lunes, 22 de julio de 2024

SALMO 73(72).- El juicio final (El problema del impío feliz) Salmo de Asaf

 Salmo 73.-El juicio final (El problema del impío feliz) Salmo de Asaf

Texto Bíblico

 Salmo. De Asaf

En verdad, «Dios es bueno para Israel, para los puros de corazón».

Pero por poco tropiezan mis pies;

nada faltó para que resbalaran mis pasos,

porque envidiaba a los arrogantes,

viendo la prosperidad de los malvados.

iMirad! Para ellos no hay tormentos,

y su cuerpo está sano y robusto.

La fatiga de los mortales no los alcanza, ni sufren como los demás.

Por eso su collar es la soberbia,

y la violencia los cubre como un vestido.

Les brota el pecado de sus carnes,

les rebosa el corazón de malos proyectos.

Se burlan y hablan con malicia,

desde su altura proclaman la opresión.

Ponen su boca en el cielo,

y su lengua recorre la tierra.

Así se sacian a sí mismos,

bebiéndose las aguas del mar.

y dicen: «¿Acaso va a saberlo Dios?

¿Se va a enterar el Altísimo?».

¡Ahí están! ¡Así son los malvados

y, siempre tranquilos, acumulan riquezas!

¡Así que en vano conservé puro mi corazón, y he lavado en la inocencia mis manos!

Pues todo el día me molestan,

y me castigan cada mañana...

Si yo dijera: «¡Voy a hablar como ellos!», renegaría de la asamblea de tus hijos.

Entonces reflexioné para entenderlo, pero, ¡qué gran fatiga para mis ojos!

Hasta que fui penetrando en el misterio de Dio:>, y entonces comprendí su destino.

Es verdad, tú los pones en lugar resbaladizo,los precipitas en la ruina.

iMirad: en un instante son reducidos al terror, dejan de existir y perecen, sumidos en el pavor!

Como un sueño al despertar, Señor, al despertarte desprecias su imagen.

Si se me agriaba el corazón y aguijoneaba mis entrañas, es porque yo era un necio y no entendía nada.Yo era un animal junto a ti.

Pero yo siempre estoy contigo. Tú me tomas de la mano derecha.

Tú me guías con tu consejo y me conduces con tu gloria.

Contigo, ¡a quién necesitaré en ei cieio! 

Contigo, no hay nada que me satisfaga en la tierra.

Ya pueden consumirse mi carne y mi corazón:¡ mi roca y mi heredad es Dios para siempre!

Sí, los que se alejan de ti se pierden,tú rechazas a los que te son infieles.

Yo, en cambio, estoy contento de estar con Dios,y hacer de Dios mi refugio,para contar todas tus acciones

(junto a las puertas de Sión).

https://youtu.be/M6TjFY66qTE

REFLEXIONES DEL PADRE ANTONIO PAVÍA ​(extractadas de su libro "En el Espíritu de los Salmos" y publicadas con autorización expresa de la Editorial San Pablo)

La mejor parte

Un sabio israelita da rienda suelta a sus pensamientos y se pregunta, escandalizado, por qué los impíos consiguen encumbrarse en las cimas del poder asentándose como si la justicia de Dios no tuviera nada que ver con ellos: «Pero por poco tropiezan mis pies; nada faltó para que resbalaran mis pasos, porque envidiaba a los arrogantes, viendo la prosperidad de los malvados... La fatiga de los mortales no los alcanza, ni sufren como los demás». Sin embargo, no duda de que Dios es bueno y justo, y así lo expresa en el primer versículo del salmo: «En verdad, Dios es bueno para Israel, el Señor para los puros de corazón».

A lo largo del mismo, aparecen las respuestas que Dios va dando a sus dudas. Son respuestas que llevan a nuestro hombre a comprender que la vida solo tiene un sentido, la de llegar a ser hijo de Dios. Filiación que acontece cuando Dios va limpiando el corazón del hombre de todo deseo de encumbramiento y poder. Hay que tener en cuenta que en la mayor parte de los casos, dicho encumbramiento y poder se consigue a costa de los pequeños y los débiles. No digamos ya cuando este escalar en las esferas sociales se hace por medio de sobornos y engaños.

Nuestro hombre sabio prefiere ser hijo de Dios a seguir el camino de prepotencia de los impíos e injustos: «Y dicen: ¿Acaso va a saberlo Dios? ¿Se va a enterar el Altísimo? ¡Ahí están! ¡Así son los malvados y, siempre tranquilos, acumulan riquezas! Si yo dijera: ¡Voy a hablar como ellos!, renegaría de la asamblea de tus hijos...».

Observamos así a nuestro hombre pasar por la prueba de la confusión, casi del escándalo. Lleno de sabiduría, se vuelve hacia Dios, su Padre; Aquel que limpia el corazón de toda pretensión impía. El profeta Isaías exhorta al pueblo a lavarse, a limpiarse de todas las injusticias que alberga en su corazón. Es una fortísima llamada a la conversión: «Lavaos, limpiaos, quitad vuestras fechorías de delante de mi vista, desistid de hacer el mal, aprended a hacer el bien, buscad lo justo...» (Is 1,16-17).

¡Lavaos, limpiaos, convertíos...! Sí, pero ¿cómo si el hombre, ofuscado por el brillo del poder, no distingue la mano derecha de la izquierda? Escuchemos lo que dice Dios a Jonás: «¿No voy a tener lástima yo de Nínive, la gran ciudad, en la que hay más de ciento veinte mil personas que no distinguen su mano derecha de la izquierda?» (Jon 4,11).

Jesucristo, el limpio de corazón, el que es la palabra del Padre, será quien limpie el corazón del hombre con lo único que puede ser limpiado: La Palabra  «Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto. Vosotros estáis ya limpios gracias a que os he anunciado» (Jn 15,2-3).

La palabra vincula al hombre indisolublemente a Jesucristo. Por ella podemos dar el fruto que permanece para siempre. Si esta vinculación no existe, la vida del hombre se apaga sin ningún sentido porque nada de lo que haga sobrevivirá a su muerte. «Permaneced en mí, como yo en vosotros... El que permanece en mí y yo en él, ese da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada» (Jn 15,4-5).

La vinculación a se da más allá de unas supuestas cualidades adquiridas. Sólo se necesita algo con lo que todo hombre nace, ¡Amor! Sí, amor al Evangelio como si no tuviéramos otra esperanza u otro apoyo. Amor tal que lo escogemos por encima de cualquier otra realidad por muy deslumbrante que sea. El mismo amor que manifestó María, la hermana de Marta que, sentada a los pies de Jesús, es decir, en escucha obediente, estaba pendiente de que salía de sus labios. María recibió de Jesús esta alabanza y garantía: «María ha escogido la mejor parte que no le será quitada» (Lc 10,38-42).

Indudablemente, María escogió la mejor parte. Elección que le permite estar siempre con Dios, sin necesidad de ir a ningún convento ni hacer ninguna consagración especial. Ella es signo de todas las personas que, al elegir el Evangelio como luz y fuente de su vida, están y estarán siempre con Dios. Podrán pasar por todo tipo de pruebas y tentaciones, y en sus caídas serán levantadas. Es tan agradable a Dios la opción que han hecho, que nunca le será quitada. Esta bella y profundísima realidad solamente es comprendida y acogida por los humildes, los pequeños.

Volvemos al salmista y nos asombramos cómo, pasada su terrible tentación, se ve colmado de la sabiduría del Espíritu Santo, sabiduría que le hace entender que su gozo consiste en saber estar con Dios. Nadie le impone esta realidad, es una percepción profundísima. Su estar con Dios es el bien por encima de todos los bienes: «Yo, en cambio, estoy contento de estar con Dios, y hacer de Dios mi refugio, para contar todas tus acciones».


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