Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?
Mt 14;31
CADA DÍA ESTA BATALLA
CADA DIA, TU MANO
Cada día, en esta batalla por sobrevivir al mundo, veo caer a quien me hostiga a mi izquierda y a mi derecha.
Cada día, en esta batalla por sobrevivir al mundo, veo caer a quien me hostiga a mi izquierda y a mi derecha.
Veo mi camino hacia Ti con más claridad y confirmo que sólo existe una posibilidad, seguirte, escucharte.
Quien no me deja respirar, vive dentro de mí pero tu mano siempre aparece, tendida en el momento preciso.
Uno la sujeta y aunque la necedad le impide estar convencido de que es la solución correcta y duda, dentro muy dentro, sabe que esa mano, esa misma mano, asida en momentos de desesperación, es la mano de un Padre cuyo deseo es conducir nuestra vida a la Eternidad, aquí, ahora, desde ya mismo.
Cada día, esta batalla me saluda de nuevo y aunque me fallen las fuerzas, algo dentro de mi si sostiene mi perseverancia como lo hacía con el anciano Simeón a las puertas del Templo.
Cada día , esta batalla y cada día, testaruda y resistente, esta misma esperanza de ver tu mano tendida, tu mano segura, sólida, llena de Amor.
Tu mano que agarro y me salva.
Tu mano cogida a mi mano y yo esperando, como Simeón, a que un día, detrás de esa mano, aparezca tu rostro, Señor.
Quien no me deja respirar, vive dentro de mí pero tu mano siempre aparece, tendida en el momento preciso.
Uno la sujeta y aunque la necedad le impide estar convencido de que es la solución correcta y duda, dentro muy dentro, sabe que esa mano, esa misma mano, asida en momentos de desesperación, es la mano de un Padre cuyo deseo es conducir nuestra vida a la Eternidad, aquí, ahora, desde ya mismo.
Cada día, esta batalla me saluda de nuevo y aunque me fallen las fuerzas, algo dentro de mi si sostiene mi perseverancia como lo hacía con el anciano Simeón a las puertas del Templo.
Cada día , esta batalla y cada día, testaruda y resistente, esta misma esperanza de ver tu mano tendida, tu mano segura, sólida, llena de Amor.
Tu mano que agarro y me salva.
Tu mano cogida a mi mano y yo esperando, como Simeón, a que un día, detrás de esa mano, aparezca tu rostro, Señor.
Me libró de mi poderoso enemigo, y de los que me aborrecían, pues eran más fuertes que yo.
Sl 18;17-18
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