lunes, 19 de agosto de 2019

Mi fuerza y mi poder es el Señor..

MI FUERZA Y MI PODER ES EL SEÑOR (del libro del Éxodo)…Caballos y carros ha arrojado en el mar… (Ex 15,1-4. 8-13. 17-18)
Así se expresa el autor sagrado en el Libro del Éxodo, en los versículos indicados. Al margen del acontecimiento histórico, en el que tras la persecución del faraón al pueblo israelita capitaneado por Moisés, se abre el Mar rojo, por el soplo del Señor, lo que realmente nos vale a nosotros, no sólo es reconocer el Poder del aliento del Señor, y su amor por su pueblo elegido; hemos de tratar de encontrar lo que es válido en nuestra vida en orden a nuestra propia salvación. Con este fin quiso el Señor que nos sirvieran estos acontecimientos, para nuestro avance en el camino de fe que él nos ofrece cada día. Y esto se consigue meditando, día y noche, en palabras de la Escritura, la Palabra de Dios.
Estos carros y caballos representan nuestros propios dioses que nos acompañan, que comienzan por nuestro propio “ego”, continúan por el orgullo, que justificamos como “amor propio”, la prepotencia, la vanidad espiritual, mucho más peligrosa que la vanidad material… el poder del dinero, siempre presente en nuestra vida, no tanto por su maldad, que en esencia no la tiene, sino, sobre todo, por el mal uso que se puede dar de él.
Y dice el autor, que los arrojó en el mar. Ya sabemos que el mar representa en la Escritura el poder de las tinieblas, donde habita el Leviatán (Sal 104, 26)  el Maligno, el Enemigo, el diablo.
Y es este mar sobre el que anduvo Jesucristo, (Mt 14, 27), dando fe cierta de su Poder sobre el mundo de las tinieblas.
Continúa más adelante: “…Al soplo de tu nariz se amontonaron las aguas…”. Es decir, con el Aliento del Señor, con la efusión de su Santo Espíritu, con la fuerza de su Palabra, las aguas de perdición se amontonan, se sublevan, se disuelven…y “…las olas se cuajaron en el mar…”
“…Guiaste con misericordia a tu pueblo rescatado, los llevaste hasta tu santa morada, lo introduces y lo plantas en el monte de tu heredad, lugar del que hiciste tu trono, santuario que fundaron tus Manos…”
Hermosa, bellísima, que nos introduce de lleno en el Misterio de la Cruz, la Santa Morada edificada sobre el Monte Santo del Calvario, donde estuvo “clavada la salvación del mundo”, fundado sobre sus Manos.

(Tomás Cremades)
comunidadmariamadreapostoles.com

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