Se narra en el libro del Éxodo que, en la salida del pueblo de Israel de Egipto, una Nube les protegía en el camino: “…de día delante de ellos, para guiarles por el camino, y de noche, cual columna de fuego, para alumbrarlos, de forma que pudieran caminar dedía y de noche..” (Ex 13, 21-22).
Dice el texto, que era Yahvé que caminaba delante de ellos en forma de esta Nube. Y se me ocurre pensar como imagen bellísima de nuestra Madre María, caminado con nosotros de día y de noche protegiéndonos de las iniquidades del Maligno, en nuestro peregrinar por la tierra. No en vano la peregrinación del pueblo de Israel es anticipo de nuestra macha por la vida, como nuevo “Pueblo de Dios”.
María, al igual que la Nube del desierto, nos protege del demonio de día, formando una niebla tal, que es imposible ver a su través. De noche, con su Luz, que irradia como nadie la Luz del Padre, nos guía por el camino.
Son muy pocas las veces que María habla en la Escritura. Sólo lo indispensable, quitando, en su infinita humildad, todo protagonismo, para dejárselo todo al Humilde por excelencia, Jesucristo. No en vano ella misma en el canto del Magnificat nos dirá: “…derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes…”.
En las Bodas de Caná, al darse cuenta de que faltaba el vino, le dijo a su Hijo: “…no tienen vino…”.Esta frase de nuestra Madre es más importante de lo que parece: no tener vino es no tener el vino de la fiesta, es no poder disfrutar del Vino Nuevo, que es Jesucristo en su Fiesta de “las Bodas del Cordero”. En efecto, Jesucristo en el Cielo es el novio - (Cordero sin mancha) -, que se desposa con el alma del creyente.
Por eso nos dirá Jesús en su Evangelio: “… ¿Es que tienen que ayunar los amigos del novio mientras Él está con ellos?... “(Mc 2, 18-22) Catequesis en que Jesús catequiza sobre el ayuno.
María nos enseña a acercarnos a Jesús cuando queremos pedirle algo; no le dice: ¡Haz un milagro! No le dice lo que tiene que hacer. Sólo le expone la necesidad. ¡Qué gran catequesis de María! Acudamos a Jesús cuando necesitemos algo con estas palabras: “…Señor, no tengo vino, me faltas Tú, me falta fe, sabes lo que necesito…no tengo el vino de la esperanza…”
Y, a continuación, les dice a los empleados de la boda: “… ¡Haced lo que Él os diga…”
Maravillosa explicación complementaria: preguntemos al Señor, frente al Sagrario, cual es su plan para nosotros, qué desea que hagamos, para saber hacer lo que Él nos pide…
María, Corredentora nuestra en el camino de la Cruz, mártir incruenta, Madre nuestra, regalo de Dios en su último suspiro, ¡llévanos a Jesús como tú sabes!
Con el fuego de la Nube por el desierto de nuestra vida inúndanos del fuego de amor por Jesucristo revelado en su Santo Evangelio, pues Él es el Camino, la Verdad y la verdadera Vida.
Alabado sea Jesucristo
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