siento la huella de tu primer abrazo en mi alma
que tomó tu forma desde entonces
y aprendió a escuchar tus palabras
y a vivir envuelta en ellas


¿A dónde mirar sin encontrarte?
¿A qué aspirar si no es a sentirte?
¿Dónde descansar si no es en tu Paz?
¿Cómo vivir, sin desesperar, si no es en tu espera?


 ¡Hasta qué punto conocías nuestro cansancio!
Que sólo hay palabras en tu Evangelio
para prometernos, para asegurarnos, para derramar
toda tu dulzura en este desierto.

¡Cómo sabes de nuestra infidelidad!
que vienes al mundo incansablemente
para que no podamos olvidarte
y grabas tu paso por nuestro alma
como se graba la huella de un pié en la arena
recién bañada por el agua del inmenso mar:

Grábame como un sello sobre tu corazón,
como un sello sobre tu brazo
(Cantares 8:6)

miércoles, 17 de agosto de 2016

Amemos la Liturgia: 2.La importancia de la “venia” (Tomás Cremades) (No se publica)

La importancia de la “venia”
En el ámbito jurídico la venia se utiliza con frecuencia. En general, se puede asimilar a “dar permiso”. Durante un juicio, un abogado tiene que pedir permiso al Juez para hablar y lo hace pidiendo la venia (la conocida frase de “Con su venia, Señoría…”).
Pero en la liturgia de la Iglesia Católica, hay un momento en que los fieles solicitan también “la venia”. 
Cuando una persona, un fiel que asiste a la celebración de la Eucaristía, es revestido del honor de realizar las lecturas de la Misa, y se acerca al Ambón, que es el sitio preparado para proclamar la Palabra de Dios, no el Evangelio, sólo reservado a presbíteros y diáconos, sino las Lecturas de la Misa, muchas de las veces se observa que no sabe cómo hacer a su llegada. 
Unos se acercan tranquilamente, se colocan las gafas de leer y comienzan la lectura.
Otros, algo más cuidadosos, hacen una reverencia al altar, lugar donde se celebran los Misterios. Hay quien se dirige al lugar reservado al Santísimo. Por último los hay que hacen una leve inclinación con la cabeza hacia el presbítero.
Eso es lo correcto. ¿Por qué? El Presbítero representa a Jesucristo, Único y Eterno Sacerdote de Dios. Y se solicita “la venia”, el permiso, para proclamar las Palabras santas de las lecturas, reveladas por el mismo Dios.
Alabado sea Jesucristo

lunes, 15 de agosto de 2016

Los buenos frutos (por Carmen Pérez)

San Mateo 7,15-20
El Señor dice en este evangelio que por los frutos los conoceréis...¿acaso se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos? 
Un árbol sano no da frutos malos ni un árbol enfermo frutos buenos.

Señor Jesús, Tú eres mi maestro y deseo dar buenos frutos como discípulo tuyo ....yo sé que no puedo nada sin tí, dáme un poco de tu espíritu ... y saber que el discípulo no es más que el maestro. Si a tí te persiguieron, te humillaron , te traicionaron.., tengo que estar dispuesta yo también... ¡Señor, ayúdame a estar dispuesta a todo!

Poemas II.-Mi pastor (por Olga Alonso)

Jesús vio venir hacía sí a Natanael, y dijo de él: He aquí un verdadero israelita, en el cual no hay engaño.  Le dice Natanael: ¿De dónde me conoces? Respondió Jesús, y le dijo: Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera te vi. 


Jn 1,47-48


MI PASTOR


 Así seguiré yo el rastro de mis ovejas………


El Yo no te veía,
perdida en la ceguera de las vanidades

pero tú acechabas en silencio y observabas…


 Con esa discreción que solo tienes Tú,
 que podrías borrar nuestra vida con un soplo

y,  sin embargo, esperas paciente a que una de nuestras miradas
se deposite sobre Ti.


……Y las libraré sacándolas de todos los lugares donde se desperdigaron un día de oscuridad y nubarrones………..


Pero un día, el aire comenzó a quemar mi garganta

y la tierra reseca de mi espíritu se quejó desde las entrañas


porque mi vida no valía nada


Y fue entonces, cuando mi mirada perdida, se encontró contigo, porque Tú estabas allí


 ……..Yo mismo apacentaré a mis ovejas, yo mismo las haré sestear


Y me llamaste por mi nombre


Y me invitaste a entrar en tu descanso


Y yo tenía miedo, pero Tú fuiste calmando mi alma, 


poco a poco, acercándote despacio, para no asustarme.


……..Buscaré a las ovejas perdidas, recogeré a las descarriadas, vendaré a las heridas, curaré a las enfermas.


 Y me devolviste a la Tierra que diste a mis Padres


Y me mostraste la herencia que tenías preparada para mí


y bendijiste mi corazón con tu mano


y desde entonces …


camino, siguiendo tu estela


Mi pastor.


Sólo en Dios descansa mi alma,
porque de él viene mi salvación;
sólo él es mi roca y mi salvación,
mi alcázar: no vacilaré.



 Salmo 61,2-3


 

sábado, 13 de agosto de 2016

Desde tu morada (del Salmo 103)

Desde tu morada riegas los montes, y la tierra se sacia de tu acción fecunda; 
Se llenan de savia los árboles del Señor, los cedros del Libano que Él plantó.

Nos riega con su palabra y nos hace llegar a ser cedros del Líbano,  llenos de hojas medicinales, y a su sombra se refugian los que necesitan ser curados por el Señor.
Y generación tras generación  envías tu Espiritu Santo y los creas y repueblas la faz de la tierra.

¡Bendice alma mía al Señor!

(Por Carmen Pérez)

¿ QUIEN ERES SEÑOR? Hch 9,5 (para el Evangelio del Lunes 15 de Agostode 2016)

Decir Sí a Dios, no es cuestión de sentimentalismos ni de fervores tan emocionales como pasajeros. Decir Sí a Dios, es decir Sí a su Palabra desde un amor profundo que brota del alma y que tiene la fragancia de la fidelidad. 
Es un decir Sí tembloroso, al Evangelio, que nos sobrepasa por completo, confiados en el Señor Jesús que nos lo propone. A éstos, el mismo Jesús les llama Bienaventurados, y ya sabemos quien fue y es la primera Bienaventurada...ella, la primera que dijo Sí a la Palabra... María. Ella es la Madre de todos los Bienaventurados.


Amemos la Liturgia: 1.El Artículo indeterminado (por Tomás Cremades)

El artículo indeterminado
Cuando recitamos el Gloria, decimos:”…Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén” Es lo correcto.

Pero hay muchas personas que lo dicen así: “…Como era en un principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén”
Y este artículo indeterminado - un – es lo incorrecto. Me explicaré: Sólo hubo un principio; lo dice la Escritura:
En el principio creó Dios el cielo y la tierra (Gen 1,1). Terminada la Creación, en el capítulo 2 del Génesis dice textualmente: “Esos fueron los orígenes del cielo y de la tierra cuando fueron creados” (Gen 2,4)
En el Prólogo del Evangelio de san Juan se dice“En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios y la Palabra era Dios” (Jn 1, 1)
San Pablo, en la Carta a los Colosenses, en la Parte Dogmática dice: “…Él – Jesucristo -, es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos…” (Col 1 18)
Y por último, en la carta a los Hebreos, se dice: “…En estos últimos tiempos nos ha hablado – Dios -, por medio de su Hijo, a quien instituyó heredero de todo, por quien también hizo el universo… (Hb 1,2-3)
Queda claro, pues, que se debe decir en ELprincipio, y NO en un principio. Afirmamos que Dios creó, y no hubo diferentes inicios, principio o comienzos sino uno solo.
 
Alabado sea Jesucristo.

jueves, 11 de agosto de 2016

El Cielo y el infierno ya comienzan aquí (Tomás Cremades)

 El Cielo y el infierno no comienzan cuando uno muere. Ya en la tierra podemos disfrutar del Cielo, o padecer los tormentos del infierno., quizá en modo “reducido”.
De hecho, hay muchas ocasiones en las que por circunstancias de la vida, ésta se nos vuelve un Cielo  o un infierno. O lo que es peor, procuramos a los demás, una vida llena de cielo o de infierno.
En la catequesis del Padrenuestro, el Señor nos enseña la oración más bella salida de sus labios. Y en uno de los versículos dice: "... ¡Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el Cielo...!
Si meditamos un poco esto, podríamos deducir que en el Cielo es donde ¡seguro!, se cumple la voluntad de Dios. Y en este orden de cosas podemos deducir que donde se cumple la voluntad de Dios, ahí está el Cielo.
Por ello, cumpliendo la Voluntad de Dios, comenzamos a tener ya “un trocito del Cielo” en la tierra. 
Intentemos que la vida nuestra y la que procuramos a nuestros hermanos sea ese” trocito” de Cielo.
 

lunes, 8 de agosto de 2016

El Señor te guarda (Carmen Pérez)

"El Señor te guarda de todo mal, Él guarda tu alma.
El señor guarda tus entradas y salidas, ahora y por siempre.." (Salmo 120)

Señor, Tú estás conmigo cuando me acerco, o cuando me alejo de Tí, que paz da saber que siempre estás conmigo y me acojes siempre, todo sucede para bien de los que te buscan.

BENDITO SEAS SEÑOR

domingo, 7 de agosto de 2016

Reconocer al enemigo

La primera acción a cumplir para lograr la victoria y alcanzar la paz, es focalizar y “destapar” quién  es verdaderamente nuestro enemigo, para poder combatirlo y vencerlo con eficaces armas. 
El enemigo de la persona, es invisible a los ojos físicos, (no a los del corazón) pero sus resultados y consecuencias lo hacen aflorar.
Este enemigo, solapado y múltiple, lo encontramos focalizado en los “espíritus del mal”, inmateriales, pero tan reales como existentes; que liderados por el Maestro de la Mentira, Lucifer, consiguen su fin destructor y logran descentrar a hombres y mujeres, alcanzando su propósito: negar a Dios, negar su Palabra encarnada en su propio Hijo Jesucristo, nuestro Señor, (que ya lo reconocieron como “el santo de Dios”) y seducir a las personas de mil maneras. Y así consigue deformar, desvirtuar y trastocar los intelectos de las personas, endureciendo sus corazones por egoísmoautosuficiencia o idolatría. 
Y en consecuencia, cultivan unos pensamientos, toman actitudes y asumen comportamientos desviados y perversos, hasta el punto de lograr que la persona olvide su propia procedencia y pierda su identidad completa, formada de cuerpo y alma; y olvidar también el grado de dignidad tan elevado que posee, precisamente por su origen a “imagen y semejanza de Dios”.
Y así se destruye la persona a sí misma.
El influjo del maligno es fuerte y su mayor éxito es conseguir que la persona crea que no existe
El maligno consigue situar a muchos, incluso creyentes, en permanente e inoperante estado de tibieza. 
Ya Jesús, en la oración a Dios-Padre, le ruega…”nos libre del maligno” (en versión original). A partir del el año 75 d. C., el Apóstol  Pablo de Tarso, los define, nos previene y ofrecadecuadas armas para combatirlos. Leer o releer su carta a los Efesios, capitulo 6 versículos del 10 al 17.    
Tres Cantos a 29 de Julio del 2016 . Manuel ArmenterosMartos. NIF 30785144 N.