jueves, 26 de enero de 2017

Los “Semitismos” en la Escritura (por Tomás Cremades)


La palabra “semitismo” es muy probable que no se haya conocido bien en los lectores de la Sagrada Escritura, o incluso, en cualquier lector ajeno a ella. Expresa el 
“descarte de una intervención en el asunto de que se trate”, según la interpretación de los exégetas de la Biblia de Jerusalén; formas de expresión típica del tiempo aquel; son las mismas con que se expresa Jesús. Pero no son despectivas, son lo que ahora diríamos “modismos” del lenguaje.

¿Por qué digo ahora esta expresión? Pues porque hay veces en el Evangelio, e incluso en la Biblia, en que aparecen frases que, entendidas de forma literal, según nuestra cultura romana o helénica, pueden despistar en su contenido, o incluso, conducirnos a error de lo que se pretendía comunicar. Ahí van varios ejemplos:
En Lucas (Lc 8, 19-21), le dicen a Jesús: “Tu Madre y sus hermanos están fuera y quieren verte”.
No faltará quien, apoyándose en ello, quiera ver una Madre-María-, con varios hijos. Esta afirmación es totalmente falsa. Entre los israelitas el término “hermano” hace referencia a “pariente”. Como dice Pablo en la carta a los Corintios:”…Porque os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día según las Escrituras; que se apareció a Cefas y luego a los doce; después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, algunos de los cuales viven todavía, y otros murieron…” (Cor 15, 3-7). No hay-todos lo sabemos- ninguna madre que haya parido a quinientos hermanos.
En las bodas de Caná, cuando el vino se acabó, el texto dice exactamente“¿Qué tengo yo contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora” (Jn 2,1). Es ejemplo de una expresión usada por Jesús que, en nada, desprecia a María. Es un claro SEMITISMO. Al llamarle “mujer”, Jesús está dirigiéndose a toda la Humanidad; de la misma forma le llama al pie de la Cruz en (Jn 19,26), al darnos a su Madre por medio de Juan.
Esta misma expresión de “Mujer”, la emplea el libro del Apocalipsis cuando dice: “Una mujer vestida del sol” (Ap, 12,1)
E, igualmente, en el libro del Génesis (Gen 3,15-20) dice: “…Enemistad entre ti y la mujer, entre su linaje y el suyo…” 
Por tanto, el término “mujer” refiere a la Humanidad entera, y no precisamente a su Madre en exclusiva, quitando así toda acepción de desprecio.
Esta expresión: ¿Qué tengo yo contigo? Es empleada en muchas ocasiones, algunas de las cuales paso a enumerar:
En (Jueces11, 12), en las conversaciones de Jefté con los amonitas dice: “Jefté envió al rey de los amonitas mensajeros que le dijeran: “¿Qué tenemos que ver tú y yo para que vengas a atacarme en mi propio país?
En (Mt 8,29), en el Evangelio de Los endemoniados gadarenos, ante la visita de Jesús, responden: “… ¿Qué tenemos nosotros contigo, Hijo de Dios¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?
Por último, en el libro 1 de los Reyes, se relata un milagro realizado por Dios a través del profeta Elías, en la persona del hijo de la viuda en cuya casa se hospedaba. El hijo ha muerto, dejando a su madre en la más completa indigencia; ya sabemos que en aquellos tiempos las viudas quedaban totalmente desamparadas a la muerte del marido; y si, además, pierde al hijo, queda definitivamente perdida de sustento y al albur de la caridad pública. Dice así:”… ¿Qué tienes tú que ver conmigo? ¿Has venido a mi casa para avivar el recuerdo de mis culpas y hacer morir a mi hijo? (1 Reyes 17, 17-24). Si continuásemos el relato, sabríamos que Elías, en Nombre de Dios, realiza el milagro devolviendo la vida al hijo.
Conviene que, cuando vayamos a rezar con la Palabra de Dios-el santo Evangelio-, nos pongamos en sus Manos, elevando nuestro espíritu hacia Él, para que ilumine nuestra oración. El demonio sabe muy bien llenarnos de dudas. Pero Jesús, Luz del mundo, iluminará nuestros pasos, como dice el Salmo 118 en el versículo 105: “…Lámpara es tu Palabra para mis pasos, Luz en mi sendero…”
Alabado sea Jesucristo
 

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