Volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis Os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron; y oír lo que vosotros ois, pero no lo oyeron
Lc 10, 23-24
EL LIBRO QUE PONES EN MIS MANOS
Es hermoso este libro que pones todos los días en mis manos para rezar.
Hoy he descubierto que yo te hablo y tú me respondes.
Es nuestro espacio de conversación, Señor.
No importa cuántas veces haya leído el mismo texto.
Hoy, tú decides acariciar mi alma con una palabra y, ayer, tú secaste mis lágrimas con una frase de esperanza.
Otro día, me descubriste tu inmensidad en un verbo.
¿Quién sabe qué regalo del cielo me encontraré mañana en este libro, que es nuestro pequeño espacio de encuentro diario, Señor?
Y guiaré a los ciegos por camino que no sabían, les haré andar por sendas que no habían conocido; delante de ellos cambiaré las tinieblas en luz, y lo escabroso en llanura. Estas cosas les haré, y no los desampararé.
Isaías 42:16
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