miércoles, 30 de noviembre de 2016

SOMOS LLAMADOS (por Mari Pili)



Jesús nos llama a la conversión, y nos llama hoy. Nos dice el Evangelio que Jesús llamó a Pedro y su hermano Andrés y les dijo: “Venid y seguidme y os haré pescadores de hombres. Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron”Igual hizo conSantiago y Juan que estaban repasando las redes con su padre Zebedeo, y también inmediatamente dejaron la barca y lo siguieron.
    Jesús los llamó, y sus respuestas no fueron:  ya iremos  más adelante, que ahora estamos muy atareados y tenemos muchas cosas que hacer”. Jesús dijo: “Ojalá escuchéis hoy mi voz”. Hicieron lo que Jesús nos pide. No lo dejemos para mañana; Dios nos llama hoy; nos llama a la conversión hoy; quiere dárnoslo todo hoy; no sea que mañana sea demasiado tarde.
    Debemos acudir a su llamada de inmediato, y no dejarlo para más adelante porque por ese camino nunca nos convertiremos. ¿Por qué dejar para más tarde lo que sabemos que es bueno para este momento?
    Somos llamados y enviados, y no deberíamos de tener miedo porque Él llama a los más discapacitados para que se manifieste la Gloria de Dios, su Espíritu no deja sólo a nadie y pone sus Palabras en nuestra boca para que a toda la tierra alcance su Pregón”.
    Dice el Señor: “No me elegisteis vosotros a mí, sino yo a vosotros; y os he designado para que deis fruto y vuestro fruto permanezca, a fin de que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda. (Juan 15, 1-17)
  Señor concédeme la sabiduría de los apóstoles y siga su ejemplo, que al oír la voz del Señor lo dejaron todo y te siguieron.
 
 
 
 

Me gloriaré en Dios mi Salvador (por Paloma Sebastián)




¡Qué dichosos son los que viven en tu casa alabándote siempre! (Del salmo 83).

Mientras vivimos en la tierra , tristezas y alegrías se alternan a lo largo de nuestra existencia.
 Los discípulos de Jesús tenemos siempre los ojos puestos en Él y alabamos a Dios en todo momento, también en medio del dolor porque Dios es Bueno, es el sumo Bien, nuestra Alegría y Esperanza.
"Aunque la higuera no echa yemas y las viñas no tienen fruto, aunque el olivo olvida su aceituna y los campos no dan cosechas, aunque se acaban las ovejas del redil y no quedan  vacas en el establo, me gloriaré en Dios mi Salvador" Ha

lunes, 28 de noviembre de 2016

AMAR LA EUCARISTÍA.- HISTORIA.- Capítulo 5

 (del libro Historia del Santísimo Sacramento.- Autor D. Francisco Menchén)
Los Padres de la Iglesia nos van aa dar su opinión acerca de la Eucaristía:
San Irineo
Fue discípulo de San Policarpo que a su vez fue discípulo de San Juan, vivió entre los años 130 a 202, destaca su obra “Contra las herejías” donde nos da una serie de informaciones interesantes:
-“Tomó el pan que es algo de la creación, y dio gracias diciendo: este es mi cuerpo, Y de la misma manera afirmó que el cáliz, es de nuestra creación terrena, era su sangre: y enseñó la nueva oblación del Nuevo Testamento, la cual, recibiéndola de los Apóstoles, la Iglesia, ofrece en todo el mundo a Dios, que nos da los alimentos, primicias de sus dones en el Nuevo Testamento; a cerca de lo cual Malaquías, uno los doce profetas (menores), profetizó así; en efecto, el mío no está hacia vosotros dice el Señor Omnipotente. Y no aceptaré de vuestras manos sacrificio. Porque desde el levante a poniente es glorificado mi nombre entre las gentes y en todo lugar hay incienso a mi nombre y un sacrificio puro, pues grande es mi nombre entre las naciones dice el Señor omnipotente.”
-“Como pues, les constará que es pan, en el que han sido dadas las gracias, es el cuerpo de su Señor, y el cáliz de su sangre, si no dicen que es hijo del hacedor del mundo, estos es, su Verbo,”
-“ Pero si ésta (la carne) no se salva, entonces ni el Señor nos ha redimido con su sangre, ni el cáliz de la Eucaristía es la participación de su sangre, ni el pan quepartimos es participación de su cuerpo”,
- “Cuando, pues, el cáliz mezclado (el vino con agua) y el que ha llegado a ser pan reciben el verbo de Dios y se hacen Eucaristía, cuerpo de Cristo”. Es decir aquí claramente nos está hablando de la consagración.
Tertuliano.
Vivió desde el 160 al 220, fue un gran apologista que abrazó después el montanismo pero que dejó una serie de escritos que tuvieron una gran influencia en la Iglesia Primitivo. Destaca su obra Contra Marción en la que nos dice:
“Habiendo tomado el pan y distribuido a los discípulos lo hizo su cuerpo diciendo: Este es mi cuerpo, es decir “figura de mi cuerpo”. Pero no hubiera sido figura, sino fuera cuerpo verdadero. Por lo demás, una cosa vana como es un fantasma no podía contener la figura. O si por esto al pan hizo su cuerpo, porque carecía de cuerpo verdadero, luego debió entregar por nosotros al pan. ¡Hacía, para la vaciedad de Marción, que fuera crucificado el pan, y no más bien al melón que Marción tuvo en lugar de corazón!”. Aquí claramente defiende la consagración, al decir que Jesús tomó el pan y lo hizo su cuerpo, es decir el pan que tomaron los apóstoles seria el cuerpo de Cristo, lo que conlleva que el pan y el vino que se toma en la Eucaristía es también el cuerpo y la sangre de Cristo. 
Clemente de Alejandría
Nació sobre el 150 en Atenas y murió en el 215, era pagano y en Alejandría hizo el catecumenado para hacerse cristiano. Nos dejó unas ideas muy interesantes:
-“Pues Salem, se interpreta paz, de la cual, paz es descrito como rey nuestro Salvador, del que dice Moisés: Melquisedec rey de Salem, el sacerdote del Dios altísimo; este dio el pan y el vino como alimentosantificado en figura de la Eucaristía”
-“Yo soy tu sustentador, que me ha dado a mí mismo pan, del cual quién lo ha gustado no hace más experiencia de la muerte, y que me he dado a mí mismo bebida de inmortalidad”. 

ESTREMECERSE ANTE LA PALABRA DE DIOS (por Paloma Sebastián)


"En ese pondré mis ojos, en el humilde y abatido que se estremece ante mis palabras".

Al igual que María, la hermana de Marta yo quiero escoger la mejor parte: Escuchar la Palabra del Señor y meditarla en mi corazón. Me estremezco de alegría porque Dios con su Palabra me descubre el inmenso amor que tiene por mí y por todos los hombres.

"¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?: ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada?. En todo esto vencemos fácilmente por aquel que nos ha amado". Romanos 8,35-37

domingo, 27 de noviembre de 2016

Devoraba tus Palabras (por Carmen Pérez)

"Cuando encontraba palabras tuyas, las devoraba; tus palabras eran mi gozo y la alegría de mi corazón porque Tu Nombre fue pronunciado sobre mí." (Jeremías 15/16)


Esta alegría fue la que experimentaron los dos de Emaús cuando despues que el Señor les explicó la Palabra, ardía su corazón porque entendieron que ahí estaba la verdad. Y se refiere también a ese arder, el Señor, cuando  dice que ha venido a encender un fuego en la tierra ... es el fuego de su palabra en el corazón de la gente, y ese fuego de la palabra de Dios se puede sentir..., se cumple la palabra de Dios ..... es una alegría y paz que no se puede comparar con nada.

¡SEÑOR QUE ESE FUEGO ARDA Y SE PROPAGE!

sábado, 26 de noviembre de 2016

EL SEÑOR VIENE

¿QUIEN ERES SEÑOR? Hch 9,5 Para el Domingo 27 de Noviembre de 2016

Esperar con anhelo a alguien, denota cierta vitalidad. 
Esperar apasionadamente al "Alguien", refleja sintonía con la Vida, la que arroja al tiempo con sus años al rincón del olvido. Tanto el tiempo como los años nos acompañan y acompañarán pero el discípulo del Señor Jesus es consciente de que son relativos  y caducos hasta que Dios esculpe en ellos el sello de su Eternidad. El Adviento proclama que la Fiesta de estar con nuestro Maestro y Señor no tiene fin y es que Él viene para elevarnos a su altura. Esto es lo que celebramos en Adviento.

P. Antonio Pavía 

Poemas II.-EL MISTERIO DE TU VOLUNTAD (por Olga Alonso)

Jesús agregó: «Pero, díganme su parecer:

Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero para decirle: "Hijo, hoy tienes que ir a trabajar en la viña."
Y él le respondió: "No quiero". Pero después se arrepintió y fue.  Mt 21; 28-29

EL MISTERIO DE TU VOLUNTAD

El misterio de tu voluntad es esa luz que ilumina los espacios escondidos de mi corazón cuya querencia es permanecer así, a oscuras, resistentes a la luz.
El misterio de tu voluntad es el regalo que haces a quien intuye que, más allá de la forma en la que describimos nuestras acciones, existe otra realidad, la verdadera, donde todo lo que somos, hacemos, decimos, se presenta descarnado, sin disfraces.
Ese mundo que el misterio de  tu voluntad destapa y libera.
Esa carga de la que el alma se libera y que ni siquiera conocía, porque estaba a oscuras.
Esa verdad desnuda que accede al interior, superando el miedo a ser conocida y que, más allá del temor, infunde sosiego, paz, libertad.
Porque tú quieres, yo digo quiero y me dejas conocer, el misterio de tu voluntad.

Nunca se oyó. No se oyó decir, ni se escuchó, ni ojo vio a un Dios, sino a ti, que tal hiciese para el que espera en él.
Te haces encontradizo de quienes se alegran y practican justicia y recuerdan tus caminos. He aquí que estuviste enojado, pero es que fuimos pecadores; estamos para siempre en tu camino y nos salvaremos.   Is 64;3-4

 
 

jueves, 24 de noviembre de 2016

Del Salmo 41 (Carmen Pérez)

"Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a Tí, Dios mío" (Salmo 41)


Como lo buscó Maria Magdalena .sin importarle que era de noche  arrostrando peligros y murmuraciones .... y tú Señor saliste a su encuentro llamándola:   María.... y ella te reconoció y dijo: Maestro... 

Así señor sal a mi encuentro pues estoy buscándote y te necesito....  

BENDITO SEA DIOS QUE HASTA DE NOCHE ME INSTRUYE

EL MONTE DEL SEÑOR (Tomás Cremades)

En La Escritura, los montes representan el lugar donde habitan los dioses, los dioses que todos tenemos, y que hemos puesto por delante de nuestro Dios: nuestro propio YO, nuestro egoísmo, el dinero. Y que se alimentan de los siete pecados capitales, que son cabeza de todos los demás.

En el Cántico de Moisés, una vez atravesado el Mar Rojo, y, refiriéndose al pueblo de Israel, nos dice: “…Los introduces y los plantas en el Monte de tu heredad, santuario, Señor, que fundaron tus Manos…” (Ex 1, 15). Es en este Monte Santo, el Monte Calvario, donde Jesucristo fundó el Monte del Señor, clavando en la Cruz gloriosa, sus santas Manos para el perdón de nuestras idolatrías, nuestro seguimiento a los ídolos.
Y, al final de los días, estará firme el Monte de la casa del Señor, en la cima de los montes, encumbrado sobre las montañas. (Is 2, 2-5). Es decir, Isaías profetiza sobre el final de los días: Dios estará por encima de todas nuestras maldades, de todos nuestros desatinos. Su Monte Santo, ese Monte donde sólo puede subir el Hijo de Dios.
¿Quién puede subir al Monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El Hombre de manos inocentes y puro corazón
Que no confía en los ídolos
Ni jura contra el prójimo en falso (Sal 23,3)
 
Ese Hombre, profetizado por el salmista, es Jesucristo, el único que tiene las Manos limpias de pecado, que rechaza el soborno y no calumnia con su lengua:
        ¿Quién habitará en tu Monte Santo?
        El de conducta intachable, que no calumnia con su lengua
         Que no daña a conocidos, ni agravia su vecino
Que no presta a usura ni acepta soborno contra el inocente
         Y honra a los que temen a Dios (Sal 15, 1-5)
 
Alabado sea Jesucristo

JESUCRISTO, NUESTRO DEFENSOR (Tomás Cremades)

Cuando el hombre se ve todopoderoso en la tierra porque todo le va bien, entonces se olvida de Dios. Cree no tener necesidad de Él. No se considera oveja, ni reconoce a su pastor. De oveja pasa a ser cabra, animal que será separado de las ovejas en la expresión metafórica de separar los buenos de los malos; y es que la cabra, con los cuernos, ataca, no es el paradigma de la sumisión. La oveja conoce la Voz – la Palabra – de su Amo –Jesucristo -, y le ama, y le ama tanto, que cuando el pastor muere, la oveja con el tiempo, también fallece (argumento comentado por varios pastores). Y, como el hombre ataca, entonces ya no necesita un dios (con minúscula), que le ayude. No seamos así: dejemos que el Señor Jesús sea nuestro Defensor, sea nuestro Testigo Fiel, que nos defienda en el Juicio ante el Padre

Cuando el hombre se defiende sus enemigos, que comienzan por su Ego, y continúan por el amor incondicional al dinero, no necesita otro defensor. El hombre sabio, con la Sabiduría de Dios, no necesita defenderse,  tiene alguien que lo hace por él: Jesucristo.
Por eso vivo contento con mis debilidades, porque cuando soy débil, entonces soy fuerte (2 Co 12, 9b-10)
 
 

miércoles, 23 de noviembre de 2016

UN PENSAMIENTO DE DIOS…(por Tomás Cremades)

Muchas veces los cristianos, vestidos de una “falsa humildad”, consideramos no ser importantes para Dios. Frases como: “…yo no valgo nada…”, o “…soy un pobrecillo…”, cuando no: “… ¡pobre de mí!...”, pueden reflejar una soberbia encubierta que esconce un orgullo desmedido que espera el aplauso del que lo oye, con el ánimo de levantar ese pensamiento triste y aburrido de su interlocutor.

Nosotros somos importantes para Dios; Él ha muerto por nosotros con padecimientos indecibles, somos “UN PENSAMIENTO DE DIOS Y UN LATIDO DE SU CORAZÓN”, en palabras de nuestro queridísimo Papa san Juan pablo ll. Él entendió bien la existencia del hombre y su relación con Dios.
Desde siempre Dios nos conoció, y antes de que naciésemos ya pensaba en nosotros. Demos gracias, pues, al Dios de los dioses y al Señor de los señores, Jesucristo, revelado para nosotros en su santo Evangelio.
Los testimonios de los profetas son unánimes:
Antes de haberte formado yo en el vientre, te conocía, y antes que nacieses, te tenía consagrado: Yo, profeta de las naciones te constituí (Jer 1,5)
¡Oídme, islas, atended pueblos lejanos! Yahvé desde el seno materno me llamó… (Is 49, 1-5)
Por eso, estemos alegres siempre, porque el Señor nos ha visitado desde antes de nacer, y somos su PENSAMIENTO y SU LATIDO (s. Juan Pablo ll)
Alabado sea Jesucristo
 

CONFIANZA Y ELECCIÓN (por Manuel Armenteros)

Nuestras relaciones entre personas y colectivos están sujetas y basadas en la confianza. Confianza en una o unas creencias que dan crédito a alguien, concediéndole su favor, su adhesión. Dicha confianza hecha creencia exige fidelidad y engendra lealtades.

Pues bien, si necesitamos depositar nuestra confianza en personas, programas, proyectos, ideas o en partidos políticos, basados todos, en “sola palabra humana” (que por sabia y experimentada, siempre es infiel)…, pregunto ¿cómo no depositar tanta o mayor grado de confianza y crédito concedido a la Palabra de Dios Revelada, para desarrollar una vida mejor en justa equidad nivelando derechos personales? Palabra de Dios que transmite su propio Hijo Preexistente Jesucristo, nuestro Señor; desde su Evangelio. Que al asumir nuestra propia humanidad, es a un tiempoPalabra tanto divina como humana. Ella no solo nos relaciona y proyecta nuestra realidad dentro del ámbito divino, sino que tiene poder y fuerza para que todo lo humano, sea aun más humano: fraterno. Y descubre al hombre quien es verdaderamente Dios y quien es la persona, de su procedencia y origen, como de su misión y destino…, que no es otro más que su  retorno junto a Él. Todo estriba en nuestra  elección, puesto que la confianza ¡ya la tenemos ¡

 

martes, 22 de noviembre de 2016

Pastores según mi corazón (Hombres de Dios para el mundo) | Capítulo XIX Edit. San Pablo - Cautivados por el fuego


XIX - Cautivados por el Fuego

En este capítulo intentaremos delinear uno de los rasgos que definen con más clarividencia a los pastores que, con su ministerio evangélico, iluminan al mundo. Pastores que han sido, primero llamados, después seducidos y envueltos, más aún, apresados por el fuego de Dios. Prisioneros de su Fuego con el que quedaron connaturalizados, lo que les permitió reconocerlo como el hábitat que Dios preparó para su alma. Pastores que personifican al Hombre Nuevo creado según Dios, como nos dice el apóstol Pablo (Ef 4,24).

Tengo la casi certeza de que la mayoría de los que están leyendo estas líneas están pensando en las más altas cumbres de la mística, ésa que, según una forma errónea de entender la espiritualidad, está reservada a unos pocos elegidos; aquellos que, desatándose de todo lazo mundano, se perdieron entre montañas escarpadas para abrazarse a la más estricta soledad.

Por supuesto que habitar con el fuego devorador de Dios en la línea en que nos da a conocer la Escritura -por ejemplo, Is 33,14b- supone haber descubierto el alma mística que todos poseemos. Puesto que todos la tenemos, no es, pues, necesario retirarse, ni apartarse, ni esconderse en una cueva para poder alcanzar la intimidad con Dios. De hecho, los profundísimos e íntimos encuentros de hombres y mujeres con Dios que nos narran las Escrituras están marcados por el sello de la normalidad. Son encuentros que rezuman sencillez, simplicidad, y en los que se pone de relieve que el fuego de Dios, su llamada y misión forman un todo indisoluble, como podremos ver a continuación.

Abordamos en primer lugar la llamada-misión de Moisés, el pastor de Israel que mejor refleja al Buen Pastor por excelencia, Jesucristo. Nos dice el autor del libro del Éxodo que un día, pastoreando las ovejas de Jetró, su suegro, vio en el monte Horeb una zarza envuelta en llamas (Éx 3,1 ss). Al principio no le llamó mucho la atención al ser algo relativamente normal en esos parajes tan cálidos. Sin embargo, algo mueve su curiosidad, y es que las llamas persisten, no sólo no se extinguen sino que son cada vez más consistentes; pasa de la curiosidad al asombro al constatar que, a pesar de la intensidad de las llamas, la zarza permanece como intacta. Ante este fenómeno inusual, pasa del asombro a la acción, –todo camino de fe conlleva esta andadura- decide acercarse para saber el por qué la zarza no se extingue: “Dijo, pues, Moisés: Voy a acercarme para ver este extraño caso: por qué no se consume la zarza” (Éx 3,3).

Al aproximarse a la zarza, oye una voz desde el fuego que pronuncia su nombre. Moisés no sabe cómo ni de qué manera sus pasos le han conducido junto a Dios; sin embargo es consciente de que está ante Él, de ahí su respuesta: “¡Heme aquí!” Vivencia muy parecida a la que siglos más tarde experimentará  Jeremías: “¡Me has seducido, Yahvé, y me dejé seducir; me has agarrado y me has podido!” (Jr 20,7). Más adelante volveremos sobre esta experiencia del profeta, íntimo de Dios como pocos.

Volvemos a Moisés. Parece como hechizado por el fuego de Dios. Sus pasos son bien nítidos: van de la curiosidad al asombro, del asombro a la decisión de acercarse, y es en este su aproximarse cuando la proclamación de su nombre atraviesa su alma. Moisés queda como envuelto por el fuego de la zarza, el pastor de ovejas pasa a ser pastor de Israel hacia la tierra prometida. Ésta es la riqueza existencial que pudo vislumbrar en una fracción de segundo al tiempo que descubrió, en el fuego-palabra que pronunció su nombre y lo llamó, la misión que se convertiría en la razón de su existencia. De ahí su ¡heme aquí, aquí estoy! A continuación el autor del libro del Éxodo desarrolla la misión que Dios le confía. Preciosa, sí, pero al principio    –en el principio, como diría Juan (Jn 1,1)- el Fuego, la Palabra…

Seducidos por el Fuego

Heme aquí, aquí estoy, envíame, dice Isaías al oír la voz de Yahvé que clamaba: “¿A quién enviaré?” (Is 6,8).  El heme aquí del profeta está recogido en un marco parecido al de Moisés. Si éste contempló la zarza ardiente sin consumirse, Isaías es testigo con sus propios ojos de la Gloria de Dios, que en la espiritualidad bíblica se identifica con su Fuego. Isaías queda paralizado por el miedo: entonces  el Fuego se llega hasta él, hasta su boca (Is 6,7). Acto seguido recibe la misión profética, a la que responde ¡heme aquí!, como ya hemos visto. El paralelismo de la llamada de Isaías con la de Moisés no hay que rebuscarlo. El Espíritu Santo, que movió la pluma de los autores bíblicos, los ha hecho transparentes.

Entramos ahora en una faceta que podría causar extrañeza e incluso reservas bastante serias. Me refiero al hecho de que todo aquel que se acerca al Fuego termina siendo cautivado por Él, así es como hemos titulado este capítulo. Es cierto que esto nos puede poner un poco a la defensiva, ya que suena algo parecido a sumisión, e incluso prisión, estilo de vivir fanático que tienen su caldo de cultivo en las sectas de todo tipo.

Abordamos el espinoso asunto, éste de llegar a ser rehenes del Fuego desde la experiencia de Jeremías, profeta del que ya anuncié que volveríamos a citar. Sondeemos su llamada y también sus reticencias, la exposición de sus dificultades -más bien impotencias- para aceptarla. Dios diluye todos sus razonamientos con una promesa acompañada de un hacer que dejan a Jeremías sin objeciones. Dios parte de una promesa: “¡No temas, que yo estoy contigo!”, que acompaña con un hacer: “Mira que pongo mis palabras en tu boca” (Jr 1,8-9).

El profeta es consciente de lo que ha recibido. De hecho llega a conocer el gusto, el saborear la Palabra de Dios. La confesión de este sabor que le llenaba las entrañas es toda una antología de la espiritualidad de la Palabra. No estudia las palabras de Dios, las devora               -siguiendo su propia confesión- porque colman su corazón, todo su ser, de gozo y alegría indescriptible: “Encontraba tus palabras, y yo las devoraba; eran tus palabras para mí un gozo y alegría de mi corazón, porque se me llamaba por tu Nombre, Señor y Dios mío” (Jr 15,16).

Hasta ahí bien, incluso demasiado bien, hasta que su pueblo le sumerge en un baño de realidad. El profeta está aturdido, se queda atónito al comprobar que su anuncio profético        -que suponía habría de ser acogido con gozo y alegría y, por supuesto, con gratitud por su pueblo- provoca el más brutal de los rechazos. El gozo de su predicación se ve desfigurado ante el oprobio que ésta le provoca. Nos lo cuenta desgarradoramente: “La palabra de Yahvé ha sido para mí oprobio y mofa cotidiana” (Jr 20,8b). Nuestro buen amigo está sumido en el más cruel de los desconciertos. Su propia gente, el Israel que se enorgullece de ser el pueblo del oído, el único en toda la tierra a quien Dios se ha dirigido personalmente con su Palabra (Dt 4,35-37), ha pasado a ser su más acérrimo enemigo; la razón de esta enemistad y persecución es solamente una: las palabras que Dios ha puesto en su boca.

Jeremías se desmorona, está al límite de sus fuerzas; es tal el estado de su abatimiento y hasta depresión que llega incluso a decir: ¡se acabó! “No volveré a recordarlo, ni hablaré más en su Nombre”. (Jr 20.9a). Lo dijo, pero no pudo hacerlo. Las palabras que Dios había puesto en su boca y que, con el tiempo, aprendió a saborear, se habían hecho Fuego en su interior: “Pero había en mi corazón algo así como fuego ardiente, prendido a mis huesos, y aunque yo trabajaba por ahogarlo, no podía” (Jr 20,9b).

Las cadenas no los sometieron

Jeremías es prisionero, cautivo, del Fuego que había prendido en sus entrañas a causa de la Palabra. Por supuesto que, si se empeñase en ello, podría volver a vivir su vida como se le antojara, ajeno a la misión recibida. Podría, pero dejaría de ser ese “algo de Dios” que todo hombre que acoge la Palabra alberga en su alma. Puede, pues, pero no quiere. Tiene la sabiduría suficiente para abrazarse, con toda la pasión que le impulsa, al fuego que, como dirá siglos más tarde san Juan, “le hace semejante a Dios” (1Jn 3,2b). Además, si se arranca el Fuego de Dios que hace ya parte de su alma, ¿adónde iría con su vida? También aquí se adelantó a los apóstoles, en este caso a Pedro cuando, presentada la ocasión de volverse atrás en el seguimiento de Jesús como acababan de hacer muchos de sus discípulos (Jn 6,66), “no le quedó” más remedio que confesar: “Señor, ¿dónde quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna…” (Jn 6,68).

 Prisionero Jeremías, prisioneros Pedro y los apóstoles. Prisioneros también todos aquellos que dejan que en sus entrañas habite el Fuego de Dios. Prisioneros del Fuego, de Dios, y sorprendentemente… libres; sí, grandiosamente libres para amar hasta la muerte a sus ovejas, aquellas a las que, por obra y gracia de Dios, hacen partícipes de la Vida que Él les ha concedido gratuitamente. Son discípulos y son pastores, no tienen vuelta atrás. Es como si hubiesen dejado a sus espaldas las limitaciones de la muerte e introducidos en el Sabor de la Vida. En este caso, extinguir el Fuego supondría deshacer el ser, la razón de su vivir, y nadie en su sano juicio atenta contra sí mismo. Son prisioneros, son amantes, son pastores, son libres para ir a cualquier parte del mundo en busca de las ovejas que Dios les ha confiado. Son pastores según el corazón de Dios, los pastores que necesitan los hombres de todos los tiempos, nada les paraliza.

En la misma línea de Jeremías, quien no podía extinguir el Fuego que se había hecho alma de su alma, situamos la respuesta que Pedro y Juan dieron al Sanedrín que pretendía impedirles predicar el Evangelio de Jesús: “No podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído” (Hch 4,20).

No se trata de cabezonerías y menos aún de fanatismos. Es un “no podemos” que nos recuerda a Jeremías. De hecho proclaman a los ancianos del Sanedrín que no están dispuestos a renunciar a ser lo que son: hombres nuevos a causa de Jesucristo. Han visto, han oído y… son. Pretender que dejen de lado lo que han visto y oído, pretender que sus labios sean sellados, es pretender que se desentiendan del nuevo ser que han recibido del Resucitado (1P 1,3-4).  

No es, pues, cabezonería ni fanatismo, sino instinto de supervivencia; así entienden su ser pastores. No hay duda que el Fuego de Dios que habían recibido en Pentecostés (Hch 2,3) les hizo cautivos del Evangelio de la gracia con el que rompían las cadenas de los hombres, de todos los hombres; a todos los reconocían como hermanos suyos.
No podemos concluir este capítulo sin mencionar a Pablo, quien, liberado por Jesucristo de la ley del pecado y de la muerte (Rm 8,2), se enorgullece de reconocerse prisionero del Espíritu Santo (Hch 20,22). Él le conducirá allí donde el Señor Jesús desea que predique su Evangelio, “el que irradia vida e inmortalidad” (2Tm 2,10).

¡Señor que vea! (Por Carmen Perez)

"¿Quién conoce sus faltas? Absuélveme de lo que se me oculta" (Salmo 18)

 
Señor hazme ver ... como al ciego del camino que gritaba para que te fijaras en él ... le preguntaste: ¿qué quieres que haga por Tí? Y te pidió: ¡SEÑOR QUE VEA!
Yo también te pido ver.... y comprender .. todo lo que quieres hacer conmigo .

Bendito seas Señor

AMAR LA EUCARISTÍA.-CONVERSIONES.- 4.- EDITH STEIN

Hoy traemos ante nuestros lectores la figura de Edith 
Stein, una de las mujeres más inteligentes y mejor preparadas de la Europa de la primera mitad del siglo veinte. Judía y alemana de nacimiento, a la edad de catorce años, según testifica ella misma, dejó de creer en Dios; a los veinticuatro se doctoró en filosofía en la universidad de Gotinga. Su tesis doctoral llevó el título de “Sobre la Empatía”, alcanzando la mayor calificación posible: Summa Cum Laude.

Tanto sus profesores como posteriormente los catedráticos con los que trabajó como docente en la universidad de Friburgo, fueron unánimes al ensalzar su brillantísima mente, así como su capacidad asombrosa de apasionamiento por la Verdad. No es, pues, de asombrar que cuando percibió la existencia de Dios, su natural, tan vivamente apasionado, diese lugar a un contenido huracán, diríamos incluso una locura por vivir abrazada al Dios vivo a quien había encontrado.
Varios fueron los acontecimientos, también las personas, a través de los cuales se le hizo presente Dios. puesto que hacemos hincapié, a lo largo de los testimonios que estamos exponiendo, en la importancia de la Eucaristía y la Adoración al Santísimo en cuanto bellísimos artífices para que se encontraran con el Absoluto, con Dios, expongo un hecho que, tal y como ella misma atestigua, marcó profundamente su búsqueda.
Los biógrafos de nuestra querida profesora universitaria llaman “la mujer anónima” a la protagonista involuntaria que hizo reflexionar profundamente a Edith. Estando ya como quien dice levemente tocada por Dios en su caminar hacia la Iglesia Católica, un amigo la llevó a ver la Catedral de Frankfurt, a lo que ella accedió quizás movida por su belleza artística. Lo que aconteció preferimos que nos lo cuente ella misma: “Lo que vi fue totalmente nuevo para mí. En la sinagoga, así como en las iglesias protestantes que había visitado, la gente sólo entraba en los momentos del servicio litúrgico. Pero aquí alguien entró en la Iglesia vacía en medio del trabajo del día como si fuera a hablar con un amigo. Nunca he sido capaz de olvidar eso.”
He aquí lo que levantó el corazón de esta mujer superinteligente al tiempo que le hizo arrodillar su mente ante el Misterio: Una visita de una mujer anónima al Santísimo Sacramento despertó en el corazón de Edith un gran anhelo por una intimidad similar con Dios, un anhelo podría llamarse irreprimible por un encuentro con Dios, que fuera más allá de conceptos filosóficos, un encuentro que combinase la Verdad con el Amor.
Nos atrevemos a sondear lo que pudo pasar por su mente aquel día tan importante para ella. Podríamos adivinar sus pensamientos que serían más o menos de esta índole: Si esta mujer, atareada en los afanes normales de una madre de familia, que venía del mercado, fue capaz de desviarse de su camino para acercarse al Santísimo Sacramento con las bolsas de la compra en sus brazos porque su corazón le pedía tener una conversación amorosa con Dios, ¿qué podría impedirle a ella, la gran y admirada filósofa, tener acceso a esa intimidad? 
Como a todos los que en esta encrucijada de su búsqueda de la Verdad y de Dios, le llega el momento de dar pasos decisivos; solamente un impedimento le corta el paso: la soberbia de creer en Dios, a quien aparentemente sólo los débiles intelectualmente pueden reconocer y adorar. Ante el impacto estremecedor que la sobrecogió, sconsideró bastante menos inteligente que esta mujer porque, mientras ésta sabía y sentía el impulso de adorarella aún navegaba entre tesis y prejuicios. Sí, una mujer muy probablemente mucho más inculta que ella, la hizo arrodillarse ante Dios.
En enero de mil novecientos veintidós, Edith Stein recibió las aguas bautismales. El dos de agosto de mil novecientos cuarenta y dos, Edith y su hermana Rosa, ambas carmelitas descalzas, son llevadas al campo de concentración de Amersfoort. Posteriormente ella es enviada al campo de exterminio nazi de Auschtwitz, donde fue ejecutada. Murió mártir de la fe católica a los cincuenta y un años de edad.
En la ceremonia de su canonización, entre otras cosas, Juan Pablo II dijo a todo aquel que seguía la celebración: “No te quedes en la superficie, vete al corazón de las cosas. Y cuando sea el momento apropiado, ten el valor de decidir. El Señor está esperando a poner tu libertad en sus buenas manos”. Sin duda un buen broche de oro a la figura de esta mujer incansablemente buscadora e incansablemente apasionada, por eso pudo acoger a Dios.

lunes, 21 de noviembre de 2016

Poemas II.- PORQUE SOMOS PEQUEÑOS.- (por Olga Alonso)

Y cualquiera que diere á uno de estos pequeños un vaso de agua fría solamente, en nombre de discípulo, de cierto os digo, que no perderá su recompensa

Mt 10, 42

PORQUE SOMOS PEQUEÑOS


Tú nos defiendes porque somos pequeños.
Porque para librarnos de nuestros enemigos, elegimos la oración como única defensa.
Porque pusimos todo en tus manos, cuando las aguas agitaban nuestra barca.
Porque confiamos plenamente en tu respuesta, aún cuando no veíamos nada.
Porque no nos defendemos, nos amas y pones todo tu poder a nuestro servicio.
Porque nos acogemos a tí sin titubeos, por eso somos pequeños.
Porque como David frente a Goliat, elegimos las armas del Cielo, la oración.                                                                       Y por pequeños.


Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a los pequeños.
Lc 10, 21

sábado, 19 de noviembre de 2016

¡Acuérdate de mí Señor!


¿QUIEN ERES SEÑOR? Hch 9,5 (para el Evangelio del Domingo 20 deNoviembre de 2016)

¡Qué inmensidad de amor, compasión, ternura y misericordia tuvo que percibir el buen ladrón en el Rostro del Hijo de Dios Crucificado que, sobreponiéndose a todos los resentimientos que le habían inducido a hacer daño a los demás le suplicó: ¡Señor, acuérdate de mí cuando vengas con tu reino!. 
Jamás pudo imaginar este hombre la reacción de Jesús.Quizás esperaría alguna condescendencia ante sus delitos y maldades..sin embargo la respuesta del Señor Jesús fué : "Hoy mismo estarás conmigo en el Paraiso"

www.comunidadmariamadreapostoles.com

viernes, 18 de noviembre de 2016

¿Seré yo el hombre malvado? (Por Tomás Cremades)

Hazme justicia, oh Dios, defiende mi causa

Contra gente sin piedad
¡Defiéndeme del hombre traidor y malvado! (Sal 42)
 
El salmista, en la precariedad que le brinda su impotencia al no poder librarse de la traición de sus enemigos, clama al Señor para que le haga justicia. Probablemente la justicia que reclama es por causa de algo que el enemigo le ha dejado a deber, ya sea de valor económico, o, lo que es más probable, en aquellos tiempos, por traiciones auténticas, faltas de todo tipo de connotación moral, o incluso de robos o asesinatos.
Pero, aun a pesar de ser cierta la demanda del citado salmista, que ya no confía en la justicia humana, y clama al Señor, único que le puede ayudar, hay una vertiente catequética que puede iluminar nuestra vida, digamos, de otra forma. Si leemos con detenimiento el comienzo del salmo, se habla de un hombre, - representante de toda la Humanidad-, que es traidor y malvado. Ese hombre podría ser uno mismo, perfectamente. Esa gente sin piedad, que le acosa, puede ser uno mismo, que ve cómo, a pesar de sus esfuerzos, no es capaz de arrancar de sí, los vicios y pecados que le encadenan. Y el Señor le ilumina de tal forma, que es capaz de decir: ¡Hazme justicia! Es decir: ¡ Ajústame a Ti !”, que es lo que, en definitiva, puede librarme de mis desdichas.
Y continúa: “…Envía tu Luz y tu Verdad, que ellas me guíen…”
El salmista sabe que, únicamente con la Luz, que es Jesucristo, revelado en su Evangelio, es la Luz y la Verdad de su vida; son la forma de “ajustarse” a Dios para ser guiado por ellas.
 
“…Lámpara es tu Palabra para mis pasos,
Luz en mi sendero…” (Sal 118, Num)

Que llegue tu Día Señor (por Mila)

Que llegue tu Día Señor,
Porque contigo Señor seremos más felices,
Porque sin Tí, Señor, nos falta lo más importante,
Porque los problemas que tenemos son muchos,
Porque a veces caemos en la desesperanza,
Porque no siempre pensamos en los demás.

Que estemos ya preparados desde ahora,
Que no olvidemos que somos peregrinos en la tierra,
Que levantemos nuestros ojos para querer verte mejor,
Mientras tanto que seamos tus fieles amigos,
Que sigamos tus caminos y escuchemos Tu Palabra,
Que celebremos lo que Tú nos dejaste: LA EUCARISTÍA.

Misericordia Señor Misericordia 

Poemas II.- ME GUSTARÍA GRITAR (Olga Alonso)

 
Así ha dicho Jehová de los ejércitos: En aquellos días acontecerá que diez hombres de las naciones de toda lengua tomarán del manto a un judío, diciendo: Iremos con vosotros, porque hemos oído que Dios está con vosotros.
Za 8, 23
 
Me gustaría gritar a todos aquellos que no creéis en Jesucristo si nunca habéis pensado cómo podría estar hoy tan vivo este amor entre Dios y la humanidad, si no fuera VERDAD.
Cómo habría sido posible que durante miles de años, millones de personas hayan confiado sus tesoros mas preciosos a Dios: su salud, sus anhelos, su futuro, la vida de sus hijos, sus angustias, sus desvelos, sus miedos, sus frustraciones…..
¿Cómo?, pregunto, ¿Cómo sería posible que hoy, después de 20 siglos de historia, todavía haya personas que confiadamente entregamos a Jesús nuestras vidas?
¿De dónde nos vendría esta confianza si todo fuera un fraude?
Mirarnos a nosotros, sujetos a una esperanza que nos alimenta día a día, nos conforta y nos llena de vida.
Mirad a esos millones de personas que desde que Cristo vino a la tierra han sentido la misma pasión, y………… venid con nosotros.
Animaros a acompañarnos en este maravilloso camino en el que, cada día, nuestras pobres personas abandonan su pequeñez y se transforman en seres increíbles, creados de nuevo por la mano de Dios.
 
Venid, cantemos con gozo al Señor, aclamemos con júbilo a la roca de nuestra salvación. Vengamos ante su presencia con acción de gracias.
Salmo 95, 1-2

Poemas II.- APRENDÍ A AMARTE.- (Por OlgaAlonso)


Respondió  Jesús y les dijo: El que me ama guardará Mi Palabra; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él
Jn 14,23

APRENDI A AMARTE 

Aprendí a amarte
Caminando entre la gente
Sintiendo como Tú sientes
y ….. mirando tu mirar 

Aprendí a amarte
Después de cada caída
sintiendo tu compañía,
después de mucho llorar 

Aprendí a amarte
un día tras otro día
pensando cómo sería
tu voz, tu rostro, tu andar 

Aprendí a amarte
porque me amaste primero
porque fuiste Tú quien quiso
que yo te perteneciera 

Aprendí a amarte
sin apenas darme cuenta
mirando tu Cruz eterna
sintiendo tu voz hablar 
Aprendí a amarte
y aprendo día tras día
en cada encuentro contigo
sintiendo en lo más profundo
Que amarte es la Eternidad 

Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
  Salmo 62,4

Poemas II.- APAGANDO EL TEDIO DE MI ALMA.-(Por Olga Alonso)


De ahí que también por nuestra parte no cesemos de dar gracias a Dios porque, al recibir la Palabra de Dios que os predicamos, la acogisteis, no como palabra de hombre, sino cual es en verdad, como Palabra de Dios, que permanece operante en vosotros, los creyentes.

1 Tes,2,13

 APAGANDO EL TEDIO DE MI ALMA
Tú me dices que venga…y yo vengo.
Tu voz insistente interrumpe mi tarea y tu aliento sopla en mi espalda, empujando mi vida hacia Tí.
Y yo, me entretengo en mis quehaceres, pero tu voz insiste.
Y algo me dice que un nuevo encuentro de voces y esperanza me espera en tu Palabra.

El alimento que atrapó un día mi alma e hizo  de tu presencia una necesidad.

El intenso amor que siento viene de un lugar que desconozco donde debes de estar Tú.
Tú que me tienes atrapada en una nueva vida que se desliza cada día hacia un más Tú y menos yo.

El tiempo perdido y entregado voluntariamente a ti.
Mi mente resistiendo al empuje de Tí que llegas y el corazón esperando recobrar el abrazo por dentro, el abrazo del alma; el abrazo que te confirma y ahuyenta las dudas.
Tú, invasivo, con tu fuego, apagando el tedio de mi alma. 

Oigo en mi corazón: «Buscad mi rostro.»
Tu rostro buscaré, Señor,
no me escondas tu rostro
Salmo 26,8