jueves, 23 de noviembre de 2017

LA ACEQUIA DE DIOS (Tomas Cremades)

Cuenta el evangelista san Marcos la parábola del Sembrador. Es en (Mc 4. 1-20). Y habla Jesús de la tierra donde cae la semilla del sembrador, que es Él mismo. Y así va desgranando las posibilidades de terreno donde, aleatoriamente, cae la semilla. Y esta semilla de Dios, que es su Palabra, el Evangelio de la Vida, el Evangelio de su Reino, no cae como la semilla del labrador de forma aleatoria; Dios elige la tierra. Es verdad que su Palabra es para todos, que Él no hace acepción de personas, pero también es verdad que, de igual forma que eligió a sus Apóstoles, - que no eran los mejores-, nos ha elegido a ti y a mí. Aun siendo conscientes de que no somos los mejores. No hay más que mirarse para dentro y ver y discernir la clase de “tierra” que somos. Y, sin embargo, somos elegidos por Él.

Dios, como decía el santo, no elige a los capacitados, sino que “capacita a los que elige”; sólo hay que tener el oído abierto a su Palabra, a su Evangelio. Y tenemos que tener abierto el corazón. La fe, dice san Pablo, viene por la predicación del Kerygma, por el anuncio de su Revelación.
La acequia de Dios va llena de agua” dice el Salmo 64. Dios ha elegido nuestra tierra; quizá haya sido en principio terreno pedregoso; quizá cayó su Palabra “al borde del camino”…Pero su “acequia”, va preparando los surcos, regando y desmenuzando los “terrones” que no dejan pasar el Agua…este Agua es Jesucristo, ya profetizada por Ezequiel: “…Derramaré sobre vosotros un Agua viva que os purificará, de todas vuestras idolatrías os he de purificar…” (Ez 36)
Y vendrá Jesucristo a explicar a la Samaritana que Él es el Agua viva. Ese Agua  que llena su acequia, como vínculo de unión del hombre con Dios. Esa agua que, como el Sembrador, va preparando los trigales para la cosecha, con mano Poderosa, pero paciente. “…Recordad,-dice Pedro-, que la paciencia de Dios es la garantía de nuestra salvación…”
Y el Agua viva, va empapando la tierra; y donde era un páramo, lo transforma en tierra mullida apta para recibir la Semilla: “…como si la lluvia temprana la cubriera de bendiciones…” (Sal 83)
Tenemos que revisar nuestra vida: Seguro que encontraremos en ella páramos, momentos de desierto que hemos ido tapando con la búsqueda de momentos de felicidad que no han hecho sino dejarnos la sensación amarga de la frustración de la verdadera felicidad. 
Quizá en aquellos momentos ni tan siquiera tomábamos conciencia de ello…el hombre va buscando sin saber bien qué, tapando con un placer lo que no quiere acercarse a mirar…cada vez necesitando nuevas sensaciones, cada vez alejándose más de Dios.
Ha de venir la “lluvia” del Evangelio, que a lo mejor, o a lo peor, no es tan “temprana” en el tiempo en que nos “moja”; pero que es temprana en tanto en cuanto nos abre a la Luz de la mañana, que no tendrá ocaso. La acequia de Dios nos anuncia la verdad de nuestra vida, poniéndonos ante ella. Es la Verdadera Agua, que nunca nos dejará con sed.
Alabado sea Jesucristo
 

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