Cuando meditamos los santos Evangelios, a veces podemos pasar por alto determinados detalles que pueden quedar ocultos si no estamos muy atentos. No es de extrañar que cuando entablamos conversación con alguna persona sobre estos temas, nos contesten: “… ¡Ah, sí, ese Evangelio ya me lo conozco…!”. Y, probablemente se lo sepan de memoria; pero quizá conozcan “su” Evangelio, no el que el Señor Jesús quiere revelarles. El Evangelio es Palabra viva y eficaz, de tal forma, que un mismo texto meditado un día es diferente del mensaje de otro día sobre el mismo Evangelio. Y es que la Palabra de Dios es agua fresca, el pan de cada día que nos alimenta.
Digo esto por hay algunas frases que quizá nos puedan pasar desapercibidas: Cuando el Niño Jesús es presentado en el templo de Jerusalén para cumplir el precepto judío, el anciano Simeón le reconoce como el Salvador, y dice Lucas: “…María, por su parte, guardaba “estas cosas”, meditándolas en su corazón…” (Lc 19,2)
Más adelante, en (Lc2,51), cuando el Niño se pierde y es encontrado tres días después en el Templo con los doctores de la Ley, a la contestación de Jesús: “…¿por qué me buscabais, no sabíais que debo ocuparme de las cosas de mi Padre?...”, continúa el texto diciendo:”…su Madre conservaba cuidadosamente todas “estas cosas” en su corazón…”
Y dice: cuidadosamente. Bien sabía María que no eran palabras dichas al azar, pudiera no comprenderlas en esos momentos, pero el Espíritu le iría revelando, poco a poco, la misión transcendental a la que había sido elegida. Y en ese cuidado, lo conservaba en su corazón, haciéndolo suyo, dentro de su ser.
Jesús, exulta de gozo con el Padre cuando dice: “…Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado “estas cosas” a los sabios e inteligentes de este mundo y se lo has revelado a los pequeños…” (Mt 11,25)
Estas cosas, son los misterios del Reino de Dios. En muchas ocasiones se expresa Jesús con esa frase de:” estas cosas”. Dice en (Lc 11,27): “…Esta Él diciendo “estas cosas”, cuando alzó la voz una mujer de entre la gente y dijo: ¡dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te amamantaron!, y Él contestó: “Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardan…”
Estas “cosas santas” de Dios nos revelan el Misterio profundo del Reino que él ha traído a este mundo, para los “anawim” de Dios, los pequeños de Dios, que creen sin ver, porque se fían de Jesús.
“Bienaventurados los que sin ver han creído” (Jn 20,29)
Alabado sea Jesucristo
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