Riquísima y liberadora la inspiración de este salmista: "Bienaventurado el que es perdonado de su culpa y le han sepultado sus pecados" (Sl 32,1) Sabemos que por más que intentemos justificar o minimizar nuestros pecados con más y más razones, nuestra conciencia, que no admite el engaño alza su voz interior, como si estuviese herida. Entonces… ¿Qué esperanza nos queda? La esperanza está en Aquél que puede adentrarse en nuestros repliegues internos para curar heridas y liberarnos. El texto anterior del salmista no es un requiebro poético; es la Verdad que nos libera. Jesús recogió los pecados de toda la humanidad, también los tuyos y los míos y con ellos se dejó crucificar… por amor a ti y a mí. Al ser enterrado nuestros pecados fueron sepultados con Él y ahí quedaron en el sepulcro cuando al tercer día resucitó. El broche final de su Amor Misericordioso es que dio poder a su Iglesia para perdonar y sepultar por siempre nuestros pecados: "Recibid el Espíritu Santo, a quienes perdonéis los pecados les quedan perdonados – sepultados”(Jn 20,22-23)
P. Antonio Pavía - comunidadmariamadreapostoles.com
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