A veces no nos damos cuenta de lo que es “estar en Gracia de Dios”. Y llevamos, los cristianos, educados desde la infancia con esta frase de “estar en Gracia de Dios”.
Nos recuerda el Salmo 62: “…Tu gracia vale más que la vida…” Y es que David, perseguido por Saúl para matarle, ha de refugiarse huyendo de la muerte. Ha sido ungido por Dios, por medio del profeta Samuel, que, inspirado por el Espíritu Santo, le reconoce entre todos los hijos de Jesé; David havisto la Mano de Dios en su victoria frente al gigante Goliat…y ahora tiene que huir…Pero no se desanima; en su huída toma un respiro para meditar: “… ¡Cómo te contemplaba en el Santuario viendo tu Fuerza y tu Gloria…!”
Es algo parecido a lo que siglos más tarde sentirá Pablo, cuando dice: “llevamos este tesoro en vasos de barro, para que aparezca que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no de nosotros. Apretados en todo, mas no aplastados; perseguidos, mas no abandonados; apurados, mas no desesperados; derribados, mas no aniquilados…” (2Cor 4, 7-10)
En ambos episodios “todo lo podemos en Aquél que nos conforta” (Fp, 4; 13)
Este es el espíritu de “estar en Gracia de Dios”; ser sensibles a su Presencia. A Dios nadie lo ha visto jamás, nos dirá Juan en el epílogo del Evangelio. Pero sí podemos atestiguar que “lo sentimos” muy dentro de nosotros. Tampoco vemos el azúcar diluido en el vaso de café con leche, pero, cuando falta el azúcar, “sentimos” su ausencia.
Es algo así como lo que nos dirá Jesucristo: …Vosotros sois la luz del mundo; vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán?... (Mt 5,13)
La sal, como el azúcar, la notamos en su ausencia, pero no la vemos…Así Jesús, que como el Gran Pedagogo, nos instruye con ejemplos sencillos para grandes acontecimientos.
Es la característica de los sabios: “hacer de fácil comprensión lo difícil”. Y así es nuestro Maestro: Nos revela el Reino de Dios, con pequeños acontecimientos y ejemplos entendibles por nosotros, los que queremos ser sus discípulos, los que creemos sin ver, los pequeños de Dios, los Anawim del Señor.
Alabado sea Jesucristo
(Tomás Cremades)
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